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'Xtian', caricaturista de El Espectador, políticamente incorrecto

El humorista gráfico es el creador de “Anfabio”, personaje que los días festivos aborda con picante y melancolía la superficialidad de las relaciones interpersonales en la actualidad.

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Jorge Consuegra (Libros y Letras)
23 de diciembre de 2015 - 04:29 a. m.
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¿Cuál fue el tema de su primer trabajo como caricaturista en El Espectador?

Fue en diciembre de 2010, me pidieron unas caricaturas para un especial de Navidad, yo no me lo creía. En mi casa compraron cinco periódicos, ese día fue muy especial para mí, tenía 21 años y me estaba viendo publicado en el periódico que siempre había soñado. Luego llegó “Anfabio”, los festivos, y este año el sueño más grande fue haber publicado una caricatura de opinión.

¿Cómo surgió “Anfabio”, el personaje de los festivos?

Soy un caleño en Bogotá. Vine a estudiar mi pregrado absolutamente solo y me hice amigo de mucha gente, incluidos los literatos que enfocan su vida en lo tristes y solos que están. Todo eso fue material para crear un personaje melancólico, aburrido, alcohólico, depresivo y en busca de pareja. “Anfabio” nació como un estilo de catarsis de mis domingos deprimentes con ganas de burlarme de las relaciones interpersonales de hoy, basadas en lo superficial y lo virtual.

¿Qué tanto tiene “Anfabio” de usted?

Más bien qué tengo yo de él. Aunque muchos me ven todo el tiempo muerto de la risa tengo mis ratos de malparidez existencial, mis días melancólicos, que siento que no encajo. De resto, “Anfabio” y yo no nos parecemos en nada, tengo un buen grupo de amigos, una familia amorosa, una novia genial, y muy pocas ganas de enfocar mi vida en el sufrimiento y la soledad.

¿Primero fueron las témperas, el lápiz o el pincel?

Primero fueron las ideas. La técnica para mí siempre ha sido lo de menos, a lo mejor por eso para muchos soy tan mal dibujante.

¿En dónde plasmó los primeros dibujos: en los cuadernos o en la pared?

Cuando estaba en octavo grado empecé a llenar un cuaderno en el que hacía caricaturas diarias, ese cuaderno rotaba por el salón. Luego empezó a rotar por el grado y finalmente pude tener un espacio, una pared, para que mis caricaturas las viera todo el colegio. Ser caricaturista siempre fue mi sueño y así fue que empezó todo.

¿Sacaba mejores calificaciones en dibujo que en geografía, religión o historia?

Era un nerd, sacaba buenas notas en todo menos en vida social, conquista de niñas, y popularidad.

¿Cuáles fueron los temas de sus primeros dibujos?

Creo que todos empezamos copiando. Dibujaba a Los Picapiedra, a los Simpson, los Caballeros del Zodiáco, todo lo que veía en televisión. Después, más grande, me fui por personajes mucho más caricaturescos: los políticos.

¿Se burlaba de sus profesores y compañeros haciéndoles caricaturas?

Por supuesto que sí, pero a ellos les gustaba, marcaba mis cuadernos con la caricatura de cada profesor, y ellos al final del año me pedían que se los regalara. Siempre fui el sapo del salón y eso lo puse en práctica luego en mi oficio, intentar ser “el sapo” de la realidad política de este país.

¿En su adolescencia o juventud cobraba por hacer dibujos o las tareas de los compañeros de colegio?

He sido siempre un terrible negociante, seguramente lo hice un par de veces pero me faltó “espíritu emprendedor” como lo llaman ahora, debí haber cobrado comisión por dibujo, a lo mejor hoy en día sería un excelente alcalde de Bogotá.

¿Cuándo empezó a pensar en serio en ser caricaturista?

Desde los seis años, lo constata una entrevista que me hicieron en el periódico de mi ciudad natal, en la que decía que quería ser caricaturista. Sin embargo, fue hasta el 2007, cuando entré a la universidad y en redes sociales, que mi trabajo empezó a visualizarse, que me di cuenta de que me hacía profundamente feliz compartir mi opinión, y la de muchos, a partir de una imagen humorística. Supe qué era lo que quería hacer por el resto de mi vida.

¿Cuáles han sido los caricaturistas internacionales a los que les ha seguido la huella?

Me encanta Tute, Quino, Fontanarrosa, Olea, Sempe, entre otros.

Además de ser buenos amigos y colegas, ¿cuáles son los maestros nacionales a quienes usted sigue y admira?

Mi gran amigo y maestro ha sido Betto, su generosidad y enseñanzas me hicieron creerme el cuento de esta profesión, le debo mucho. Quiero mucho también a Gova, otro amigo del que he aprendido. Me gusta mucho el trabajo de Papeto y de Mheo, siento que van muy por mi línea de textos e imagen y me inspiro mucho en su forma de trabajar. Me gusta el trabajo de Leo, de Bacteria, y de muchos otros.

¿Qué lo diferencia del resto de los caricaturistas?

Ser uno de los caricaturistas más jóvenes del país me ha ayudado a apuntarle a una nueva generación, con intereses en lo político-social, y a otro público incauto de redes sociales que se entera de la realidad nacional gracias a mis dibujos. Puedo manejar mucho la independencia gracias a internet. Convertirme en un vocero y al mismo tiempo dibujar lo que muchos quisieran decir, intentando ser crítico, mordaz, y políticamente incorrecto es lo que considero que me destaca en este oficio tan divertido.

Finalmente, ¿aún se siente el eco de “Charlie Hebdo”?

Sí, ese terrible suceso ayudó a visibilizarnos más, a hablar más de caricatura y de libertad de expresión, a pensar en el humor y los límites, si es que los tiene, les recordó el valor de nuestro oficio a muchos, como dicen por ahí, utilizando el mismo humor de aquella revista, lo de Charlie Hebdo “nos disparó”.

Por Jorge Consuegra (Libros y Letras)

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