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Productor de grandes discos de rock en español, como El espíritu del vino, de Héroes del silencio; La pipa de la paz, de Aterciopelados; Vagabundo, de Robi Draco Rosa, entre otros, el también músico y guitarrista Phill Manzanera supo encontrar el equilibrio perfecto entre la música latina y el rock.
Hijo de padre inglés y madre colombiana, Manzanera pasó por Cuba, Venezuela y Colombia durante su niñez y juventud. Su pasión por la música siempre estuvo latente, y al estar sumergido entre los sonidos latinos y la música anglo logró adaptar un mestizaje musical que lo llevó a producir álbumes con un éxito irrefutable, desde The Endless River, de Pink Floyd”, hasta Circo Beat, de Fito Páez.
La primera vez que Manzanera produjo un disco fue en 1990, y lo hizo para la banda malagueña Los Mosquitos. Ese mismo año también produjo el álbum de la banda española Héroes del silencio titulado Senderos de traición. Gracias a estos dos trabajos el músico y productor fue posicionándose poco a poco en la industria musical latina.
Manzanera le contó a El Espectador cómo logró incorporar este mestizaje de sonidos anglo y latinos, tanto en sus discos como en los álbumes que produce para grandes artistas, y también reveló lo que para él significa hacer música.
Usted es una de las personas que logra hacer que los sonidos latinos se vuelvan hermanos del rock, ¿cómo se logra hermanar estos géneros?
En los años 90 era casi el único productor inglés que hablaba español, por eso entendía las letras, y me di cuenta, por diferentes personas, de que existía toda una cultura alrededor del rock en español en Argentina, en Colombia y en muchas otras regiones. Era una especie de ayudante, que transfería su talento al disco, y como tenía la experiencia de producción por estar al lado de George Martin, productor de los Beatles, cuando empecé a conocer a jóvenes que estaban debutando en los 90, utilicé mi trayectoria y traje ingenieros para que grabaran sus discos. Fue una experiencia muy grata, me sentí honrado de trabajar con estos artistas tan talentosos.
Su charla en el Gran Foro Mundial de las Artes, Cultura, Creatividad & Tecnología en Medellín se trató sobre la música como ámbito para motivar este mestizaje, ¿cómo se logró este mestizaje?
Pasé mucho tiempo de mi juventud escuchando música latina cuando viví en La Habana, Venezuela y Colombia… tenía esa música en mi mente y sabía de su existencia. Al mismo tiempo escuchaba la música anglo y americana, y veía paralelos, por ejemplo, La bamba era tradicional mexicana, y luego Ritchie Valens hizo una versión en inglés con los mismos acordes. Cuando tuve la oportunidad de mezclar cosas, vi las posibilidades de mezclar el uno con el otro, y eso es parte de lo que soy. Soy producto de una mezcla, soy mestizaje.
Además de productor es guitarrista, ¿cómo se aportan estos dos campos entre sí?
Cuando uno hace música es un poco como pintar, son diferentes colores, distintos ambientes, y usando la tecnología que existe actualmente, que aparece en los últimos 50 años, llega la creatividad y ayuda a tratar de crear un mundo detrás de esa canción, es lo que llamo “contexto musical”. Siempre pienso conceptualmente de qué trata la canción, en qué mundo vive la persona que la canta, porque el oyente quiere entrar a ese mundo especial de lo que dice la letra y cómo ella se une con la música. Es una constante toma de decisiones hasta que llegas al producto final.
Cuando escucha el resultado de su trabajo en álbumes como “La pipa de la paz”, de Aterciopelados, o “Vagabundo”, de Draco Rosa, ¿qué siente?
Me siento muy orgulloso de ellos por su excelente trabajo como artistas, solo fui un ayudante que echó sus versos al aire. Siempre me quedo pensando en la suerte que he tenido al trabajar con esos músicos, cuando veo la lista digo “¡cómo es posible!”, porque hay unos discos increíbles.
En algún momento incluyó el tiple en varias canciones. ¿Cuál es la sonoridad de este instrumento?
A mí me encanta el tiple. Cuando tenía 14 años fui a ver a mi tío Paco en Girardot, y me dijo que me iba a comprar uno… fuimos a una tienda y me dijo que eligiera un instrumento; luego, uno de mis primos, me enseñó a tocarlo. Nos sentamos a practicar en la calle y desde ahí me encantó. Creo que alguien robó el tiple de mi estudio, porque no lo encuentro, pero siento un gran amor por ese instrumento.
Cuéntenos sobre su proyecto “Corroncho”, con sonidos tropicales…
En Londres tengo una parte donde está mi estudio, y en la planta baja vive Lucho Brieva, artista barranquillero, que trabaja muy bien escribiendo canciones conmigo, sabe mucho de música. Una vez traducimos una canción para Chrissie Hynde y le propusimos cantar en español, ella aceptó y empezamos a trabajar en eso, cuando la escuchó sonrió y dijo que lo que habíamos hecho era muy chistoso, que por qué no hacíamos un álbum. Nos empezamos a reír porque estuvimos de acuerdo con la idea y se nos vino a la mente la palabra “corroncho”, que no se debe decir, construimos una historia y así empezó este proyecto. Incluso hicimos una versión de Forever Young, de Bob Dylan, la escuchó y le encantó.