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Los niños del Bronx, la realidad más trágica

Todo en esa zona roja del centro de Bogotá era un horror: la banda criminal de los Sayayines, el tráfico libre de estupefacientes, los asesinatos, las desapariciones, las torturas. Pero lo más terrible era el uso sexual de niñas y adolescentes, esclavizados por su dependencia de las drogas, a la que habían sido inducidos por sus reclutadores. La directora del ICBF y el director nacional del CTI explican lo que vivieron los menores.

Cecilia Orozco Tascón
05 de junio de 2016 - 02:00 a. m.
“El Bronx era un infierno, pero para muchos de los niños que encontramos allá, el infierno de sus casas era peor”. Cristina Plazas (izquierda), directora del ICBF. / “Los reclutadores (de niños) eran tan jóvenes y atractivos como los reclutados”. Julián Quintana (derecha), director del CTI. / Fotos: Cristian Garavito - El Espectador
“El Bronx era un infierno, pero para muchos de los niños que encontramos allá, el infierno de sus casas era peor”. Cristina Plazas (izquierda), directora del ICBF. / “Los reclutadores (de niños) eran tan jóvenes y atractivos como los reclutados”. Julián Quintana (derecha), director del CTI. / Fotos: Cristian Garavito - El Espectador

Cristina Plazas, directora ICBF
“Los niños no tenían claro que el Bronx fuera malo”

¿Cuántos menores de edad encontró el Estado el día del operativo en el Bronx y de cuáles edades?

Rescatamos a 136 menores, pero posteriormente identificamos a dos de ellos como mayores de edad, por lo que fueron trasladados a otros servicios estatales. Entre los 134 niños hay 8 menores de 5 años; 9, entre 6 y 11 años, y 115, entre 12 y 17. El más pequeño tiene 2 años y todavía nos falta determinar la edad de dos.

¿Los menores cuentan cómo terminaron en ese mundo de adultos corrompidos?

Primero estamos trabajamos con ellos en un proceso de creación de confianza para que, cuando sea el momento adecuado, nos cuenten cómo entraron en contacto con el mundo del Bronx. Sin embargo, hemos podido detectar que algunos llegaban invitados a fiestas en ese sitio con el atractivo engañoso de que podían consumir sustancias psicoactivas sin ninguna restricción. Este primer grupo estaba en el Bronx por unas horas y después se iba para sus casas. Los demás sí vivían ahí, algunos desde hacía varios años. Más adelante, cuando hayamos avanzado en el proceso de acercamiento, podremos conocer los detalles de sus historias.

De los 136 menores, solo dos habían sido reportados como desaparecidos por sus familias, según dijeron ustedes. ¿Qué se sabe de los hogares de los 134 niños restantes?

A todos los menores rescatados, incluidas las dos niñas que estaban reportadas en nuestro sistema como desaparecidas, se les abrió un proceso administrativo de restablecimiento de derechos. Un defensor de familia y su equipo se dedicarán a partir de ahora a indagar las circunstancias particulares de cada uno, para después decidir la forma en que se garantizarán sus derechos.

Detrás de cada uno de estos chicos debe haber un récord de abandono familiar. Al menos inicialmente, ¿se ha percibido este tipo de situaciones?

Como le digo, los menores no confían sino después de un proceso. Pero lo que hemos logrado percibir es que los niños no tenían claro que su vida en el Bronx fuera mala, porque sentían que allí había menos reglas y menor vigilancia paterna, sobre todo en lo que se relaciona con las fiestas, el consumo de sustancias psicoactivas y otras actividades que, en sus casas o en su vida escolar, estarían restringidas. El Bronx era, como todos dicen, un infierno, pero para muchos de los menores que encontramos allá, el infierno de sus casas era peor. Apenas estamos empezando a descorrer el velo de la realidad de esos niños. No obstante, lo que hemos visto hasta ahora es muy inquietante para su salud física, psicológica y emocional.

¿Dónde están ahora y en dónde van a vivir los niños que no tienen familia o que no la recuperen?

Ya hemos reintegrado a 21 menores a sus familias tras identificar que contaban con entornos apropiados. Estos, de todos modos, seguirán contando con el acompañamiento del ICBF. Los demás niños se encuentra distribuidos en nuestros centros de protección y en los del Distrito, en donde tenemos grupos interdisciplinarios que trabajan con ellos para lograr su estabilización y para proceder a establecer un plan integral de atención para cada uno.

En “Noticias Uno” encontramos el caso de un chico de 14 años que fue rescatado del Bronx y cuando llegó su mamá, esta no podía creerlo: él le había dicho que iba para la fiesta de una amiga del colegio, la noche anterior. ¿Esta es una historia excepcional o frecuente?

La familia es la mejor línea de defensa de los menores y los padres son los primeros llamados a garantizar los derechos y la seguridad de sus hijos. El ICBF les llama la atención para que se acerquen a ellos, les dediquen tiempo, conversen, conozcan a sus amigos, vayan a los sitios que frecuentan. En casos como estos, existe evidencia suficiente de falencias en la comunicación familiar y en los patrones de crianza y casi siempre queda al descubierto la ausencia de afectos. Por ahora tomamos la decisión de que las familias de los menores que rescatamos del Bronx ingresen a nuestro programa Familias con Bienestar, en donde podremos trabajar con todo el núcleo con el fin de identificar los factores que originaron estas situaciones.

¿Están muy desconectados padres e hijos?

En esta época los papás dependen más del celular para comunicarse con sus hijos que de la propia vida en casa. La hora de la comida que la familia aprovechaba antes para conocer los problemas y los triunfos de cada uno de sus miembros, ya no existe. Nadie habla con nadie y cuando se tropiezan en la casa, el uno está en el computador y el otro, viendo televisión.

Hace unos días se publicó un video de una mujer que insultaba y golpeaba a un muchacho de unos 15 años que intentó robarla. No fue en el Bronx, pero como si lo fuera: es la misma escena repetida en cualquier calle de Bogotá. Llegó a tal violencia la señora, que obligó al ladrón a desnudarse y a irse sin ropa. ¿Qué piensa usted de esta situación?

La violencia no se debe tolerar en ninguna de sus formas. No podemos seguir enseñándoles a nuestros hijos que ese es el camino para solucionar los problemas que se nos presentan. Tomar la justicia por mano propia no es la vía y no hay disculpa para utilizarla. Muchos piensan que como no hay sanciones rápidas, se justifica la retaliación. Pero eso a lo único que conduce es a un escalamiento de los actos violentos de los unos contra los otros.

Julián Quintana, director nacional del CTI-Fiscalía
“Ofrecían a niñas y jóvenes en catálogos virtuales”

La Fiscalía ya tiene datos sobre los niños y adolescentes del Bronx. ¿Cómo los reclutaban?

Hemos concentrado las investigaciones en la Unidad de Trata de Personas. Y lo primero que encontramos fue que reclutaban a niñas y niños en barrios de estratos populares. No eran menores sin protección: tenían sus hogares, sus padres y su colegio. Pero los atraían con invitaciones a fiestas aparentemente inocentes, al principio. Los iban induciendo al consumo de estupefacientes: primero les daban marihuana o una o dos pastillas, y después les iban entregando drogas más duras, hasta cuando los convertían en adictos. Al mismo tiempo los llevaban al Bronx, en donde conocían a otros jóvenes como ellos y rumbeaban entre todos, sin restricciones. Al comienzo de este proceso de “captura” de sus voluntades, regresaban a sus casas después de las fiestas, pero poco a poco se iban quedando a dormir y terminaban viviendo allí cuando la dependencia de las sustancias psicoactivas había avanzado.

¿Es cierto que menores eran esclavos sexuales?

Es verdad. La banda de los Sayayines, la que los reclutaba y dominaba la población del Bronx, les ofrecía a los clientes adultos que llegaban a drogarse, a los niños que vivían allí para que se divirtieran sexualmente con ellos. Aún nos falta conocer cómo y hasta dónde llegaron esos “servicios” que estaban obligados a prestar los jóvenes, pero es un hecho que fueron parte de la “mercancía” sexual de ese lugar.

Cuando los niños conocían a los reclutadores, ¿no desconfiaban de esos desconocidos? ¿Por qué les aceptaban invitaciones?

Es que los reclutadores eran tan jóvenes como los reclutados y siempre tenían aspecto atrayente. Identificamos a uno de apenas 16 años. Este, por ejemplo, hacía visitas frecuentes a los barrios, se hacía conocer de los jóvenes en la calle y los invitaba a fiestas con un atractivo adicional: los llevaba a las reuniones en carros nuevos en que él se movilizaba. Antes de pasar a una segunda etapa, los reclutadores los enamoraban y los convertían en sus compañeros sentimentales aunque fuera por corto lapso. Más adelante, cuando ya habían entrado en confianza, el resto de la banda tomaba dominio sobre ellos y los obligaban a tener sexo con varios hombres. También consideraban que tenían derechos sobre ellos y los violaban cuando querían. Para entonces, ya los menores estaban entregados a las drogas y por necesidad de estas aceptaban hacer lo que les pidieran.

¿Había un sistema de “renovación” de la población de niñas y niñas en el Bronx?

Es cierto: cuando los menores que vivían allí se deterioraban físicamente por la droga y la vida de excesos y se veían descompuestos, los devolvían a sus barrios, los dejaban en la calle o en sus casas destrozados y volvían a empezar el ciclo de atraer a jóvenes frescos, nuevos. Esto que estamos descubriendo es realmente terrible y da escalofrío.

¿Había catálogos con fotos de los niños, que se repartían en las redes para clientes adultos?

Hemos encontrado evidencia de los sitios de internet en que ofrecían a los niños del Bronx y por eso, esa zona era –contrario a lo que se creía– tan visitada por turistas adultos nacionales y extranjeros. Esas calles, aunque eran tenebrosas, también atraían a gente que buscaba droga y acceso sexual a niñas o jóvenes que aparecían en los catálogos virtuales.

El ICBF encontró familias de algunos menores, ¿el CTI también?

Sí. Tenemos varios casos de madres que llegaron a buscar a sus hijos cuando los rescatamos y los encontraron entre la población infantil y juvenil que sacamos del Bronx. Era conmovedor presenciar su reencuentro. Pero no hay que olvidar que los menores que tienen dependencia de drogas pueden volver a escapar de su casa para encontrar a sus antiguos proveedores. No es fácil regresar a la normalidad, porque algunos ya se habían acostumbrado a ese estilo de vida sin reglas ni límites. Obtuvimos unas imágenes que nos impactaron mucho porque allí se ve a niñas apenas en edad de la pubertad, a quienes se les nota que venían de buenas familias. Sin embargo, ellas abrazaban y besaban a unos indigentes, hombres drogadictos de calle, con todo lo que esa intimidad conllevaba en materia de contagios y enfermedades.

¿Hubo censo de la población del Bronx? ¿Cómo lo hicieron?

Fuimos muy rigurosos y usamos varios filtros para poder tener un censo fiable de esa población y para ubicar a los que allí residían cuando los necesite el Estado. Así, contamos 200 niños al comienzo, pero con los filtros que impusimos, llegamos a la cifra de 142. Más adelante descontamos otros más por imprecisiones que encontramos. En cuanto a población adulta, en el momento del operativo había 143 mujeres y 452 hombres. A todos se les creó una especie de hoja de vida y quedaron registrados con los datos que constan y con los que ellos mismos aportaban. De aquí hacia adelante recibirán atención básica de la ciudad en la medida en que lo permitan porque, salvo los que tienen procesos penales pendientes, los demás son libres de irse o de quedarse y de aceptar o no la ayuda que se les va a brindar.

***

Los Sayayines, el terror de Bogotá

A juzgar por lo que las autoridades han descubierto, la banda conocida como la de los Sayayines era y sigue siendo el terror de gran parte de Bogotá, pese a que no figuraban en las listas de los grandes carteles del narcotráfico. El número y la organización de sus miembros todavía son imprecisos para la Policía, que lleva años tratando de desarticularla, sin tener éxito en sus operativos. Lo cierto es que los Sayayines fueron menospreciados como organización criminal porque su refugio parecía estar en lo más bajo de la escala social: el Bronx.

Pero ahora, con el allanamiento masivo del Estado a ese lugar, se ha descubierto que camuflarse allí fue una estrategia astuta, porque aun estando en el corazón del centro político y judicial de la Nación, era un sitio inexpugnable. La banda montó allí un búnker desde donde extendió su imperio de microtráfico, trata de menores, caleta de autopartes y celulares robados, juegos de suerte y azar, y hasta de torturas, desapariciones, secuestros y asesinatos. Hoy, los Sayayines perdieron el control de esas calles, pero están lejos de ser desarticulados. Sus jefes mostraron poder en su reacción en las primeras horas después del desalojo, cuando concentraron a numerosos indigentes en la Plaza España y los impulsaron a hacer desmanes y robos. Falta mucho para terminar con ellos.

Desalojo del Bronx, el destape de un grave conflicto social

A pesar de los problemas que tiene que resolver la administración distrital en materia de atención estatal a la población indigente y drogadicta del sitio, el desalojo del Bronx tiene varios aspectos positivos, entre ellos la concientización de la comunidad sobre la existencia y calidad del núcleo más bajo de su escala, que al mismo tiempo es el más desprotegido del Estado.

En los días siguientes a la retoma de la zona por parte de las entidades públicas, más de 1.500 personas del Bronx fueron recibidas por casas de refugio que controla o contrata la Secretaría de Integración Social de la Alcaldía, en donde pueden recibir implementos de aseo, baño, comida y un sitio en donde dormir. El fin de semana, otro centenar de habitantes de calle, de la denominada zona Cinco Huecos, llegaron por decisión propia a un centro de acogida seleccionado por la Secretaría. Fueron censados y tuvieron el mismo tratamiento que quienes los precedieron. Sin embargo, la permanencia en tales refugios y en sus programas de reincorporación social depende sólo de ellos mismos, por cuanto no pueden ser retenidos por las autoridades contra su voluntad si no tienen procesos judiciales pendientes. Una paradoja, si se tiene en cuenta que muchos son drogadictos y como tales han perdido precisamente la voluntad.

Por Cecilia Orozco Tascón

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