En “Es Épico” Canserbero se enfrentó al diablo en una batalla de freestyle. El patas le tira:
“Antes que nada, te maldigo
Voy a hacer que sufras el peor de todos los castigos
¿Cómo te atreves a retarme en castellano?
Y en este ritmo tan pobre como el suelo donde te has criado”.
El rapero, quien le propuso el duelo al demonio, sorprendido, pero no amilanado, apretó el micrófono con su mano izquierda, clavó su mirada en satanás y con la garganta en fuego le respondió:
“Con más razón, tú deberías avergonzarte
Perder un combate con un homo sapiens
Además, te explico: se llama Venezuela donde nació este tipo
Y tú no puedes maldecirme, porque ya yo estoy maldito”.
Canserbero, el alter ego de Tirone José González Orama, tenía claro que, por haber nacido en Venezuela, estaba maldito. En sus letras, Can habló de las muchas maldiciones del país en el que nació. Sin embargo, reducir a “maldición” lo que pasó y pasa en ese país, quizá es quitarles agencia a los responsables.
Cuando Canserbero fue asesinado, el 19 de enero de 2015, Nicolás Maduro llevaba dos años como presidente y el chavismo 16 años en el poder. En sus letras, González describió una sociedad que ya estaba gobernada por los mismos que hoy siguen al mando. Canta en “Mucho gusto”:
“Soy de un país con miles de leyes sin aplicar
Con sesenta muertos semanal, solo en la capital
Por ende, muy pocas cosas me sorprenden
Me han apuntado en la cara pa' robarme un par de lentes
He visto policías matando gente inocente
Y he visto gente no inocente siendo presidente, ¿Entiendes?”
Así suena “Es épico” de Canserbero
Canserbero sobre la política de Venezuela
El pasado viernes 10 de enero, Nicolás Maduro asumió una presidencia cuya victoria electoral no ha podido demostrar con pruebas. Ese día tomó posesión para un nuevo sexenio de forma ilegítima. Por eso luce tan actual esa barra de Canserbero: “He visto gente no inocente siendo presidente”.
En “Clima tropical”, Canserbero hace una cruda descripción de esa Venezuela que alcanzó a caminar. Con un saxofón de fondo y con el bombo y la caja como testigo, antes que nada, tiene una duda retórica, que luego responde con algunos males que no son exclusivos de Venezuela.
“Y yo no sé si tú y yo vivimos en el mismo país
Pero te juro que así es en el mío
Tragedias, racismo, clasismo
Tierra de clima tropical, pero habitantes fríos”.
En el mismo tema, el caraqueño habló, entre otras cosas, de la precariedad del sistema de salud, de las dificultades para acceder a la educación, de los discursos mentirosos del jefe de estado, de religión y de los soldados que se atrevían a levantar las armas contra su propio pueblo:
“Yo no sé si tú y yo vivimos en el mismo país
Pero aquí es casi como en el Medio Oriente
Sólo que la guerra está en barrios principalmente
Y los soldados son delincuentes contra inocentes.
Y yo te apuesto que no hay puesto ya libre en el autobús
Ni camas en el hospital pa' que madres den a luz
Ni cupos en la central para esta juventud
Que muere joven, porque a los barrios no llega Jesús”.
Así suena Clima Tropical de Canserbero
“La autopista sin luz y los pueblos sin asfaltado
Mientras da un discurso bonito el jefe de estado
Ve cuánto ha aumentado el petróleo desde el año pasado
Por ca' mil barriles producidos hay un desempleado
Que se ha decidido a cometer acto ilegal
Esa es la causa principal de la maldad venezolana
Tan grande, casi como Canaima y la Gran Sabana
La maldad de la ventana, la mentira en la esquina
Las cárceles inhumanas, la policía corrompida”.
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La infancia de Canserbero se desenvolvió, principalmente, entre dos barrios. El Junquito, en un despeñadero de Caracas y en Las Ánimas, en Maracay. Del primero, su familia se fue para evitar un entorno peligroso en el que los malandros se convertían en los dueños de las calles.
Por eso doña María del Carmen y don José González, mamá y papá de Canserbero, empacaron sus cosas y se fueron para la capital del Estado Aragua. Allí don “Cheo”, pese a que era técnico en bombas hidráulicas, tuvo que ponerse a vender helados porque la empresa en la que trabajaba quebró. Tirone tenía entonces solo cinco años, pero los recuerdos que construyó en la infancia los convirtió luego en canciones. En los esfuerzos de su padre, quien esperaba que los niños de la escuela San Isidro saliera a comprarle paletas, entendió la definición de dignidad. Canta en el coro de “Martillos y ruedas”:
“Hermano, no te dejes decir clase baja, no
Levanta tu frente tan alto como puedas
La clase baja son esos que viven del pueblo
Dando limosnas a la clase obrera”.
En ese tema, Canserbero deja ver los contrastes de las desigualdades que se vivien en Venezuela que, repito, no son las disigualdades exclusivas de ese país, son las mismas del sur global. A través de Juan Pérez, un vendedor de diarios que se sube a los buses, retrata las dificultades de la clase obrera.
“Levanta tu espada de la dignidad y sapiencia
Carga tus derechos, dispara tu fusil de conciencia
Ya que es la ignorancia la que hace a los pueblos pobres
Y los hombres de rodillas son más rodillas que hombres”.
“Juan Pérez es el campesino, el profesor
El de la bodega, el heladero, cualquier con valor
Juan Pérez, el estudiante, el agricultor
El periodista, la madre soltera o el madrugador
En cambio, la clase baja es la policía
Que te dice “Quieto y cédula” en vez de los buenos días”.
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El colombiano Will Martínez, quien fue parte del equipo de trabajo de Canserbero, habla para El Espectador de lo que, considera, es uno de los legados más valiosos del rapero venezolano:
“El intentar hacer que la gente que venimos de barrios populares se instruya. Creo que ese fue el máximo. Él venía de unas condiciones muy difíciles, de un entorno muy complicado y pese a eso era una persona que le gustaba instruirse, aprender y a educarse. Siento que ese fue su legado realmente: hacer que el rapero entendiera que no por el hecho de venir de un barrio difícil, no pueda ser una persona letrada”.
Al respecto la rapera colombiana Diana Avella, quien en 2012 estuvo de gira con Canserbero, en el marco del concierto Latinoamérica Unida, lo recuerda como “un hombre profundamente político, no en el sentido electoral, sino de consciencia y que utilizó su música y sus letras para reflexionar sobre la incidencia política y social del rap en América Latina”.
El pianista colombiano César López, quien grabó con Canserbero las canciones “Tiempos de Cambio” y “Jamming Sin Fronteras”, le dice a este medio que, además del álbum de piano y rap que les quedó pendiente, el Can “esperaba convertir todo ese reconocimiento que le estaba llegando, en un impacto social muy grande para su comunidad en un momento en el que Venezuela se estaba deteriorando a los vuelos. Por fortuna su música sigue generando reflexiones y de eso se trata, que la obra le sobreviva al artista”.
Un cierre para estas líneas con una estrofa de “Clima tropical”:
“Qué linda Venezuela, qué grande Simón Bolívar
Y su cara en billetes, pa' los más pobres desconocida
Guayana Esequiba con rayas en nuestro mapa
La papa está escasa, la tasa de la violencia en alza
¿Belleza natural? Cierto ¿Paraíso? Completa farsa
Porque en el paraíso no se amenazan, se abrazan”.
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Les invitamos a visitar este domingo 19 de enero en la web de El Espectador el especial “Diez años sin Canserbero. No se muere quien se va, solo se muere el que se olvida”, un homenaje al legado del rapero venezolano.