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¿Cuáles serán las novedades de la nueva temporada de “El rastro”?
El rastro viene muy recargado con todas las historias que siempre han caracterizado el formato, porque tiene un final impredecible. Lo que más me llama la atención de este programa es que expone lo más profundo de las pasiones humanas: el amor, el odio, los celos, la intriga y la venganza, entre otros pecados. El rastro deja en evidencia que el ser humano es enorme, pero también puede ser diminuto e infeliz.
¿Cómo son las historias del programa?
Muchas de esas historias ocurren en lugares distantes, muy marginales de nuestra geografía, que se desbaratan porque ocurre algo imprevisto y toda la comunidad se entera de ese suceso. A mí El rastro, periodísticamente, siempre me sorprende porque veo las historias y me aterro al saber hasta dónde puede llegar una persona, pero lo que más me llama la atención es que se trata de casos que ya han sido cerrados y cuya investigación ya arrojó un resultado.
¿Qué es lo que más valora de este formato?
Lo que más valoro es al equipo de reporteros, que son capaces de meterse en la cotidianidad de las familias y que tienen el profesionalismo para hacer grandes entrevistas con asesinos. Nuestros periodistas Andrea Santa, Diego Guauque, Laura Hincapié, Lucía Benavente y Angélica Barrera tienen una piel de acero y logran contar esos relatos tan impresionantes.
¿Qué ha cambiado desde que salió el programa al aire por primera vez hasta esta nueva temporada?
Siempre hemos estado bajo la dirección de Manuel Teodoro y mi aporte siempre ha sido meterme de lleno en los libretos aportándoles todo lo que soy como periodista. Creo que ha cambiado la audiencia y hemos llegado a muchos tipos de públicos. Me parece que hemos reivindicado el periodismo profundo de investigación, abordando al ser humano en sus múltiples facetas. En la actualidad, El rastro se retransmite en toda América Latina.
¿Cómo se cuida el equipo de “El rastro” para no caer en la realización de contenidos de tipo amarillista?
Caminamos sobre ese límite y tratamos de protegernos con una investigación periodística muy exhaustiva, porque los reporteros del programa duran varios meses metidos con una sola historia. Yo, por ejemplo, tengo planeada una historia para el programa desde hace un año. El rastro es una mezcla de crónica, con reportaje y con investigación que se mueve en ese límite, porque todo lo que tiene que ver con las pasiones humanas está en la frontera con el amarillismo.
¿Qué le dice al segmento de la población que dice que es un formato amarillista?
A mí no me gusta emplear el término amarillista y lo voy a reemplazar por exagerada, pero a ese tipo de público lo invito para que se dé una vuelta por los campos de Colombia, por las zonas marginales, para que vea que encontrar esos casos no es difícil.
¿Cuáles son los requisitos que tienen las historias que aparecen en “El rastro”?
El requisito más importante es que tiene que haber justicia, porque con ese formato les decimos a los criminales en Colombia que la justicia, sí o sí, llega. En este formato únicamente mostramos casos cerrados y eso tiene un mensaje muy claro: “Pase lo que pase, usted dejó un rastro y no hay un crimen perfecto”. Todo lo que hay en El rastro es real, pero también hay perdón o recuperación.
¿Se arrepiente de haber dicho o hecho algo al aire?
Claro. He dicho un par de imprudencias en Noticias Caracol, pero no me arrepiento por mí sino porque trabajo en un medio de comunicación al que tengo que respetar. Hoy día me alegro hasta de haber sacado la coca de mi almuerzo al aire, porque creo que reivindiqué a una buena porción de los colombianos que lleva almuerzo a su trabajo.