Publicidad

Un ejemplo desde los Montes de María

Soraya Bayuelo es una víctima del conflicto empecinada en hacer que los recuerdos que ha dejado la guerra sean más que dolor. Su trabajo ha sido tenido en cuenta como un precedente para el nuevo Museo Nacional de la Memoria.

María José Medellín Cano
08 de abril de 2015 - 02:39 a. m.
En Montes de María, Soraya Bayuelo es conocida como “La Gorda Bella” o “Soramonte” y desde sus años en el colegio se destacó como líder. /Cristian Garavito - El Espectador
En Montes de María, Soraya Bayuelo es conocida como “La Gorda Bella” o “Soramonte” y desde sus años en el colegio se destacó como líder. /Cristian Garavito - El Espectador
Resume e infórmame rápido

Escucha este artículo

Audio generado con IA de Google

0:00

/

0:00

Alrededor de un banco de madera roto en la plaza central de El Carmen de Bolívar (Bolívar), Soraya Bayuelo y 20 muchachos más tenían como costumbre organizar noches de baile, canto y poesía. Rodeados de árboles y de la calidez del Caribe colombiano, los jóvenes carmeros, que ya estaban en las últimas clases del colegio, sentaron un precedente en la organización de eventos culturales, conferencias, festivales y concursos que fueron gratamente acogidos por las veredas y municipios de los Montes de María. Soraya solía ser la organizadora de los encuentros y la encargada de redactar guiones para los programas de radio de su pueblo que hasta 1996 tuvieron la libertad de difundir.

Ese año, según la periodista, que por esa época ya tenía un título profesional en comunicación social de la Universidad Autónoma del Caribe, fue el punto de quiebre para que la tradición cultural que había logrado formar desde El Carmen con su grupo de amigos tuviera que ser escondida dentro de las casas. Las gaitas y los tambores fueron reemplazados por el sonido de los helicópteros, bombas y aviones fantasmas que impacientaron a la comunidad de los Montes, que vio cómo la violencia no sólo acabó con sus costumbres sino también con sus amigos, vecinos y familiares.

“Uno en la Costa siempre está afuera: en la puerta echando cuentos o chismes, también cantando o hablando. Pero la guerra nos hizo echar para adentro y nos metió en un silencio profundo en el que comenzamos a hablar en susurros porque cualquier ruido nos asustaba”, comenta Soraya, quien se ha convertido en testigo irrefutable del terror que vivió su tierra por la presencia de grupos armados ilegales que dejaron un trágico resultado contabilizado por el sociólogo y escritor Alfredo Molano: 56 masacres que obligaron a unas 20.677 personas a abandonar sus hogares. Investigando precisamente para el Museo de la Memoria, Soraya concluyó que casi 1.300 personas perdieron la vida en esas 56 masacres. Y su, familia, como tantas otras en la región, salió perdiendo en esta guerra.

Milton Bayuelo, hermano mayor de Soraya, tenía 36 años cuando fue asesinado en El Carmen de Bolívar el 5 de julio de 1998, y María Angélica Robayo, hija de su hermana mayor, fue quemada viva cuando pasaba frente a una ferretería en donde el frente 37 de las Farc había conectado una bomba a las 6 de la tarde del 18 de agosto de 2000. “A nosotros nos devastó la muerte de mi hermano y lo de mi sobrina fue como si nos partieran en dos. Pero en ningún momento mi mamá nos dejó sentir ni un poquito de odio en contra de las personas que intentaron acabar con nuestra vida”, agrega Soraya.

El ejemplo de su mamá, Blanca Castellar, ha sido fundamental tanto para su vida como para el trabajo que desde 1994 ha adelantado con el Colectivo de Comunicaciones de Montes de María. Si bien Blanca sólo alcanzó a llegar a tercero de primaria, los valores y el respeto que les enseñó a sus hijos, que crecieron sin una figura paterna en la casa, es hoy el ejemplo de firmeza y sabiduría más importante que lleva Soraya a todos sus viajes, conferencias y charlas. “¿Yo qué saco con odiar a los que me quitaron a mi hermano? Con esos pensamientos tampoco voy a resucitar a mi sobrina”, agrega la periodista, que ha visto pasar por los talleres de su colectivo 10 generaciones de jóvenes testigos de la violencia de su tierra que sin embargo optaron por las palabras, los documentales y las crónicas para alzar su voz de protesta.

La importancia de crear espacios para romper con las cadenas de la guerra, como describe Soraya su labor, es la pieza fundamental de su trabajo en Montes de María, que también heredó las enseñanzas de la niña Blanca. Con el éxito de su trabajo en el Colectivo, que ha contado con aportes de la Embajada de España y el más reciente incentivo económico de la Embajada de Francia —que llegó al proyecto gracias al Centro de Memoria Histórica—, este grupo fundó el Museo Itinerante de Montes de María, que se ha convertido en un precedente en Colombia de lugares para preservar la memoria del conflicto. En palabras de su directora, que es la propia Soraya, un espacio como éste permite que se abra un diálogo y la posibilidad de que se conozca lo que sucedió en la zona. Pero ahora el proyecto quiere ir más allá.

“Tuvimos la idea de un pájaro que pudiera volar por todos los territorios que se vieron afectados por la guerra y que ese mensaje, que también es de resistencia, se multiplique”. El Mochuelo, como bautizaron este proyecto haciendo referencia al pájaro de la región y al vallenato de Otto Serge, espera abrir sus puertas a comienzos de julio próximo. La iniciativa, liderado por Soraya y su Colectivo de Comunicaciones, se ha vuelto tan relevante en materia de memoria que fue consultado por el Centro Nacional de Memoria Histórica para el proyecto del Museo Nacional de la Memoria que empieza a tener avances concretos con la entrega del predio sobre el cual se va a construir, ubicado cerca al Concejo de Bogotá. La entrega se hará el jueves 9 de abril, en el marco de los eventos con los que se conmemora el Día Nacional de las Víctimas.

Por María José Medellín Cano

Temas recomendados:

 

Sin comentarios aún. Suscríbete e inicia la conversación
Este portal es propiedad de Comunican S.A. y utiliza cookies. Si continúas navegando, consideramos que aceptas su uso, de acuerdo con esta  política.
Aceptar