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Miguel López (der.) acompañado de Jorge Oñate (Izq.) En el Festival Vallenato de 1972.
Foto: El Pilón
“El que toca un acordeón también debe cantar”.
Esa era la tajante consigna de los juglares vallenatos por los años sesenta. Para esa década comenzó a escindirse la figura del habilidoso juglar que componía, cantaba y ejecutaba el acordeón. Algunos acordeoneros buscaron a vocalistas para descansar su voz en los intérpretes de las canciones que tocaban en parrandas.
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Por Alberto González Martínez
Vallenato formado en la Universidad de Antioquia. Todos los géneros periodísticos los fusiona con la crónica. Aprendió la crónica de escuchar canciones vallenatas. Ha escrito sobre música, cine y demás.albertosartreagonzalez@elespectador.com
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