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¿Para qué debe servir la era digital?

Abogados modernos

Hay que abrirles las puertas a la investigación, la innovación y la tecnología sin sacrificar principios y valores, y sin deshumanizar las profesiones.

Guillermo Eduardo Carmona Molano*
25 de febrero de 2024 - 02:00 p. m.
En el planeta concurre una fenomenología social, económica, tecnológica, veloz y cambiante.
En el planeta concurre una fenomenología social, económica, tecnológica, veloz y cambiante.
Foto: Getty Images

Los abogados tenemos que saltar los muros de la formación jurídica, de la casuística legal y de los códigos, y superar el lóbulo frontal de la fama, las vanidades, el dinero y los reconocimientos sociales para adentrarnos en el exótico mundo de la comunicación y de la formación e información interdisciplinaria.

Un abogado del siglo XXI debe tener una formación integral, gran responsabilidad social y riguroso desempeño ético, construir una mirada periférica, adquirir competencias en el pensamiento complejo, la visión sistémica, la planeación y el direccionamiento estratégico, debe saber jugar ajedrez... y entender el contexto, para poder auxiliar de una manera más eficaz a su profesión, a la sociedad, al Estado y a la cultura.

El abogado debe entender que en el planeta concurre una fenomenología social, económica, tecnológica, veloz y cambiante que requiere la producción óptima de abogados, con buenos conocimientos de administración, contaduría, economía, comunicación y tecnología. Las facultades de derecho y sus programas están en aprietos.

Muchas empresas se asustaron, se paralizaron, no hicieron los ajustes que correspondían, no entendieron que los tradicionales canales de comercialización de productos y servicios tuvieron una dramática evolución, no comprendieron que el riesgo se globalizó e incrementó, ni que las previsiones legales y fiscales se multiplicaron, además no planificaron su organización familiar, empresarial y patrimonial, no tenían carta de navegación, pensamiento de largo plazo, políticas de gobierno corporativo claras ni protocolo de familia.

El mundo cambió. El desarrollo humano, la convivencia pacífica, la familia, las empresas y la institucionalidad han venido siendo progresivamente afectados por la decadencia estructural de los valores sociales, del sistema educativo y de la gobernanza, por la destrucción de empleo y falta de oportunidades, por la escasez de estadistas y de auténticos líderes, visionarios, éticos y altruistas, con capacidad para transformar la calidad de vida de la sociedad y sus ciudadanos. No es caña aquello de que tenemos que reinventarnos y transformarnos.

No es rentable llorar ni ampliar el coro del pesimismo nacional. Lo práctico es trabajar más duro, prepararnos idóneamente en las competencias requeridas y asesorarnos muy bien. Se han fortalecido y creado muchísimas compañías y se han generado miles de empleos con los avances y desarrollos de la modernidad.

Nos tocó abrirles las puertas a la investigación, la innovación y la tecnología sin sacrificar principios y valores, y sin deshumanizar las profesiones y oficios.

Los abogados debemos empezar a pensar y estudiar los nuevos desarrollos obligacionales, contractuales, regulatorios y de responsabilidad civil, relacionados con la evolución informática, el internet de las cosas, la supercomputación, los modelos matemáticos, los algoritmos, la seguridad desde los drones, la inserción de las gafas de la realidad aumentada en la medicina, el diseño 3D, el 5 G, el metaverso, la inteligencia artificial, la biotecnología, la nanotecnología, las realidades mixtas y las energías renovables, la nube, la ciberseguridad y el análisis predictivo, la fusión de humanos y máquinas, la vigilancia digital, los humanos editables, la capacidad de imprimir cualquier cosa, los robots inteligentes autónomos, el diseño de Estados y gobiernos virtuales, el diseño de litigantes y jueces robots.

Tenemos que prepararnos para atender a los mismos clientes, ya transformados o en curso de transformarse, que empiezan a pensar en consumos de servicios jurídicos diferentes y que tienen otras necesidades y expectativas. Asimismo, tendremos que conectarnos con clientes potenciales que quieren probar otros imaginarios jurídicos y que priorizarán el escrutinio de las competencias. No serán suficientes los títulos, la fama, el lobby, los poderes, los libros que se escriben y las cátedras que se dictan. La comunidad jurídica, con apoyo en la analítica de datos, tendrá que oxigenarse de las nuevas realidades, de las competencias holísticas, humanas, ecológicas y profesionales. Es imperativo revisar lo que tenemos en la caja de herramientas profesionales e invertir en lo que necesitamos, para no ser testigos directos de la derogatoria de nuestros conocimientos.

La era digital debe servirnos para comunicarnos mejor, para aprovechar los avances de la investigación, la innovación, la ciencia y la tecnología, para optimizar la administración del tiempo y la productividad, para crear empresas y emprender proyectos con propósito y responsabilidad social, para estudiar y profundizar nuestros conocimientos afines con las profesiones que ejercemos, para procurar una sólida formación moral, ética, humana e interdisciplinaria que nos permita mejorar permanentemente la cobertura y calidad de nuestros servicios profesionales y la preocupación y aportes para la solución de los problemas de la sociedad.

*Abogado, asesor y consultor de empresas. Director y fundador de la firma Carmona Abogados & Profesionales Asociados.

Por Guillermo Eduardo Carmona Molano*

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