“No hago películas para cambiar el mundo”: Camila Rodríguez, directora de “Interior”

En algunas salas del país se proyecta esta cinta, en la que todo sucede dentro de una habitación. Acciones, gestos y miradas dejan al descubierto el lado humano de los personajes.

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18 de septiembre de 2018 - 02:00 a. m.
 Camila Rodríguez busca rastros de humanidad a través de su cine.   / Cortesía
Camila Rodríguez busca rastros de humanidad a través de su cine. / Cortesía

¿Quiénes son los personajes que aparecen en la película “Interior”?

Nacen de las personas y las historias que conocí en ese espacio durante el tiempo que estuve allí: personas que son marcadas por la dureza de la vida y por las condiciones de un país inequitativo e indolente. Personas que tienen condiciones laborales inestables, que trabajan con la angustia de conseguir el diario para dormir en un cuarto de hotel o para comer ese día, que se están moviendo buscando oportunidades, que son víctimas del negocio en el que se convirtió la salud y la vida con la invención de las EPS, que son víctimas de la violencia, de la desigualdad, de una mirada donde el valor te lo da el dinero que se tiene, etc.

¿Las historias se cruzan en algún punto más que en la habitación?

Se conectan a partir del espacio que comparten que es una habitación de hotel. También a través de objetos que van de un personaje a otro como el muñeco Hulk o el dibujo que un niño hace en la pared del cuarto, los botellones de agua que la mujer que limpia el hotel está llenando en el baño y a través del contexto que todos comparten, el cual aparentemente no está, porque siempre estamos dentro de la habitación del hotel, pero que está en ellos, en sus cuerpos y emociones.

¿Cuál es su motivación para hacer un cine reflexivo sobre las víctimas?

No hago películas para cambiar el mundo. No creo que yo o una película tengamos ese poder, así que no tengo pretensiones como denunciar, dar dignidad o transformar. Hay un libro de Didi-Huberman, La supervivencia de las luciérnagas, sobre la tesis de Paolo Pasolini, quien dijo que el capitalismo había matado las luciérnagas, esos rayitos de luz y de humanidad que subsistían en las personas, porque el capitalismo a diferencia del fascismo se adueñó no solo del exterior, sino también del interior de los humanos, enseñándoles qué pensar, qué soñar, qué desear. Huberman argumenta que las luciérnagas no habían muerto, sino que nosotros habíamos perdido la capacidad de verlas en nuestra comodidad, sumergidos en este sistema.

En sus películas explora personajes que están en la búsqueda de algo. ¿Por qué le gusta explorar ese lado de la humanidad?

Me gusta buscar esos rastros de humanidad que persisten en este mundo, aun en los lugares más duros y ásperos, porque eso a mí me da esperanza. Cuando veo las noticias y la manera en cómo la mayoría de los políticos nos mienten de la manera más descarada, y cuando veo la pasividad y la indolencia de nosotros tiendo a perder la esperanza. La realidad me hace muchas veces perder la esperanza y quizá por eso, como una forma de supervivencia, busco luciérnagas y las intento retratar en mi trabajo.

En una época en la que la belleza tiene un valor tan alto, ¿por qué le gusta trabajar con actores naturales y personajes comunes?

Los cánones que nos enseñaron como bellos no son la belleza; un cabello rubio, ojos azules, narices respingadas, cinturas diminutas, pectorales musculosos. Para mí la belleza está en esos gestos con los podemos intuir la bondad del alma, como en la mirada de esa persona que te gusta mientras baila con vos, en una mujer que es capaz de empoderarse. Esos gestos de belleza los veo en las personas que retrato, porque para mí todos somos comunes y corrientes.

La ausencia también es un tema recurrente. ¿Qué significa para usted esa palabra?

El dolor de algo que falta, de algo o alguien que no está presente. Y el dolor siempre es transformador, a veces para bien y lastimosamente a veces no. Nunca se es el mismo después del dolor, y creo que no hay nada más humano que el dolor, que deviene de nuestro estado de vulnerabilidad.

Según usted, ¿qué es lo más ausente que tenemos en Colombia como sociedad?

La dignidad. Saber lo valiosos que somos. Si supiéramos eso dejaríamos de aceptar limosnas de los políticos y empezaríamos a exigir que se nos respeten nuestros derechos.

¿Cómo responde el público a su propuesta cinematográfica?

La mayoría se sale de la sala, prefiere una película de Hollywood o algún programa que no los haga pensar. Eso es normal en este sistema en el que vivimos, diseñado para que la gente busque los lugares más cómodos, y como la realidad no es nunca la que ellos quisieran, prefieren no mirarla. ¿O usted por qué cree que la música más popular en este momento es el reguetón? No creo que sea porque nos inspire a pensar. Pero hay otros, son muchos menos, pero los hay, que al terminar la película se acercan y agradecen por retratar esa humanidad que subsiste en esos lugares, por las imágenes, que se conmueven, que en algún lugar los tocas.

Su película se exhibe en ciertos cines. ¿Qué opina de la clasificación y de la manera de distribución?

No voy a hablar del cine independiente y su distribución, porque creo que es diferente el proceso para cada película. Para mis películas es muy difícil lograr exhibición. Quizás es la parte del proceso más difícil, porque las dificultades que me encuentro en la investigación, en el rodaje o en la posproducción las atravieso con la fuerza del proceso creativo y uno va encontrando los caminos. Pero la distribución es un lugar donde dependes de personas que quieren ganar dinero y allí todo cambia, todo se vuelve gris, pesado, y más cuando haces películas que a ellos no les representan dinero.

Su cine ha recorrido por varias partes del mundo. ¿Cómo es la percepción de sus historias en estos países?

Muy buena. La relación de la gente con este tipo de cine es diferente en cada país. Pero por ejemplo en Francia, donde ahora vivo y donde la gente crece en un contacto constante con el arte, son muchos más receptivos a este tipo de propuestas. Uno lo nota desde el número de personas que asisten a las salas de cine a ver este tipo de películas y también en el apoyo que uno recibe para hacer este tipo de películas, pero siempre que voy a mostrar una película en Colombia tengo miedo de que no la vea nadie.

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