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Y como el azar también se da sus licencias como cualquier versificador, un 28 de julio, día de su cumpleaños, estrenó su primera pierna artificial. En su condición de monópodo lleva 26 abriles con sus noches. La suya es la única prótesis con poema: “Sin pie mi cuerpo sigue amando lo mismo”.
Activista del signo cáncer nació el mismo día que personajes tan disímiles como Hugo Chávez y Jaqueline Kennedy, Jim Davis y Alberto Fujimori, Alfredo Pérez Rubalcaba y Luis Aragonés, Marcel Duchamp y Curro Girón…
Como el 32 por ciento de forasteros residentes en la capital, pegó el grito de independencia doméstico e hizo el tránsito de Medellín a Bogotá en busca del insomnio bogotano siguiendo el consejo de su pragmático taita paisa, Don Alfonso Jaramillo, comerciante y parlamentario godito de amarrar en el dedo gordo: “En Colombia el que escribe para comer ni escribe ni vive”. Y su hijo único, se hizo abogado-economista de la Javeriana en 1970. Cuando quiere asustar a alguien le notifica que es abogado.
Es hijo único solo en la realidad, porque en la poesía inventa parientes: “He aquí que mi hermano menor jugaba unos días a escribir extrañas cartas…”.
Con lo de la doble profesión, quedaba resuelto el problema de chequera que tanto preocupaba a su progenitor, quien desde sus primeros teterados literarios le mostró el camino de las letras cuando le leyó un texto sobre la muralla china. "... oigo aquel relato que me hace flotar fascinado de contento y me hace burbujear algo en el pecho", versificó Jaramillo en su autobiografía por entregas.
El virus literario había sido felizmente inoculado. A su devoción por la lectura ayudó su condición de único y la circunstancia de vivir en el centro de Medellín. Sostiene Jaramillo, cuya obra fue estudiada hace poco en un seminario en EAFIT de la capital de toda la cayana.
En sus viajes a la capital para reabastecer su chuzo en Santa Rosa de Osos, la aldea-diócesis donde imperó durante 40 años el célebre monseñor Miguel Ángel Builes, Don Alfonso compraba “todo libro, cartilla o revista de colores con motivos infantiles que encontraba para jugar con Darío”, me contó en una ocasión.
Jaramillo Agudelo optó por la escritura en sus múltiples advocaciones cuando descubrió que le faltó fútbol en los pies para ejercer como puntero derecho del Independiente Medellín al que le guarda fidelidad del perrito de la Víctor. “Y puede que no sea literalmente cierto que hubo un día en que yo cambié al DIM por la poesía. Pero sí sé que hubo un día en que supe que era la poesía lo que más me importaba, lo que más me importaría en la vida. La poesía en su sentido más amplio y desaforado, la ebriedad sin tiempo de una boca amada, el aroma de un eucaliptus, el laberinto interno de tu reloj de cuarzo, de procesador de datos, un atardecer, un gol, un sorbete de curuba, una voz familiar, Mozart, el galope de un caballo”.
El destino de escribir
Estas y otras confesiones las hace en “Historia de una pasión”, su autobiografía por entregas (cero y van tres): “Ese oficio solitario (escribir) se agota en sí mismo porque dentro de él está el placer que entrega. El placer de la imagen, de la historia que nace dentro de ti y se apodera de tu mano para volverse palabras”.
Alguna vez le pregunté por el nuevo capítulo. Me despachó así: “Por el momento no he pensado en escribir el capítulo cuatro. Creo que ese libro se quedó así.
Haciendo humor negro, a lo que único que me puedo comprometer es a no hacer nada digno de contarse hasta que me muera: entonces así el libro no queda incompleto”. Eso dice el poeta “que está a las órdenes de su noche”, pero no faltará el Mario Jursich, director de El Malpensante, que lo convenza de redondear la faena. Jursich ya lo convenció una vez.
El tiempo se encargaría de la carpintería de volver al vástago de Don Alfonso poeta laureado. En sus inicios fue imitador del panida León de Greiff del que sería antologista, otro de sus oficios. También es suya una certera antología de crónicas. “Cuando un periodista escribe bien está haciendo literatura, así esté redactando una simple noticia”, dejó claro en otra de las entrevistas que ha concedido.
Ha ejercido como columnista, ducho en el arte epistolar, reseñista de libros en Cambio 16, novelista que casi se gana el Rómulo Gallego, y otros “istas”, incluido el de subgerente cultural del Banco de la República por espacio de 22 años hasta su jubilación. Fines de semana festivos y puentes, se liberaba de su condición de burócrata para darle gusto a su pasión. Como no puede dejar las falanges quietas, suele disparar por correo electrónico noticias culturales… Lo encuentran en www.lunalibros.com. "Gozar leyendo" es el nombre de su espacio.
En sus sabáticos de fin de semana escribió, por ejemplo, su novela La voz interior: “Me divertí toneladas. No cambiaría uno de esos fines de semana ni por un campeonato del Medellín”.
A sus 68 y 50 de ejercer como bogoteño sigue haciendo lo mismo sin pensar en que mañana tendrá que triturar horarios: leer, leer, leer, escribir, escribir, escribir.
Y seguir el desempeño del DIM en los estadios, editar libros, o inventar su propio léxico: “Dicciondario”, se llama la obra, impresa en España, donde se lo pelean para volverle libros su imaginación. Se trata de una sobredosis de exquisito, original y demoledor humor en mínimas cápsulas. Por ejemplo: “Bobotá: capital de Bobombia”.
En la Biblioteca Luis Ángel Arango y en el Museo del Oro, no se movía una hoja de un libro, ni una piedra milenaria, sin su visto bueno. Ah, tampoco en la red de 28 bibliotecas del Banco en el millón y pico de kilómetros que nos tocaron en el reparto geográfico.
La hoja debida del paisano de Barba Jacob, Rogelio Echavarría, Bernardino Hoyos, nos revela que el poeta Darío, - “un mentiroso que siempre dice la verdad” - le guarda canina fidelidad a la Carrera Séptima.
Ha estudiado en la Javeriana, vivido en apartamentos en Residencias Tequendama y Parque Nacional, y laborado en el Banco de la República, todos en jurisdicción de la Séptima. Más “boboteño” pa donde.
“Bogotá mía”, es un bello libro a cuatro manos que tiene la poesía en blanco y negro del fotógrafo Hernán Díaz y las imágenes del santarrosano que ha vivido siempre, y no podía ser de otra manera, en apartamentos tomados por los libros, dicho sea con una metáfora robada a Cortázar.
“Bogotá lujuriosa, borrosa Bogotá, Bogotá bella, oscilante como un ahorcado”, canta el hombre que es más conocido en Madrid que en Santa Rosa de Osos, una fábrica de hacer curas que abandonó el 1 de enero de 1955 a lomo de escalera. La temprana diáspora lo llevó primero a Medellín donde hizo una escala técnica antes de continuar el camino hacia su propia Itaca: Bogotá.
Claro que antes sacó tiempo para hacerse bachiller y dejarse deslumbrar por Borges en su primera visita a Medellín en 1965. Intrigó foto al lado del memorioso de Buenos Aires. Sugiere preguntarle al siquiatra Alfredo de los Rios, su compañero de entrevista, por lo que les dijo Borges,
En Madrid, declaró una vez para la agencia Efe: “Procuro que en toda mi literatura haya poesía, porque la poesía es una necesidad vital, una forma de respirar, y lo que determina si algo es bueno o no”.
Poeta con un pie en la tumba
En su andadura vital ha tenido tiempo hasta de pararse, como decía al principio, en “una bomba que no era para mí”. El atentado lo hizo 87% de Santa Rosa y “ciudadano” gringo en un 17%: Es el porcentaje que tiene su primera pierna artificial. “Me acosté en domingo y me desperté en jueves -¿o viernes?- y varios días después me amputaron el pie derecho debajo de la rodilla. Tengo, pues, como cualquier moribundo un pie en la tumba”. Esa pierna no necesita visa para ingresar a USA. Sostiene el propio fabulador.
Enfatiza que sería un insulto llamarla pata de palo y describe la obra de su amigo Steve “como un prodigio de la tecnología fabricado con el metal del proyecto Apolo de la NASA”.
El mismo año de 1989 que pisó la bomba ajena en Sopó, a manera de indemnización los lectores colombianos escogieron uno de los suyos como el mejor verso de amor hecho en Macondo. Es el que empieza: “Ese otro que también me habita…”. La convocatoria fue hecha por la Casa de Poesía Silva que dirigía entonces la amiga de todas sus vidas, María Mercedes Carranza. Y como los verdaderos amigos caben en una sola mano –la metáfora es de la editora Carmen Balcells- al lado de la Carranza menciona a Cobo Borda y a Juan Manuel Ospina entre sus compinches.
¿Cuál es el primer recuerdo que tiene de niño?
Que alguien, no sé quién, me enseña a hacer el nudo de los zapatos.
¿Y el primer recuerdo que tiene de Bogotá?
El barrio La Merced.
¿Por qué vino a dar aquí hace 50 años?
Porque quería salirme de la casa.
¿Lo bueno, lo malo y lo feo de la ciudad?
Lo bueno, el clima. Lo malo, el tamaño. Lo feo, la zona industrial.
La Séptima tiene una influencia especial en su vida: estudió en la Séptima (Javeriana), trabajó en la Séptima (Banco de la República) y ha vivido en la Séptima…
Es cierto, pero es puro azar. No me lo propuse.
¿Quién lo metió en el camino de la poesía?
Tal vez mi padre, pero no tuvo la culpa.
¿Qué tiene del Jaramillo y qué del Agudelo?
De Jaramillo, el amor a las palabras. De Agudelo, el amor al silencio.
El mejor consejo que ha oído.
Mejor cállese.
¿Y el mejor consejo que ha dado?
Mejor cállese.
Paisano de Barba Jacob y Rogelio Echavarría. ¿Con semejantes paisanos es más fácil ser poeta?
Nunca es fácil ser poeta.
¿Propósito que siempre se ha impuesto y que no ha cumplido?
Ir a Machu Picchu.
¿Cosas que se le han quedado entre el tintero?
No lo sé.
¿De qué le gustaría morir?
De repente y dormido.
¿Cree en el más allá?
Sí.
¿Qué piensa del más acá?
El más acá no lo entiendo.
¿Fue traumático el tránsito de Santa Rosa y Medellín a Bogotá?
No.
¿Volvería a vivir en Santa Rosa? ¿En Medellín?
Si puedo, quiero morirme en Bogotá, pero no descarto nada.
De sus profesiones lícitas conocidas (abogado-economista, poeta, escritor, editor, reseñista…), ¿con cuál se identifica más?
Poeta.
Si cambiara de profesión, ¿cuál le gustaría ejercer?
Algún oficio con las manos, como la carpintería.
¿Mientras más conoce a los hombres más quiere a su mascota?
Sí, aunque no tengo mascota.
¿Qué ha aprendido de su perro (o gato)?
No tengo ni ropa ni toga.
¿Objetos que siempre lleva consigo?
Las llaves.
¿Le ha pasado algo que le cambió la vida?
Sí: cuando me amputaron el pie derecho.
¿La virtud y el defecto que le gustaría tener?
Tocar algún instrumento musical. Eso vale para virtud y para defecto.
¿Lo que más le gusta regalar?
Libros.
¿Lo que detesta que le regalen?
Adornos para la casa.
¿Qué día de la semana le gusta más?
El sábado y el domingo, que son un solo día.
¿Con qué amigo o amiga de infancia le gustaría reencontrarse?
Con uno que se murió hace mucho, que se llamaba Pedro.
El libro que desearía haber escrito.
No se me ocurre ninguno. De los que más me gustan prefiero ser lo que soy: lector.
¿Es más lo que sabe o lo que desconoce de usted?
Lo que desconozco, que es casi todo.
La habilidad manual que le gustaría tener.
La del mago.
La persona que más admira.
Francisco de Asís.
¿En quién le gustaría reencarnar?
En un gato.
De los años que tiene, ¿cuál le ha gustado más?
Este.
¿Su plato favorito?
Huevo frito con arroz.
¿Se sale fácilmente de casillas?
¿Cómo se atreve a preguntarme eso?
¿De qué se arrepiente?
De haber contado de qué me arrepiento.
¿Primer libro que leyó?
Aladino y la lámpara maravillosa.
¿Y el libro que está leyendo?
El libro del desasosiego de Fernando Pessoa, en la nueva edición de Pre-Textos.
¿Quién le gustaría haber sido?
Un anónimo monje budista del Tibet.
¿Qué es un amigo?
Alguien en quien confiar.
¿Qué le gustaría olvidar?
Se me olvidó.
¿Por qué desea que lo recuerden?
Preferiría ser olvidado.