Kendrick Lamar, el joven prodigio de las artes

El último año ha sido uno de los más importantes para este rapero estadounidense, que ganó un Pulitzer con su más reciente disco: “DAMN” y que además estuvo nominado al premio Óscar a la mejor canción con “All The Stars”.

Mónica Rivera Rueda
01 de abril de 2019 - 02:00 a. m.
 En 2016, la revista Time nombró a Kendrick Lamar como una de las 100 personas más influyentes del mundo. /  Joel C Ryan
En 2016, la revista Time nombró a Kendrick Lamar como una de las 100 personas más influyentes del mundo. / Joel C Ryan

El joven prodigio del rap estadounidense ha sabido desenvolverse en todos los escenarios artísticos. Y no es para menos, pues con su último disco obtuvo cuatro nominaciones a los premios Grammy y un Pulitzer, que antes de él solo habían recibido grandes estrellas de la música clásica y el jazz.

Para rematar, su trabajo como compositor y productor también vio sus frutos sobre la alfombra roja de los premios Óscar, pues en su más reciente edición fue nominado a mejor canción de banda sonora con “All The Stars”, uno de los temas que hizo para la película Black Panther.

De esta forma le da más que validez a una frase que hace seis años dijo Pharrell Williams: “Kendrick Lamar es el Bob Dylan de nuestra era” y, de paso, con 31 años y cuatro producciones discográficas, es el nuevo rey del hip hop.

Para entender qué lo ha llevado a destacarse entre los más grandes, hay que conocer cómo se desarrolló en la escena artística. Por un lado está la escritura, pues desde que estaba en primaria empezó a componer poemas para sus compañeros y, por el otro, la música, que lo ha acompañado desde que tiene memoria, ya que su padre se encargó, desde que era muy pequeño, de hacerle saber quiénes eran 2pac y Dr. Dre. Fue precisamente la figura paternal en su infancia la que él más destaca. “Cuando tienes un padre en tu vida, haces algo, él te mira y te dice: ‘¿Qué diablos estás haciendo?’ Poniéndote en tu lugar, haciéndote sentir tan pequeño. Eso fue un privilegio para mí. Mis compañeros, sus madres y abuelas pueden haberles enseñado el amor y el cuidado, pero no pudieron enseñarles eso”.

Esto no puede ser visto como un discurso machista, sino desde la cabeza de un niño que nació y creció en Compton, California, en medio de un ambiente en el que el poder lo tenían las pandillas, la mayoría de los niños eran hijos de trabajadoras sexuales y tanto el alcohol como las drogas eran el pan de cada día.

El músico comenzó a destacarse desde la escuela Centennial High School, donde también estudió Dr. Dre. Allí Kendrick comenzó a darse a conocer como K-Dot. Su éxito lo llevó a producir una mixtape a los 16 años, que un tiempo después le garantizó un contrato con la disquera Top Dawg Entertainment, con la que ha trabajado desde esa época hasta hoy.

Las letras que componía en ese momento no eran muy diferentes a las actuales. Desde siempre ha tomado como materia prima la realidad que le tocó enfrentar como niño, la de sus amigos, que siempre fueron mayores que él y, a fin de cuentas, la misma violencia, que lo hizo ver a gente morir.

Es tal el apego que generan sus letras, que de forma casi sistemática y muy simétrica, las rimas con que rapea se escuchan como un vívido discurso de un político que quiere dejar en claro que eso que él vivió es la complejidad de la vida afroamericana moderna.  

“Odias a mi gente, planeas exterminar mi cultura. Eres el diablo, quiero que veas que soy un mono orgulloso. Vandalizas mi percepción, pero no puedes robarme mi estilo”, replica alto cada vez que interpreta la canción “The Blacker The Berry”, uno de los himnos de su carrera musical.

Su talento lo llevó rápidamente a lo más alto. Tras firmar contrato con la disquera comenzó a hacer colaboraciones con Jay Rock y Lil Wayne. Dos años más tarde, se comenzó a posicionar en la escena mundial con “Ignorance Is a Bliss”, mientras que en 2012 ya era uno de los más grandes de la industria tras la publicación de Good Kid, M.A.A.D. City, con la que consiguió cuatro nominaciones a los premios Grammy.

En 2017 publicó uno de los discos más esperados: DAMN. Con colaboraciones de Rihanna, Zacari y hasta Bono, este disco muestra a otro Kendrick: uno sofisticado, con el poder de mezclar las rimas más complejas con lo elemental, también más cercano a lo electrónico e industrial, todo esto partiendo desde lo más básico: “Humble”.

“Todo lo que pude pensar fue en ‘La sinfonía’, de Marley Marl, y en los primeros momentos del hip hop, donde es una simplicidad compleja, pero también es alguien que hace movimientos. Ese ritmo se siente como mi generación, ahora mismo. Lo primero que me vino a la cabeza fue: ‘Sé humilde’”, señaló en una entrevista que dio a Rolling Stone.

Este trabajo fue lo que se destacó en la entrega del Pulitzer. No solo se habló de su talento como productor, el cual, asegura, debe seguir cualquier artista al entrar al estudio para que haya una cohesión real en el resultado, sino también esa capacidad de sintetizar una realidad tan presente en un trabajo artístico.

Aunque su vida es hermética y poco ha dado de qué hablar, no ha sido ajeno a la política, pues fue cercano a Obama y ha tenido fuertes roces con Donald Trump. Sobre ambos ha dicho que “las diferencias clave (entre los dos presidentes) son la moral, dignidad, principios y sentido común. ¿Cómo puedes seguir a alguien que no sabe cómo acercarse a alguien ni hablar amablemente, con compasión y sensibilidad?”.

No toma, en el escenario se aviva con el público pero fuera de él mantiene una calma que muchos envidian. A Bogotá llega en medio de una gira latinoamericana por festivales como el Lollapalooza en Chile y Argentina, más allá de presentar DAMN, para mostrar ese carácter que lo define y la disciplina que lo identifica como uno de los artistas más destacados de la escena musical.

Por Mónica Rivera Rueda

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