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'Reflejo de un triunfo de la libertad de prensa'

En agosto de 1996 el periodista fue víctima de agresiones por parte del Ejército mientras filmaba una protesta de los campesinos cocaleros en Caquetá. La publicación de estas imágenes trajo amenazas que lo llevaron al exilio.

Daniela Franco García
05 de noviembre de 2012 - 09:00 p. m.
Actualmente Richard Vélez, como prefiere ser llamado, trabaja como guía turístico en la ciudad de Nueva York./ Cortesía
Actualmente Richard Vélez, como prefiere ser llamado, trabaja como guía turístico en la ciudad de Nueva York./ Cortesía

La imagen de usted aferrado a su cámara mientras los militares lo golpeaban por grabar las protestas cocaleras es un referente para sus colegas. ¿Valió la pena el riesgo?

Era un riesgo que tenía que correr, lo hice con amor a mi trabajo, por todos los que estábamos allí. Valió la pena, porque se sentó un precedente por el derecho al trabajo, a la expresión, a la vida.

¿Qué recuerda sobre los hechos que lo obligaron al exilio?

La imagen de usted aferrado a su cámara mientras los militares lo golpeaban por grabar las protestas cocaleras es un referente para sus colegas. ¿Valió la pena el riesgo?

Era un riesgo que tenía que correr, lo hice con amor a mi trabajo, por todos los que estábamos allí. Valió la pena, porque se sentó un precedente por el derecho al trabajo, a la expresión, a la vida.

¿Qué recuerda sobre los hechos que lo obligaron al exilio?

La parte más terrible fueron los últimos meses, antes de irme a Nueva York, cuando me seguían, las amenazas constantes, cuando supe que iban a la guardería de mi hijo y lo fotografiaban, debía trabajar con chaleco antibalas, fue un momento difícil.

¿Qué tan ágiles fueron las instancias legales cuando usted buscó el exilio?

En un principio la Defensoría del Pueblo me ayudó con seguridad, sin embargo, la Cruz Roja Internacional nos propuso que saliéramos del país porque la situación era peligrosa. Aquí algunas ONG me dieron una mano, un abogado probono me ayudó a solicitar asilo político, que tardó ocho meses. Aunque el proceso de reunificación familiar debía tardar más de un año, había un debate en el Congreso de EE.UU., donde buscaban cerrar la Escuela de las Américas en Colombia, un centro de entrenamiento militar donde muchos eran acusados de violación a los derechos humanos. Gracias a mi participación en ese debate conocí al hijo de Robert Kennedy y él me ayudó a que mi familia y yo estuviéramos juntos en menos de un mes.

Lo más difícil del exilio.

El exilio es algo terrible, muchos dirán “este vive en Nueva York, está muy bien”, pero nadie sabe lo duro que es que te saquen de tu país y tengas que ir a un nuevo sitio y adaptarte a un nuevo medio, una nueva cultura. Hay muchas cosas duras, nunca pude estabilizarme laboralmente en mi profesión, estar lejos de mi familia fue algo que me afectó mucho. Cuando murió mi madre fue muy duro, nunca pude ir y despedirme de ella.

Después de tantos años buscando una respuesta a su caso, ¿qué espera del Gobierno de su país?

Toda esta lucha que he librado no la he hecho solo por mí, o esperando algo a cambio, lo hice para que esto no les pase a otras personas, pensando en mis colegas, en los que luchan todos los días por sacar la información. Gasté 10 años en este proceso pensando en ellos, soy un precedente en la libertad de prensa y sólo espero y quiero ser un ejemplo.

¿Qué tanta credibilidad cree que tienen actualmente las Fuerzas Militares?

Los ocho años de Uribe crearon mucha impunidad, mucho silencio de lo que pasaba en el país que hoy poco a poco se ha ido destapando. Le han vendido a la gente que los militares son unos héroes porque están acabando con la guerrilla, pero detrás de eso hay una cantidad de abusos que la gente no conoce. Es muy poco lo que hacen en casos como los falsos positivos y en vez de juzgarlos los meten en cuarteles militares donde viven a sus anchas. La violación de derechos humanos por parte de los militares sigue siendo una práctica normal para ellos. En mi caso está involucrado un militante, Néstor Ramírez, y sin embargo, él sigue muy campante, eso para uno es frustrante.

¿Alguna vez tuvo contacto con los militares que lo agredieron?

No directamente, hubo un militar que me ayudó a salir cuando me golpearon, él me visitó un tiempo después y sus palabras eran como una disculpa por el resto de su tropa, decía que sentía pena por el comportamiento de sus compañeros, fue una actitud muy linda y sincera por parte de él, que también me hizo pensar que no todos los militares son iguales.

¿Qué tanta fue la solidaridad de los periodistas con su caso?

Al momento del caso hubo mucha solidaridad de todos los medios, unos con mucha sinceridad, otros porque era noticia. Me extrañó mucho que cuando salió la sentencia de la Corte a mi favor fueron muy pocos los mensajes que recibí de gente de Colombia. Del mundo entero llegaban saludos, felicitaciones y agradecimientos. Me extrañó porque fue una batalla que no era para mí, la ganamos todos los colombianos.

¿Por qué no ha regresado a Colombia?

Lo he pensado, pero los abogados nos han contado de historias de personas que han vuelto y han sido asesinadas, nos da mucho temor, tenemos muchas dudas. El miedo es más grande ahora cuando se ha condenado al país por mi caso. He recibido en mi correo insultos de muchas personas que insinúan que soy un traidor de la patria, un miembro de las Farc.

Desde lo personal, ¿qué significa esta sentencia?

Es un logro, es la justicia después de tantos años. Ver que una Corte internacional tome ese caso y sancione al país, refleja en mí un triunfo de la prensa colombiana, de la libertad de ésta.

Por Daniela Franco García

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