Mundial de Rusia: ¿Por qué para Senegal jugar contra Colombia era asunto de Estado?

A propósito del partido mundialista entre estas selecciones nacionales, la historia del fútbol en ese país africano asociada a los presidentes y a la tradición narrativa.

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Nelson Fredy Padilla
27 de junio de 2018 - 10:02 p. m.
El presidente de Senegal, Macky Sall, informó al país que en el Mundial de Rusia ejercería su deber de "primer aficionado del equipo nacional”. Aquí en el estadio Spartak, en el juego que ganó Senegal 2-1 a Polonia. / AFP
El presidente de Senegal, Macky Sall, informó al país que en el Mundial de Rusia ejercería su deber de "primer aficionado del equipo nacional”. Aquí en el estadio Spartak, en el juego que ganó Senegal 2-1 a Polonia. / AFP
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La importancia del fútbol la determinó desde los años 60 Léopold Sédar Senghor, primer presidente de Senegal como República independiente y uno de los máximos poetas de África. No influido por el pasado francés que es parte de su cultura sino por el significado esencial de este juego -el de la pelota de trapo para el pobre-, tan importante allí como en un barrio periférico de la costas colombianas. Senghor detiene su mirada en esos niños tan “hermosamente negros” como él, que luego se convierten en “los emigrantes de piernas delgadas”, muchos de los cuales terminan en Europa y en algún club profesional por la tradición atlética de los “leones de la Teranga”. (Lea: La historia de la zurda de James Rodríguez).

De ese espíritu ligado al deporte rey me habló el año pasado Ardo Sow, hermano de Moussa Sow, el famoso jugador número 7 de la selección de fútbol de Senegal, a quien conocí en  la Sierra Nevada de Santa Marta en el primer Taller Global para Líderes Indígenas, organizado por Dejusticia y el Observatorio contra la Discriminación de la Universidad de los Andes. Moussa, de 32 años de edad, junto a Sadio Mané, son hoy el punto de referencia de la juventud de su país para creer que detrás de un balón puede estar un mejor futuro, en Francia, Inglaterra o en el resto del mundo.

Del valor de la cultura senegalesa en la historia de África Occidental y de la influencia del colonialismo francés me habló en Bogotá el premio nobel de literatura J.M.G. Le Clézio, que estuvo en la Feria del Libro de 2013, cuyo padre tiene origen en la isla africana de Mauricio y estuvo asignado durante veinte años como médico de la armada británica en Nigeria y Senegal. Ese mundo enigmático se filtra en novelas suyas como El africano. Él exalta al poeta Senghor y el valor de la narrativa senegalesa, por su originalidad y diversidad, no sólo en francés sino en lengua wolof, la mayoritaria de los seis dialectos autóctonos del país. El arte de contar proviene allí de los griots, personajes populares que a través de la tradición oral, desde el canto o el testimonio, cultivaron durante siglos la memoria colectiva. (Le puede interesar: Le Clézio volvió a la selva).

Oyendo a Le Clézio recordé al gran escritor polaco Ryszard Kapuscinski, que en uno de los talleres que dictó en Colombia, en la Fundación para el Nuevo Periodismo Iberoamericano de su amigo Gabriel García Márquez, contó que una de las naciones que más lo inspiró para escribir fue Senegal, tema, por ejemplo, de uno de los capítulos del libro de crónicas Ébano, donde habla del ascenso social del negro en medio de la imposición cultural francesa. ¿Cuál es esa magia que lo contagió? Él, que informó sobre todas las guerras coloniales de África, recordó: “Llegué a una aldea de Senegal. Como no había luz eléctrica, había que comprar una pequeña linterna china que costaba un dólar. Pero nadie en esa aldea tenía un dólar. Cuando llegaba la noche, la gente se juntaba. Desde las siete empezaban a contar historias, y aunque no tenían ni televisión ni Internet disfrutaban de algo tan valioso como ese momento tan bello, tan poético. A las once de la noche todo el mundo marchaba a dormir, algo que para un reportero constituía en sí una experiencia realmente dura... Se dormía sobre el piso de pura tierra, en casitas pequeñas de adobe, acomodado entre toda una familia, lo cual significaba muchas personas. Pero entre la noche terriblemente calurosa y la invasión de mosquitos era imposible dormir, así que uno se quedaba quieto hasta que aparecía el sol a las seis de la mañana”. Su método para comprender África: “sentirla en la piel”. No durmiendo en el Hilton o en el Sheraton, como hacían los demás corresponsales extranjeros.

El fútbol está conectado a esas raíces. Cuando el gran poeta Senghor murió en 2001, el principal estadio de fútbol de Senegal, en la moderna capital Dakar, fue bautizado Léopold Sédar Senghor. En mayo pasado se despidió allí de sus seguidores la selección nacional con el sueño de vencer a Polonia, Japón y Colombia en Rusia 2018. La esperanza es fundada. En 2002, el fútbol como tema de Estado fue ratificado por el presidente Abdoulaye Wade, luego de que Senegal llegara a los cuartos de final del Mundial de Corea y Japón. A su regreso, los jugadores en cabeza del goleador El Hadji Diouf, fueron declarados héroes nacionales. Les dijo: “El jefe de Estado de Senegal siempre será el primer hincha de la selección, porque ustedes son un orgullo nacional y al haber logrado el séptimo puesto en el Mundial asiático hacen que hoy sea el día más bello de mi vida y de Senegal”. (Siga nuestro especial del Mundial de Rusia).

El actual presidente, Macky Sall, informó hace un mes a los 15 millones de habitantes del país que tomaría vacaciones durante junio “para ejercer de primer aficionado del equipo nacional en el Mundial de Rusia”. El pueblo lo aprobó con festejos en las calles. El poeta Senghor decía que el fútbol es una de las manifestaciones más puras de la “alegría morena” de Senegal.

Por Nelson Fredy Padilla

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