Antoine Griezmann y sus costumbres uruguayas

El delantero galo que este viernes firmó por cinco años con el FC Barcelona fue elegido en 2018 por la FIFA como el mejor jugador de la final del Mundial de Rusia, en la que Francia derrotó (4-2) a Croacia y con un gol suyo ayudó a darle, por segunda vez en su historia, una Copa del Mundo a su país.

Luis Guillermo Montenegro - Enviado especial a Rusia
12 de julio de 2019 - 01:49 p. m.
Antoine Griezmann, delantero de la selección francesa, junto a Diego Godín, referente de Uruguay.  / Diego Godín
Antoine Griezmann, delantero de la selección francesa, junto a Diego Godín, referente de Uruguay. / Diego Godín

Frances de nacimiento, uruguayo de corazón. Antoine Griezmann festejó el título en Rusia 2018 con una bandera de Uruguay sobre sus hombros. Tampoco le celebró el gol que le marcó a los charrúas en los octavos de final. "Uruguay no má", dijo con alegría en la rueda de prensa posterior al partido. 

“La concha de su madre”, gritó con fuerza Antoine Griezmann para celebrar su primer gol en la Eurocopa 2016, con la camiseta de la selección de Francia. Corrió hacia el banderín de la esquina suroccidental de la cancha, se volteó a abrazar a sus compañeros que vinieron a festejar el tanto con él y dijo: “vamos, vamos”. Habló en español y con acento rioplatense. La primera expresión fue producto de la rabia que le generó el no comenzar como titular ese partido, después de un mal debut de su equipo en el torneo continental. La segunda fue resultado de una carrera futbolística de muchos años en España, en la que además se ha hecho muy cercano a futbolistas uruguayos y argentinos. Por eso no usó expresiones típicas de su país ni palabras en su idioma. Algo espontáneo. Fue él.  (Vea aquí nuestro especial del Mundial de Rusia 2018)

Antoine, el hijo de Isabelle y Alain, nació el 21 de marzo de 1991, en Macon, Francia. Su abuelo materno jugó de manera profesional en el Pacos Ferreira de Portugal y fue quien lo motivó a querer ser futbolista. Con cuatro años comenzó su proceso de formación en el Union du Football Maconnais, queriendo ser como su ídolo, el delantero brasileño Sonny Anderson, pero su físico pequeño y débil le cerró las puertas en más de 12 clubes de su país. Hasta que, en 2005, lo vio un cazatalentos de la Real Sociedad de España en un partido de juveniles.

“No se destacaba por encima del resto. Jugó 10 minutos, pero realizó grandes gestos cuando tenía la pelota. Esa técnica, esa fluidez y esa facilidad en el juego me deslumbraron. Pensé que si evolucionaba físicamente a lo largo de los años podría convertirse en un jugador interesante”, contó Olhats, en una entrevista con el diario Marca, de España. (Lea: El equipo de Francia y su difícil tarea de construir una identidad nacional)

Así que con 13 años dejó su país, su familia y se fue a vivir a San Sebastián, España. La adaptación no le costó. De manera rápida se acopló a las costumbres de los vascos y aprendió a hablar español. Luego de seis años en las inferiores, pasó a ser parte del equipo profesional. Debutó gracias al técnico uruguayo Martín Lasarte y se volvió muy amigo de otro charrúa: el delantero Carlos Bueno.

Él lo recogía en su carro para ir a los entrenamientos, en el trayecto hacia la sede deportiva del club llevaba un mate. En cada pausa por el tráfico, tomaba un sorbo y le pasaba a Antoine para que le tuviera el termo. La primera vez que le pidió a Carlos que le dejara probar a qué sabía eso, hizo una cara de disgusto, pero lo saboreó y después de un rato tomó otro sorbo. Lo aprendió a saborear y terminó tomándolo todo. (Le puede interesar: Jorge Luis Pinto y su análisis de Rusia 2018)

Se volvió una costumbre. Bueno le regaló un mate, una bombilla y diferentes tipos de yerba para que tuviera. Comenzó a llegar a los estadios tomando mate para relajarse. De hecho, en una entrevista con un medio francés confesó que “me da energía por la mañana y también por la tarde. Algunos tienen miedo de que me salte un dopaje, pero ya les expliqué. Es como un té o un café”, dijo. El delantero uruguayo también lo hizo hincha de Peñarol, de Montevideo, le pasó el gusto por la cumbia y le enseñó algunas expresiones típicas de la gente del Río de La Plata.

Hoy en día, su mejor amigo es Diego Godín, el defensor uruguayo con el que se cruzó en los cuartos de final del Mundial de Rusia 2018. Al final de temporada Godín dijo en rueda de prensa sobre su amigo que “es uruguayo. Siempre estuvo rodeado de jugadores uruguayos. Ama lo que somos: comer asado, nuestra música y toma más mate que yo”, dijo entre risas. (Puede leer: Mbappé-Suárez y Neymar-Hazard, claves de unos cuartos de lujo en Rusia-2018)

Desde que llegó al club colchonero ha estado rodeado de rioplatenses: en el Atlético de Madrid ha compartido con los uruguayos Godín y José María Giménez, además de los argentinos Luciano Vietto, Matías Kranevitter, Augusto Fernández, Nicolás Gaitán, Ángel Correa, Axel Werner y el técnico Diego Simeone. 

Este domingo no dudo un segundo cuando, en el minuto 38 del primer tiempo, decidió tomar el balón y ante los ojos del mundo pateó un penalti que terminó en el segundo gol para Francia. Sus pases, su velocidad y su fútbol brillaron en el estadio Luzhnikí.

Tanto que la FIFA lo eligió como el mejor jugador del encuentro. En Moscú y en gran parte del mundo, los aficionados al fútbol hacían fuerza para que la linda historia de Croacia en este Mundial tuviera el mejor final, pero no contaban con que Griezmann llevaba toda la vida preparándose para este día.

*Texto publicado el 15 de Julio de 2018

Por Luis Guillermo Montenegro - Enviado especial a Rusia

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