Desde este martes el Museo de Arte Moderno de Bogotá (MamBo) exhibe las obras del pintor venezolano Jacobo Borges, uno de los más representativos del país vecino.
Borges presenta hasta el próximo 14 de marzo ‘El bosque II y lo que crece', colección que consta de cuarenta en donde redescubre el negro mezclando todos sus matices y materiales entre el petróleo, el esmalte, los acrílicos y los óleos hasta llegar a las venas de las hojas cerradas y plasmar así una visión más cercana de ese bosque cuya búsqueda se inició hace diez años, cuando expuso por primera vez ‘El Bosque I' en el Museo de Arte Contemporáneo de Caracas.
La primera parte de la exposición nació para ser "una despedida del bosque donde" el artista vivía. "Todo comenzó cuando yo me detuve en un pueblo en México hace treinta años, hacía calor, venía de Oaxaca... No pensaba que la impresión de ese momento me perseguiría tanto tiempo", ha explicado Borges.
"Estaba solo allí, sin una pregunta, frente al árbol del tule. Desde ese momento la monumentalidad se convirtió en una obsesión nunca resuelta... "Uno o dos años después, en Ciudad de México, empecé a pintar el árbol del tule, lo más grande que se podía hacer, pero no era suficiente. Le agregaba otras telas, crecía, pero mi tiempo se había acabado. Dejé en un depósito todo ese ensamblaje, para regresar luego".
Borges pasó varios años llevando su árbol imaginario a todos sus viajes. En Berlín por ejemplo, le puso otras hojas a las ramas para llevarlo nuevamente a un depósito.
"Sembré secretamente mi árbol del tule en depósitos de distintas ciudades. Hasta que Diana y la vida me llevaron a hacer un bosque real" en una montaña de San Diego de los Altos, donde sembré bambú, mi pasión, Jabillos, Ficus, Cedros, Bucares, mangos, Philodendros y hasta una ceiba recomendad por mi amigo Santos López", explica.
Jacobo Jorges nació en Caracas hace setenta y nueve años. Desde joven ha desarrollado su carrera como pintor, dibujante, cineasta y escenógrafo, basado en la premisa de que la imagen no es más que una ilusión, la cual intenta decodificar para crear una riqueza expresiva.
Por eso sostiene que "entre el papel y el lápiz existe un espacio, siempre empezamos negando el lienzo para terminar aboliendo el pincel, y sólo al consagrarse ese proceso nace la pintura".
Su obra, enmarcada dentro de las corrientes neofigurativas, denuncia con espíritu satírico las problemáticas y contradicciones de la sociedad contemporánea. En la actualidad, el artista vive entre su ciudad natal y la ciudad de Nueva York.