“Hay que dejar de criar princesitas”: Natalia Ponce

Esta aguerrida mujer dice que hay nada imposible, por ello cree que a los niños hay que enseñarles desde pequeños a ser victoriosos. Asimismo asegura que en su recuperación, además del apoyo de su madre, fue necesario perdonar para llegar a encontrarse a sí misma.

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03 de abril de 2017 - 02:00 a. m.
“Hay que dejar de criar princesitas”: Natalia Ponce

¿Por qué es importante conocer las historias de las mujeres quemadas con ácido?

En mi caso, especialmente, me convertí en una activista y en un símbolo de fuerza y de coraje para muchas mujeres, que además se han convertido en mi apoyo incondicional. Cada día recibo una infinidad de mensajes. Muchas de ellas andan en silencio, con mucho miedo. De hecho, hay muchas que son muy machistas y creo que todos estos mensajes que podemos dar quienes somos activistas y defendemos los derechos dejan siempre algún aprendizaje.

¿Qué tan importante ha sido en este proceso su madre?

Ha sido mi ejemplo, una guerrera y trabajadora. Sin ella no habría vivido y mucho menos hubiera salido adelante y estuviera donde ahora estoy. Ha sido incondicional desde que he sido una niña. Ha sido una mujer muy fuerte y así me lo ha demostrado siempre, nunca lloró cuando yo estaba en el hospital y siempre ha sido muy positiva de seguir adelante, y es así como hay que apoyar a los hijos, nunca convertirlos en víctimas, sino siempre motivarlos a salir victoriosos.

¿Cómo fue su infancia?

Fue muy feliz, en medio de una familia muy grande y rodeada de mucho amor. Mis padres y hermanos han sido personas increíbles conmigo, siendo yo la única niña. También viví mucho en el campo porque mi abuelo era ganadero, además estudié en un colegio de niñas, en el que conocí a mis amigas de toda la vida desde los 12 años.

¿En algún momento llegó a pensar en convertirse en una imagen de resiliencia?

Jamás. Era una mujer como todas. Realmente cogí el camino que era, pues no me quedé victimizada, sino que me convertí en una persona victoriosa y fuerte. Creo que la mente es muy poderosa y tenemos que aprender a usarla, porque no hay nada imposible.

¿De dónde sacó las fuerzas para salir adelante en la recuperación?

Recibí mucho amor de mi mamá. Cuando salí del hospital Simón Bolívar una amiga me abrió la página “Todos con Natalia”, y en un mes recibí 42.000 mensajes, que me demoré seis meses en leer y eso fue mucha fuerza positiva de gente, que no creí fuera tan fuerte. Desde ahí me propuse a perdonar y olvidar.

¿En qué momento nació la idea de crear una fundación?

Desde que estaba hospitalizada. Compartí cuarto con mujeres humildes, porque el hospital es público, y en ocasiones no había sábanas ni cosas básicas, y ante esa situación mi familia comenzó a ayudarlas. Ahí tuve la capacidad y la fuerza de hacer algo más grande y no pensar sólo en mí. Los médicos son unos duros, a mí me han realizado 30 cirugías, pero la situación adentro es difícil.

¿Qué hace la fundación para ayudar a las mujeres quemadas?

Protegemos los derechos de las mujeres que han sido atacadas con químicos y brindamos asesoría legal, en conjunto con el consultorio jurídico de la Universidad del Rosario. También trabajamos en temas de estadísticas, porque no tenemos en el país, y el proyecto grande es crear una unidad de quemados que ofrezca todos los servicios, porque un quemado necesita más que un quirófano y una camilla, un espacio para recuperación, rehabilitación y seguimiento.

¿Por qué fijarse en la violencia psicológica?

Hay mucho silencio. No hay mucha confianza en las mujeres de denunciar. Todo comienza en casa y si no nos concentramos en la educación de los niños no vamos a avanzar en nada. Hay que empoderar a los niños, dejar de criar princesitas y formar guerreras.

¿Por qué es importante perdonar?

La única manera de encontrarse con uno mismo es perdonando, y de corazón. Liberándose de toda esa ira y esa rabia, llegué a odiar demasiado con muchas ganas de venganza y pasé al otro extremo a sentir mucho amor. Y creo que perdonar es libertad, porque el odio es una cárcel.

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