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Carin León sabía que esta noche no era una más. Me lo había dicho horas antes, todavía con un punto de incredulidad en la voz: es un logro grande, casi impensable para aquel músico que hace unos años veía a Colombia como un sueño remoto. “Regresar unos años atrás y pensar siquiera en pisar territorio colombiano con mi música ya era algo grande. Estar ahora en este estadio, llenándolo de esta manera, con un público que nos quiere muchísimo, es algo que agradezco de corazón”, confesó mientras ultimaba detalles de su debut en El Campín. Y esa mezcla de gratitud y vértigo terminó marcando todo lo que pasaría después.
La noche arrancó puntual, sobre las ocho, con el mariachi La Corona. El grupo apareció como si fuera una orquesta híbrida: solos de rock, arreglos que por momentos sonaban sinfónicos y un calentamiento progresivo que fue acomodando al público en el camino hacia lo que sería la única parada del Bocachueca Tour en Colombia. Durante una hora trazaron el ambiente: un puente entre fiesta y solemnidad, la antesala exacta para un estadio que ya estaba lleno y listo.
Así fue el show de Carin León en el estadio El Campín de Bogotá
El sonorense se hizo esperar. Poco más de una hora después, cerca de las diez, las pantallas se encendieron con un video tipo película que planteaba una narrativa de viaje, frontera e identidad, ese recurso que muchos artistas usan para abrir un universo antes de pisar el escenario, pero aquí funcionó como verdadero prólogo. Cuando el fuego y el humo estallaron, El Campín respondió como si hubiera estado conteniendo la respiración.
El arranque fue directo: Me la aventé y Secuelas de amor marcaron el tono. A mitad del impulso apareció el primero de los grandes invitados: Silvestre Dangond. El cruce de elogios entre ambos no se sintió de compromiso. Carin le soltó: “Tú no sabes lo que significas para la cultura latinoamericana y lo mucho que te admiramos”, y el guajiro devolvió la cortesía con la efusividad conocida: “Orgullo es verte triunfar en la ciudad que más amo en todo el mundo: Bogotá”.
Cantar juntos Si tu amor no vuelve terminó siendo uno de los picos de la noche. No solo por la reacción del estadio, sino por la dedicatoria implícita a Wilfran Castillo, a quien Carin León llamó uno de los grandes poetas de la música latina. Esa línea abrió la puerta para más: Cosas sencillas, la colaboración de ambos, y luego Hoja en blanco, ya sin Silvestre en escena, pero con la misma energía.
El segundo invitado fue Carlos Rivera, que llegó, cantó El amor de mi herida, y dejó una estela de camaradería sincera. Sin mucho discurso ni artificio —con gestos que decían más que las palabras— Carin siguió recorriendo su repertorio, alternando éxitos propios y clásicos rancheros de Vicente Fernández, y de otros artistas de su tierra natal, como quien traza la ruta entre sus raíces y su futuro musical.
El cierre de los invitados vino con Kany García, que aterrizó desde Puerto Rico para cantar Te lo agradezco. Fue un punto de conexión emocional fuerte, ese tipo de aparición que cambia la temperatura del estadio por un par de minutos.
Al final, mientras el concierto avanzaba hacia sus últimos compases, volvía a tomar forma lo que Carin había dicho antes de subir al escenario: “Colombia me ha dado demasiado cariño, demasiado amor. Desde la primera vez que vine me recibieron con los brazos abiertos”. Esa idea terminó siendo casi la columna vertebral de la noche. El Campín lo sintió, él lo devolvió a su manera, y ese intercambio fue lo que sostuvo un debut que se notaba importante para todos los que estaban ahí.
