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En vida, Canserbero no llenó estadios, pero su arte es una bandera alzada por las manos de quienes no se rinden, un grito colectivo que desafía al silencio. Y así quedó demostrado hace tan solo unos meses, cuando la selección venezolana de fútbol celebró un triunfo histórico en la pasada Copa América 2024. Tras una victoria que hizo vibrar a toda Venezuela, Yeferson Soteldo, figura y corazón de la “vinotinto”, irrumpió en la zona mixta del estadio SoFi de California con un parlante que resonaba la canción “Es épico”. Porque las victorias de un pueblo también son las victorias de sus poetas. Y Canserbero, con sus palabras, escribió un país tanto como Soteldo lo soñó con sus pies.
Canserbero...La vida es un viaje, no una estación
Pero más allá de sus canciones, la historia de Canserbero sigue viva en los testimonios de quienes mejor lo conocieron: sus familiares, sus amigos y sus hermanos del Rap. En un momento en el que las teorías, las sombras y las mentiras han intentado opacar su memoria, una verdad logró abrirse paso: un documental del periodista venezolano Luis Olavarrieta que tejió un retrato profundo y humano del hombre detrás de la leyenda: Tirone José González Orama.
En su documental, Olavarrieta nos lleva más allá del mito y nos entrega al joven que amó y fue amado, al niño que asombraba a sus maestros con su mente inquieta, al hermano que encontraba en los abrazos de su familia un refugio. Nos lleva a los primeros poemas escritos en libretas escolares, dedicados a esos amores que llenaron de luz sus días adolescentes. Y nos recuerda la admiración que despertaba entre sus colegas, aquellos raperos de las calles que fueron testigos de su ascenso: de chico prodigio a profeta urbano.
A lo largo de cuatro capítulos, este documental (publicado en el canal de Youtube de Luis Olavarrieta) desentraña las aristas de su vida que fueron las raíces de su arte: la historia de amor que sembraron sus padres, las luchas internas que moldearon su carácter, y las pequeñas victorias que lo empujaron a desafiar al mundo con un lápiz, un micrófono y su voz como únicas armas. Porque para entender a Canserbero, hay que conocer a Tirone José. Y es a través de estos relatos que volvemos a encontrarnos con él, no como un mártir ni como una figura trágica, sino como un ser humano cuya vida sigue iluminando las noches más oscuras.
La Sabia Escuela
La historia de Canserbero no ha llegado a su punto final; sigue escribiéndose, una línea a la vez, en las memorias del tiempo y en los ecos del Rap latinoamericano. En los pasados Latin Grammy, el Can volvió a hacerse presente de una manera tan inesperada como poderosa. En la categoría de “Mejor Canción de Rap/Hip Hop” resonó un nombre que guarda en sí el peso de dos generaciones: La Sabia Escuela. Una colaboración que no solo une a tres grandes del Hip Hop venezolano, sino que celebra la inmortalidad de su legado. Canserbero, Akapellah y Lil Supa, cada uno con su voz única, trazaron un puente entre lo terrenal y lo eterno.
La canción, parte del último álbum de Akapellah, Pedro Elías, es una reafirmación de lo que el Can predicó en vida con su verdad punzante: “Estoy dispuesto a demostrar que hay Canserbero incluso después de la muerte.” Porque su espíritu, indomable y feroz, sigue escribiendo capítulos nuevos en la historia del Rap y dejando en claro que la muerte no puede callar a quienes hablan desde las entrañas.
Muy buenas noches, barrio
El “niño terrible del Rap” sigue siendo un faro en la memoria colectiva del Hip Hop latinoamericano. Su legado resuena en entrevistas, canciones y vivencias que aún se cuentan con profunda admiración. Así lo recordó hace unos meses el freestyler Aczino en el podcast The Abacus Experience: “Yo le puse canciones mías, las escuchó, me dio consejos. Lo volví a ver meses después y me saludó, se acordaba”. Porque eso hacía Canserbero: sembrar recuerdos en quienes tuvieron el privilegio de cruzarse con él, con su humanidad, con su espíritu inquebrantable.
Pero si hay alguien que lleva el recuerdo del Can con el peso de una hermandad incondicional, es el rapero cubano Rxnde Akozta. En una ocasión, al rememorar la primera vez que vio al Can en vivo, en Plaza Venezuela, lo describió con palabras proféticas: “eso se sabía, era un talento que se veía venir. El chamaco estaba destinado a cambiar el curso de la historia del Rap. Como para mí también lo hizo Aldo, con Los Aldeanos. Para mí ellos son dos de los pilares que ayudaron a cambiar el rumbo de la historia del Rap en América Latina, por lo menos a nivel underground, independiente”.
Rxnde Akozta no solo recuerda al Can como un pilar, sino como un hermano. Con un verso que rinde tributo tanto a su identidad como cubano como al vínculo eterno que lo une a Venezuela, Rxnde rapeó: “Nací en La Habana, soy habanero y el corazón en Venezuela, donde nació Canserbero”. Una declaración que une su amor por Cuba con la timba de NG La Banda y que a su vez celebra al Can como artista y hermano.
Igual que lo propone Rxnde en otra de sus canciones, yo también seguiré con mecha y fuego honrando la luz del Chamo González. Porque con cada verso suyo que vuelve a escucharse, sigue ardiendo con la fuerza de quien nunca se deja olvidar.
Les invitamos a visitar este domingo 19 de enero en la web de El Espectador el especial “Diez años sin Canserbero. No se muere quien se va, solo se muere el que se olvida”, un homenaje al legado del rapero venezolano.