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Una vida por la danza

Ana Consuelo Gómez, directora del Ballet Anna Pavlova, ha bailado por más de cincuenta años, y todavía sigue luchando porque la danza en Colombia sea un arte más apreciado y más visto.

Sara Malagón Llano
13 de diciembre de 2013 - 09:53 p. m.
Ana Consuelo Gómez interpreta al personaje de la pitonisa en “Carmen”. / Camilo Ankasi
Ana Consuelo Gómez interpreta al personaje de la pitonisa en “Carmen”. / Camilo Ankasi
Foto: unknown

Ana Consuelo Gómez es la directora del Ballet Anna Pavlova de Bogotá, creó la Compañía de Ballet Clásico Colombiano, la Nueva Fundación Ballet Ana Pavlova y el grupo Danza Experimental de Bogotá. En pocas palabras, Ana Consuelo Gómez es una de las bailarinas y coreógrafas colombianas más importantes, y también es una de las pocas, porque la danza y el ballet en Colombia generalmente son considerados un pasatiempo y no una profesión, o una vocación. Acá la danza no tiene mucho público, pocos están dispuestos a pagar una boleta para asistir a un ballet o a un espectáculo de danza, como si fueran todas presentaciones gratuitas, de colegio o de academia infantil, a las que solo asisten los padres de familia.

La danza en Colombia, además, es una de las manifestaciones artísticas que menos apoyo recibe del Ministerio de Cultura –que tiene un presupuesto para la danza de solo 1.400 millones de pesos anuales– y de la empresa privada. Para el financiamiento del montaje de algunas obras, Ana Consuelo Gómez ha tenido que llegar al límite de hipotecar su propia casa, y solo puede pagarle a los bailarines durante la temporada; lo que ganen depende completamente de cuántas boletas se vendan en taquilla. Todo esto sucede mientras el Ministerio hace cosas como entregarles todo el presupuesto anual a los organizadores del festival de danza que hubo en Cali hace poco. El festival duró apenas una semana, y el ministerio entregó todo el presupuesto anual.

Por otra parte, un bailarín en Colombia tiene que enfrentarse al hecho de que los más grandes festivales artísticos generalmente procuran traer la mayor cantidad posible de compañías extranjeras. Estos festivales, que terminan siendo los mejor financiados porque son los más visibles, se comen a las compañías pequeñas, es decir, a las compañías colombianas: “Si uno investiga la cartelera de otros teatros más grandes se puede ver que lo que se vende masivamente es lo que traen de fuera, la cultura extranjera. Ese es un error muy grande del colombiano, porque termina dejándose de lado lo que se produce acá”, dice Gómez.

Por todo esto es que dedicarse a bailar y a formar bailarines nuevos en Colombia es un acto de amor por la danza misma, de dedicación, de pasión, y el que lo hace es un luchador.

Como narra en la autobiografía que publicó hace poco con el objetivo de recaudar fondos para los montajes –que se vende en el ballet Anna Pavlova–, Ana Consuelo Gómez pasó gran parte de su infancia y de su juventud en Nueva York y en París. En esos viajes se dedicó como una bailarina no puede dedicarse al ballet en Bogotá: los profesores eran los mejores, de escuelas rusas y francesas; sus compañeras no pensaban que era ridícula y presumida por esforzarse como lo hacía y dedicarle tanto tiempo al ballet; vio por primera vez en las clases hombres que también bailaban, y se dio cuenta de que no era una cosa solo femenina.

Cuando en una entrevista le pregunté a Ana Consuelo Gómez por qué había vuelto a Colombia, después de haber vivido en ciudades donde su arte es muchísimo más apreciado, me dijo que había sido por motivos personales. Gracias, entonces, a algunos eventos casuales en la vida de esta bailarina, es que se abrió en Colombia un espacio para el resto de bailarines que intentan con las uñas vivir de su arte. La dedicación de Ana Consuelo Gómez en esta labor ha sido total.

Cada vez que Gómez se propone hacer un nuevo montaje procura que todas las artes confluyan en la danza: saca las historias de la literatura universal, que, según ella, es una fuente inagotable de historias; hace que sus bailarines se lean las obras para llegar a la caracterización más rica posible de los personajes; a veces, como en el montaje basado en “El retrato de Dorian Gray” y en el de “Juana la Reina”, adapta guiones que provienen de las novelas (y también de las biografías que lee para investigar sobre personajes de la antigüedad, como “Alejandro el grande”, y de la Edad Media española, como “Juana la loca”). El guión que acompaña la danza hace de ella algo que termina siendo muy cercano a lo teatral.

“Carmen”, que hace parte de la de danza que se presentará este fin de semana en el Teatro Cafam de Bellas Artes, también parte más del libro de Prosper Mérimée que de la famosa ópera, y no al revés. Asimismo, a Georges Bizet le sirve el libro como inspiración para crear la música luego utilizada en la ópera. Ana Consuelo Gómez se remite entonces al punto de origen de las historias, hace todo un trabajo de lectura e investigación previo para presentar sus propias interpretaciones de las obras literarias y hacer de ellas un ballet, y un montaje propio. Esta reinterpretación constante, estas adaptaciones siempre nuevas –incluso de los ballets más clásicos– es lo que, según Ana Consuelo Gómez, garantiza que la gente joven y la gente que no está familiarizada con el ballet pueda acercarse más a la danza: “Creo que el modelo tradicional estereotipado ha pasado a la historia. Si uno quiere que estas cosas vivan tiene que enfocarse en presentarlas de una manera diferente, que sea más clara y más comprensible. El arte, y sobre todo la danza y la ópera, no debe ser confundido con el elitismo”, dice Gómez, y luego continúa: “La banalización de la cultura de la que hablaba Vargas Llosa es una evidencia, y creo que la gente que tiene esta vocación debe ponerla en práctica no solo para que unos pocos la vean y la aprecien sino para que lo haga también la mayoría, pues no hay nada que eleve más el nivel cultural y espiritual de las personas que el arte”.

El Ballet Anna Pavlova y el grupo Danza Experimental de Bogotá presentan tres obras de danza y ballet este 14 y 15 de diciembre, para cerrar la temporada de fin de año: “Zimba, el Rey León”, con la participación del Ballet Infantil y Juvenil de Anna Pavlova y dirigido a un público infantil y juvenil, y la Gala de Danza y Ballet, en la que se presentan el segundo y tercer acto de “El Lago de los Cisnes” y “Carmen” en una sola función.

saritamalagon@hotmail.com

Por Sara Malagón Llano

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