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Acreditaciones con poco crédito

Las acreditaciones en educación superior son el resultado de un proceso voluntario al que se someten las Instituciones de Educación Superior (IES), tanto en pregrados como en posgrados, con el objetivo de obtener una certificación que les da temporalmente un reconocimiento público de calidad y efectividad de sus procesos y programas de estudio ofrecidos.

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Rogelio Gutiérrez P
21 de febrero de 2025 - 04:31 p. m.
Ello implica unas consideraciones especiales que van desde la formación y la adaptación y las remuneraciones, y merecen ser revisadas para cada institución en particular, enmarcadas en planes y acciones que respondan más a la pertinencia que al proceso burocrático
Ello implica unas consideraciones especiales que van desde la formación y la adaptación y las remuneraciones, y merecen ser revisadas para cada institución en particular, enmarcadas en planes y acciones que respondan más a la pertinencia que al proceso burocrático
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Sin embargo, la acreditación se ha vuelto prácticamente obligatoria para todas las IES privadas en Colombia, puesto que ya no solo funciona como elemento diferenciador en el saturado sector educativo nacional, sino que para muchas de ellas representa una poderosa herramienta de mercadeo para sus programas, (impulsada con fuertes inversiones en publicidad), al mismo tiempo que a otras les ayuda a evitar ser descalificadas como “universidades de garaje”.

De esta forma, las acreditaciones han pasado de ser un proceso voluntario para convertirse casi en una obligación. Del proyecto institucional en el que confluían sus diferentes públicos de interés, han venido tornándose en trabajo de oficina en el que resulta más importante diligenciar formatos y formularios, cumplimentar evaluaciones, tabular encuestas, documentar etcéteras…, que analizar o debatir el verdadero impacto del proyecto educativo propuesto, la idoneidad y coherencia de de las directivas de la institución, la reinversión de excedentes, la relación entre la oferta y la demanda, o los grados de satisfacción y motivación comparativa de los docentes, solo por citar algunos de los temas de actualidad frente a los desafíos que implican los cambios demográficos, globalizadores y de movilidad social en nuestro entorno.

Pero esa no es la nuez del problema. Lo realmente preocupante es que, en gran cantidad de casos, la acreditación no siempre redunda en un incremento tangible de la calidad educativa ni en una mayor cantidad de alumnos matriculados a la institución o al programa que certifican. Por el contrario, pueden constituir una barrera (¿o escudo?) que impide los verdaderos cambios estructurales que estas instituciones necesitan, pues las recomendaciones resultantes del proceso evaluativo suelen repetir patrones generalistas que no siempre aciertan con las necesidades objetivas de nuestra realidad a lo largo del territorio nacional.

Si bien dichos patrones son internacionales, necesitarían estrategias y periodos para su adopción y asimilación en nuestra situación. Por ejemplo: la proporción de doctorados en Colombia es muy corta frente a los países más desarrollados, y buena parte de estos doctores tienen muy baja interacción con las empresas (resultado de la pobre interrelación entre academia e industria en nuestro país), por lo que se requiere una gran cooptación de ejecutivos de esas empresas, que quieran y sepan enseñar y compartir ese conocimiento tácito que arroja la experiencia. Ello implica unas consideraciones especiales que van desde la formación y la adaptación y las remuneraciones, y merecen ser revisadas para cada institución en particular, enmarcadas en planes y acciones que respondan más a la pertinencia que al proceso burocrático.

Lo cierto es que las acreditaciones en nuestro sistema educativo: ¡deben ser replanteadas!

*MBA DBA. Consultor Internacional. Máster en Gestión de Empresas de la Universidad Ramón Llull de Barcelona y estudios doctorales en administración. rgpconsultores@outlook.com

Por Rogelio Gutiérrez P

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