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Es muy grato constatar que la investigación en música en el país se sigue fortaleciendo cada vez más. Uno de los frentes en lo que esto se evidencia es el de la musicología. En los últimos años, en particular entre el año pasado y este, se han doctorado varios musicólogos colombianos en el extranjero. Uno de ellos es Sergio Ospina Romero, quien el pasado mes de mayo presentó su tesis en Cornell University, en Estados Unidos. (Le puede interesar: "Comisiones y Retratos": el cierre de la Temporada de Conciertos 2018)
Como continuación del ciclo de conferencias Doscientos años de identidades musicales en Colombia organizado por el Banco de la República en el marco del proyecto Bicentenario de una nación en el mundo, el pasado lunes 22 de julio en la Biblioteca Luis Ángel Arango tuvimos la suerte de escuchar a Ospina presentando la conferencia Fonógrafos ambulantes en la era de la grabación acústica: las expediciones de la Victor Talking Machine Company por América Latina. La conferencia contó con una buena asistencia de un público variado que estuvo atento a la interesante temática abordada aquella tarde. (Le puede interesar: Sonidos para sorprenderse en la Sala de Conciertos)
Muy poco es lo que se conoce sobre la historia de las grabaciones fonográficas en el país, aun menos sobre la era de las grabaciones acústicas que marcaron el inicio de la industria musical en Latinoamérica y que, como señaló Ospina, propiciaron la circulación internacional de algunas músicas locales colombianas. (Además: James Johnstone y un concierto inolvidable)
La antesala de lo que en la década de los ochenta se conoce como world music comenzó mucho antes, a principios del siglo XX, gracias a las expediciones de los ‘scouts’ –como los llama Ospina– agentes que fungían tanto de especialistas como de toderos contratados por la Victor Talking Machine Company para viajar por diferentes países en búsqueda de músicos para producir discos de cera que posteriormente serían comercializados en el creciente mercado internacional del entretenimiento promovido principalmente desde los Estados Unidos e Inglaterra.
Ospina organizó la charla en torno a cuatro momentos. Comenzó haciendo un breve recorrido por las expediciones de los fonógrafos ambulantes de la Victor. Posteriormente, habló sobre los desafíos técnicos y logísticos que representaron esas expediciones de grabación, principalmente en América Latina y algunos países europeos. Luego, a través de ejemplos musicales, se refirió a los repertorios, tanto ‘familiares’ como ‘desconocidos’ que se grabaron en estas expediciones, para finalizar refiriéndose a la llegada de la Victor a Colombia en 1913.
En esas primeras décadas del siglo pasado, el fonógrafo representó una revolución tecnológica que difícilmente podemos dimensionar actualmente en la era digital. Sin embargo, la tradición de las exhibiciones universales, la fascinación global frente a las nacientes técnicas de grabación acústica y los fonógrafos marcaron un antes y después en la recepción musical que, según Ospina, no ha sido tan reconocido en la historia del surgimiento de la industria musical y del entretenimiento.
Ospina afirmó que la producción de músicas locales en discos antes de 1925 fue similar en América Latina. Las expediciones de los scouts de la Victor duraban usualmente entre dos y tres meses. Durante la primera década del siglo, los viajes se concentraron en México, Argentina, Brasil y Cuba.
Además de ilustrar su argumento con fotografías de archivo, Ospina nos sumergió por momentos en el ambiente sonoro de la época con ejemplos musicales de algunas de las grabaciones. También hizo alusión a otro aspecto muy interesante: la evolución de la percepción del sonido a través del tiempo y los avances tecnológicos. En efecto, algunos oídos contemporáneos podrían calificar de ‘malas’ aquellas grabaciones en disco de cera que tenían un sonido poco limpio, sin mucha definición. Sin embargo, la calidad del sonido de esas primeras grabaciones es equiparable a lo que hoy la industria llama high definition.
Ospina habló sobre los desafíos planteados por estas grabaciones acústicas. Cada sesión de grabación era única por todo lo que implicaba logística y materialmente. Pudimos comprender cómo se realizaba esa labor experimental de grabación a través de las bitácoras de los scouts. Además de los datos básicos de los músicos y temas grabados, en dichas bitácoras se anotaba el número del disco de cera utilizado para la grabación, el tipo de bocinas -que por lo general eran dos, tres o cuatro- y los tipos de conectores utilizados en estas.
La conferencia concluyó con la expedición a Colombia en 1913, que constó de 120 grabaciones que reunieron a diecisiete artistas y ensambles musicales. Ospina enfatizó que quienes participaron en esas sesiones de grabación hacían parte de una red selecta de intermediarios que definían cuáles músicas debían grabarse y cuáles no.
Hizo también hincapié en una problemática compleja y también de actualidad: las relaciones asimétricas entre músicos y productores, y las desiguales dinámicas norte/sur de la industria musical. Estos aspectos se enmarcan en la colonialidad del poder y del saber que ha afectado el campo cultural y que sigue siendo una realidad hoy día. De tal modo, si se tiene en cuenta el particular momento que, desde hace unas décadas atraviesan ciertas músicas colombianas al circular en festivales de músicas del mundo y mercados culturales, este tipo de problemáticas no se pueden pasar por alto.
En definitiva, la conferencia de Ospina iluminó un momento histórico de nuestro campo musical poco conocido pero que fue seminal para los procesos posteriores de producción, comercialización, circulación y transformación de las músicas populares colombianas.
* Etnomusicóloga de Saint-Denis Université (Paris 8) y del EHESS de París. Desde el 2012 es docente e investigadora del Programa de formación musical y la Maestría en músicas colombianas de la Universidad El Bosque.