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Las letras como espejos: el legado de Canserbero

A 10 años de la muerte del rapero venezolano, revisamos algunas canciones de sus álbumes “Vida” y “Muerte” para comprender el sentido de las letras que marcaron a una generación.

Andrés Osorio Guillott

18 de enero de 2025 - 05:00 p. m.
Tras 10 años de la muerte del rapero venezolano, revisamos algunas canciones de sus álbumes “Vida” y “Muerte” para comprender el sentido de las letras que marcaron una generación
Foto: Ilustración: Viviana Marcela Velásquez Bello
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Fue el filósofo alemán Martin Heidegger quien dijo que los humanos somos seres para la muerte, argumentando que como especie somos conscientes de nuestra mortalidad, rasgo que nos distingue de otros seres vivos.

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Tirone José González Orama, a quien conocimos como Canserbero, no sería la excepción a lo dicho por Heidegger, pero en su caso esa consciencia vino acompañada de dos tragedias tempranas en su vida: la muerte de su mamá cuando tenía ocho años y el asesinato de su hermano cuando tenía 12. Uno solo de estos hechos habría sido suficiente, pero la suma de ambos marcó una visión melancólica de la vida que veríamos tiempo después en sus canciones, que no fueron pocas para su corta vida, pero quizá sí para lo que muchos hubiesen querido seguir escuchando.

Sara Kapkin, en un artículo publicado en este diario en 2022, describió mejor de lo que yo pude haberlo hecho el origen del nombre artístico del rapero venezolano: “Canserbero como el can Cerbero, uno de los seres más emblemáticos del mundo de los muertos de la mitología griega, el perro de varias cabezas y un ladrido estridente e inconfundible, guardián del inframundo encargado de custodiar la entrada e impedir el regreso de las almas al mundo de los vivos. Un ser mítico descrito como insometible, ingobernable e indescriptible, como el rapero”.

Fueron seis álbumes los que dejó en su carrera, pero quizá los más representativos fueron “Vida” (2010) y “Muerte” (2012). Estos han sido objeto de análisis en reiteradas ocasiones, y lo son porque como pasa con todo artista, allí donde más aparecen sus rasgos autobiográficos es donde más interés se despierta. Buscamos con cierta terquedad vernos en esas historias, como si al comprender por qué fueron lo que fueron a quienes admiráramos, pudiéramos también comprendernos y encontrar sentidos de vida.

En “Vida” aparece un Canserbero más humano, uno que expone sus confrontaciones, sus dudas, su intimidad, uno que se pregunta: “¿Y la felicidad qué?”. “Mil preguntas me invadieron sin respuestas (la más simple fue) / Si hay un justo Dios, ¿por qué esto ha de pesar”, dice la letra de “Hace falta soñar”. Aparece también el eco del pequeño Tirone José en “Ley del hielo”, ese niño que se pregunta dónde está su mamá: “Ya he contado bastante y no te encuentro, basta de este juego / (Basta de este juego, basta de este juego, ya) / Cierro los ojos y ahí estás, los abro y noto que estoy ciego. / Cuando por fin te encuentro, trato de alcanzarte y nunca puedo / (Nunca puedo, trato de alcanzarte y nunca puedo). / Si no apareces pronto, juro que te buscaré en el cielo”.

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“Muerte” no deja de ser intimista, pero Canserbero ya no solo mira hacia dentro para cantarle a la condición humana, también mira por la ventana, camina las calles del vecindario, observa su alrededor y aparece el otro componente fuerte de su música, uno que inevitablemente tenía que ser parte de sus canciones, pues quien se dedica al rap también compone para cantar lo que en su sociedad no funciona. Y así como ahora, 10 años después, en ese entonces las cosas tampoco eran fáciles ni en Venezuela ni en otras partes del mundo. “Sin más rodeos les comento / Que el mundo en el que estamos viviendo / Se va mientras me estás oyendo / Que mientras esta rima llega hasta tu oído / Fallece gente, pues la muerte es más rápida que el sonido / Señores, déjenme decirles que les han mentido / Que el planeta está mal y muchos ya lo dieron por perdido”, cantó Canserbero en “Un día en el barrio”.

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Rabia, ira, venganza. El pesimismo más degradado aparece en “Jeremías 17-5” y en “Es épico”. “Yo sueño con amor porque sé que, en el fondo, nosotros amamos / Si canto rabia, es para desahogar por dentro / Como cuando Cristo echó a los comerciantes de su templo”, dice la letra de “Es épico”. ¿Y se fijan? Dios, la religión, esa creencia y ese culto a Canserbero no le cuadraron y en sus canciones mostró más de una vez referencias que cuestionaban esa fe, pues sus mismas vivencias lo hicieron descreer de todo amparo, reflejando también esa visión bajo la cual los males del mundo demuestran la inexistencia de un ser superior benevolente.

Canserbero reforzó la relación del rap con lo social, se erigió como un referente del género cuando en la época quizá había pocos, y lo hizo también otorgándoles a sus letras algo más que una conciencia de los males del mundo: el peso de ser nosotros mismos, de cargar con nuestros traumas, dolores y preguntas. En su legado, que para cada uno tiene su significado, está precisamente eso, haber logrado que todos, de una u otra forma, sintiéramos que él estaba cantando nuestra vida, nuestro tiempo y nuestro mundo.

Les invitamos a visitar este domingo 19 de enero en la web de El Espectador el especial “Diez años sin Canserbero. No se muere quien se va, solo se muere el que se olvida”, un homenaje al legado del rapero venezolano.

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