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En un mundo frenético y sin pausa, es difícil encontrar los momentos para soltar, dejar ir y cerrar capítulos. La carga emocional se convierte en un peso que solo se combate cuando la mente está ocupada y no tiene espacio para pensar demasiado. Eso y la música son la catarsis de quienes se encuentran cara a cara con todo lo que no han podido dejar atrás.
Esta premisa de lo inconcluso fue la inspiración de Santiago Cruz para crear su noveno álbum de estudio, un trabajo musical que en nueve canciones evoca la nostalgia vista desde los ángulos de la vida y el amor, porque el ser humano es una fábrica permanente de recuerdos que se fragmentan, pero nunca se van.
“Este álbum es nostálgico, porque esa es la esencia de lo que hago. Soy un tipo que siempre apela a las emociones con su música, y lo que pasa con “Nueve” es que su columna vertebral es una pregunta que para mí es contundente: ¿qué hacemos con los recuerdos? Recordar es parte de lo que nos hace humanos, pero si no los gestionamos se nos convierten en lastres, en cargas que no nos dejan avanzar. Al final, si se logra una buena gestión emocional de los recuerdos, eso se convierte en tierra fértil en la que uno puede volver a florecer”.
Las canciones de Cruz son de las que uno busca para sentirse acompañado en momentos difíciles. Son temas que mueven el alma y revuelven. Letras como “Desde lejos”, “Baja la guardia” o “No te necesito” exponen ante millones de personas la melancolía y el sufrimiento profundo que puede dejar alguien que se fue, y en “Nueve” la esencia no cambia, sigue intacta.
“Nueve”, más que un número
Como fiel creyente en el poder de la palabra y los números, se sentó a investigar el significado del 9, y se topó con la definición perfecta para este proyecto musical, que fue producido por su amigo y colega Juan Pablo Vega.
“Cuando me senté a mirar qué tenía de místico este número, me encontré con un significado potente: es transformación, cierre de ciclos, florecimiento, renacer. Me pareció que quedaba perfecto con el concepto del disco, en el que quise ser el ave fénix musical de muchos”.
Musicalmente, es un álbum que tiene influencias variadas, que van desde el pop country y el blues, de artistas como Marcus King, Foy Vance, Nathaniel Rateliff o Mumford & Sons, pasando por el bolero de Julio Jaramillo y los sonidos de Rubén Blades. Es una producción minimalista con algunas excepciones como “La canción para el fin del mundo”, que tiene un final épico con un arreglo de cuerdas imponente.
Juan Pablo Vega, el productor, fue una pieza clave. Su trabajo en conjunto en canciones como “Casi” y “Después de la tormenta” fue escuchado por sus seguidores y la respuesta fue, según Cruz, maravillosa. “Más allá de verlo como amigo, soy un ‘fan’ absoluto de Juan Pablo, de su música y su trabajo como productor. Es una de las cabezas más grandes que tiene Iberoamérica y se está haciendo un lugar muy grande en la industria. Ya habíamos trabajado en algunas cosas, pero tenía claro que lo quería como productor de este disco, porque entiende perfectamente quién soy como artista, conoce mi trayectoria y está actualizado en las tendencias musicales del momento”.
La composición, su terapia
Las canciones que componen el disco son producto de un proceso de sanación. Escribirlas fue la una forma de desahogarse y expresar lo que no puede decir en palabras. Lo ve como una herramienta de gestión emocional en dos vías: para él, como compositor como para el público que la escucha. “A veces encontramos que el artista que nos gusta logra poner en palabras lo que estamos sintiendo y no sabemos cómo decirlo, o tal vez nos muestra cosas que no sabíamos que estábamos sintiendo hasta que escuchamos la canción. La música te levanta en las celebraciones y te abriga en las tristezas”.
Desde que comenzó a hacer música, a principios de los 2000, la composición ha sido la terapia que le da para vivir y la única salida que ha encontrado para que no le duela tanto la vida. Su carrera y su vida personal estuvieron empañadas en algún momento por problemas de adicción al alcohol y las drogas, no siempre fue fácil vivir bajo los excesos, pero la música era, es y seguirá siendo su refugio.
“El gran teatro”, un sencillo de despecho “rabón”
Difícil pensar en una colaboración más “cortavenas” que Santiago Cruz junto a Andrés Cepeda. Se unieron para cantar este sencillo que pertenece a “Nueve”, y el resultado es abrumador, pero la historia es aún más interesante.
Luego de la pandemia, Cruz viajó a Quevedo, un pueblo de Ecuador en el que dio con un hombre que, mientras lo transportaba, escuchaba música de Julio Jaramillo. Los boleros más deprimentes que ha escuchado. Decidió hacer la inmersión con su conductor y dejarse llevar. Una tarde, llegó a su cuarto de hotel y escribió “El gran teatro”, un bolero de despecho, según él, muy “rabón”. “Cuando uno se pone a pensar con quién cantar un bolero de despecho es imposible no tener en cuenta a Andrés [Cepeda] con su estilo bohemio y cantinero”.
El álbum y el sencillo se estrenan este jueves 9 de febrero en todas las plataformas.