Un carrusel de emociones: los penales entre Colombia e Inglaterra

De la ilusión a la amargura, el combinado nacional perdió 4-3 con el cuadro británico y quedó eliminado de la Copa del Mundo de Rusia.

Jesús Miguel de la Hoz - Moscú
03 de julio de 2018 - 10:51 p. m.
Carlos Bacca lamenta el penal fallado frente a Inglaterra.  / AFP
Carlos Bacca lamenta el penal fallado frente a Inglaterra. / AFP

Sentado solo en el banquillo del estadio del Spartak en Moscú, James Rodríguez quedó con la mirada perdida en el terreno de juego. Bañado en lágrimas. Lamentando el no haber podido jugar, el haberse quedado en la tribuna por un problema en el sóleo de la pierna derecha. La impotencia era grande. Su anhelo era repetir lo hecho en el Mundial de Brasil y en este apenas contó con minutos. Su sensación era la de toda Colombia, que quedó cerca de eliminar a Inglaterra del campeonato del mundo, pero en la definición desde el punto penal se quedó por fuera tras perder 4-3. La moneda no cayó a favor del cuadro nacional.

Los penales son una lotería, unos terminan celebrando, los otros con el corazón partido, despedazado, hecho mil pedazos. En este caso, fue Inglaterra la que se inundó de alegría. Pero esa tanda desde los 11 metros, que se lanzaron en el arco norte del estadio, se convirtió en un carrusel de emociones para ambos bandos. Por los colombianos, se pasó del júbilo, de la ilusión a la amargura, a la desolación por una atajada de David Ospina a Jordan Henderson. Estirada al palo de su mano izquierda. Era el tercer penal de la noche para los ingleses, que hizo que todo un país soñara con los cuartos de final.

 

 

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La alegría era inmensa. Los jugadores en la mitad de la cancha aplaudían y alentaban. En el banco todos estaban abrazados, miraban fijamente al arco, el único con la cabeza abajo y los ojos tapados era José Pékerman. Parecía que el camino estaba allanado para que sus dirigidos emularan lo hecho en Brasil. Y no quería que nadie lo sacara de ese momento. Mientras Matheus Uribe caminaba hacia el punto blanco para acomodar el balón, todos saltaban con la fantasía de sacar a un campeón del mundo del camino. Esa quimera parecía hacerse realidad. Recién había convertido Luis Fernando Muriel y Henderson se lamentaba en la mitad de la cancha por la tapada de Ospina.

Llegó el cobro de Matheus. Convertirlo era dar un paso enorme a cuartos de final. Una responsabilidad enorme. Un momento para personas con sangre fría, con hielo en las venas. Pero a Uribe no se le dio, su disparo se estrelló en el travesaño y rebotó afuera. Los corazones de los colombianos se detuvieron. Esa era la chance para enterrar a los ingleses y el balón no se había encontrado con la red. El camino de regreso a la mitad de la cancha de Uribe fue eterno. Muchos lo animaban, le gritaban y él no escuchaba. La oportunidad de darle una estocada a los británicos se había estrellado en el palo y además le metió una tensión grande al equipo. Vardy igualó el marcador y después vino la amargura: Carlos Bacca cobró y el arquero Jordan Pickford tapó.

El silencio fue sepulcral. Esa atajada del portero inglés fue un mazazo a todas las ilusiones nacionales. Un golpe al riñón y luego al mentón. Una sacudida que nadie creía y menos con un goleador como Bacca al frente. Todos quedaron cabizbajos. El delantero apenas tuvo piernas para llegar al medio campo. Con el corazón hecho trizas, una amargura en la garganta y los ojos empañados se acercó a sus compañeros. El sabor de la eliminación se sentía. Los pocos ingleses que estaban en el estadio parecían duplicarse, triplicarse, sus gritos enmudecían a los colombianos y terminaron de silenciarlos con el gol de Eric Dier.

Carlos Bacca estalló en llanto, salió disparado al banco. Nadie pudo detenerlo. Matheus Uribe se quedó parado en la mitad de la cancha cubriéndose la cara, lamentando esa oportunidad desperdiciada. David Ospina desconsolado quedó tirado al frente del arco y Yerry Mina estaba bañado en lágrimas. Colombia quedó destruida sentimentalmente. La clasificación estuvo en sus manos y se escapó en un abrir y cerrar de ojos. José Pékerman fue a la mitad del campo a intentar animar a sus jugadores, pero fue imposible. La tristeza fue grande. Se pasó de la euforia a la amargura en diez segundos. Un carrusel lleno de emociones y una tanda de penales que quedará grabada en los corazones de hinchas y jugadores.

@J_Delahoz

jdelahoz@elespectador.com

Por Jesús Miguel de la Hoz - Moscú

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