En Bogotá es posible encontrar 4.533 especies de fauna y flora, sumando un total de 268 variedades endémicas. Esto, entre otras cosas, gracias a que en la capital existen 17 Reservas Distritales de Humedales que abarcan 901 hectáreas, y 11 de ellas han sido calificadas como sitios Ramsar de importancia internacional, lo que convierte a la ciudad en el único complejo de humedales urbanos de América Latina.
Estos ecosistemas son hábitat de aves como la tingua bogotana, el cucarachero de pantano y el chamicero; mamíferos como la zarigüeya, comadreja, curi y musaraña; especies de anfibios y reptiles como la culebra y rana sabanera, así como lagartijas endémicas de la región.
Y esta biodiversidad se extiende por las 163.635 hectáreas que componen la ciudad, de las cuales 2.974 son urbanas y 122.687 son rurales, haciendo que el 75 % de Bogotá sea rural. Al igual que por la estructura ecológica principal, la cual está compuesta por 124.000 hectáreas, entre las que se incluye las de la Reserva Forestal Protectora de Cerros Orientales (13.140 hectáreas), la Reserva Forestal Thomas van Der Hammen (1.395 hectáreas), las Reservas Distritales de Humedales (901 hectáreas) y los Parques Distritales Ecológicos de Montaña (1.361 hectáreas).
No obstante, la capital ha comenzado a enfrentar cambios significativos en sus condiciones climáticas, impulsados por la creciente variabilidad climática global. Temporadas de lluvias más intensas y prolongadas, y periodos de verano más fuertes y extensos con los años, han ocasionado que los cerros, las cuencas que abasten de agua, los embalses y los ecosistemas capitalinos sufran condiciones climáticas que afectan su curso natural, generando incendios, sequías y temporadas de calor intenso.
Ante este panorama, El Espectador habló con Adriana Soto, secretaria Distrital de Ambiente, sobre el balance de su primer año a cargo de la cartera, el gran reto con los incendios en cerros orientales, la escasez de agua y las inundaciones provocadas por las precipitaciones en la capital del país. Adicionalmente, dio perspectivas de lo que le puede esperar a la ciudad a corto, mediano y largo plazo en materia de estrategias para minimizar los problemas ambientales.
De acuerdo con Adriana Soto, la conservación y protección de los cerros, el agua y la calidad del aire son algunos de los mayores retos que enfrenta la capital: “Tuvimos una de las sequias más intensas de las últimas décadas, lo que afectó a la ciudad; y a los embalses, particularmente los del sistema Chingaza, que es de donde se abastece Bogotá en un 70 % de agua potable. Uno de los retos es cómo hacer que las cuencas que abastecen a los embalses de Bogotá: el sistema Chingaza, los embalses del norte y del sur, que entre los tres abastecen el 100 %, estén en óptimas condiciones para poder seguir regulando el agua correctamente”.
Calidad del aire y suministro de agua
El 2024 comenzó con un reto impensado que ardió por días y además de afectar a los cerros orientales contaminó el aire con partículas nocivas. Esto, sumado al material particulado que se produce en la ciudad por las calles sin pavimentar y las emisiones de los vehículos produjeron que la calidad del aire en la ciudad se afectara.
Algunas de las acciones impulsadas por esta administración para este problema es la construcción de jardines, parques, bosques urbanos y todo lo que represente más zonas verdes para la ciudad. A la par, Foncarga, el fondo del Distrito destinado para la renovación de vehículos de carga, remplazará los carros y volquetas de 10,5 toneladas y de 15 años de circulación, registrados en Bogotá, por medios de transporte de baja o nula emisión de material particulado. “Es importante que esas fuentes móviles de material particulado pasen por un proceso de chatarrización y no circulen más por la ciudad. Ahí nos aliaremos con el Gobierno nacional para lograrlo”, puntualizó la jefe de cartera.
Ahora bien, al hablar de escasez de agua, hay que reconocer que las sequías y los incendios afectaron los embalses que abastecen a la capital. Es por esto por lo que uno de los retos es cómo hacer que las cuencas que nutren los embalses estén en óptimas condiciones para poder seguir regulando el agua correctamente.
En palabras de la secretaria, esto no ha sido posible porque algunas de las cuencas que abastecen el sistema norte están degradadas y deforestadas por sistemas agropecuarios no sostenibles, sumado a que los páramos también están sufriendo las consecuencias del cambio climático con aumento de temperatura y degradación de las especies endémicas de estos ecosistemas.
Para ello, el Distrito presentará en un proyecto por US$92 millones ante el Fondo del Clima Verde para restaurar 174.000 hectáreas en áreas altamente vulnerables al cambio climático y que incluyen cuencas de alta importancia para la seguridad hídrica de la ciudad, incluidos los tres embalses, el río Tunjuelo y el humedal del Tunjo. “Con esto no solo hablamos de más agua, sino agua de más calidad, con menos carga de sedimentos en los embalses y así reducir los costos de tratamiento”, añadió la secretaria de Ambiente, quien también confirmó que con este proyecto se espera que más de nueve millones de habitantes de Bogotá y 21 municipios más tengan mejoras en el servicio de abastecimiento del líquido.
Altas temperaturas
“Bogotá tiene un índice de vulnerabilidad alto frente al cambio climático. Prueba de ello es el impacto que generó en la ciudad el pasado fenómeno de El Niño, con una sequía sin precedentes en las últimas décadas”, comentó la secretaria, quien comentó que de aquí a 2040 se proyecta que la temperatura de la capital aumentará en promedio 0,65 grados centígrados en los sectores urbanos.
Por eso, la Alcaldía comenzará un plan de restauración de 1.300 hectáreas en los cerros orientales, los cuales tienen una extensión de 13.140 hectáreas. Eso incluye la sustitución de especies exóticas por especies nativas y la restauración ecológica de suelos para disminuir la vulnerabilidad de esta zona de la ciudad al cambio climático.
“Lo anterior significa que tendremos en proceso de restauración cerca del 10 % del área de los cerros orientales; una cifra histórica que representa ocho veces lo que han restaurado las anteriores administraciones”, manifestó Adriana Soto.
Lograr este objetivo permitirá que la zona sea mucho menos propensa a incendios forestales, y capte mejor las aguas lluvias para que estas lleguen a los acuíferos de la ciudad, cuyos puntos de recarga se encuentran allí, pues, de acuerdo con la secretaria, en los cerros orientales habrá una tendencia a una disminución de las precipitaciones.
“La ciencia nos dice que de aquí al 2040 tendremos una disminución en las precipitaciones del 15 % en el oriente de la ciudad, y en el occidente, un aumento del 35 %. Con base en esos escenarios es que desde el Distrito estamos diseñando estrategias para tener una Bogotá mejor preparada frente al cambio climático, por el bienestar de la gente”, destacó la secretaria de Ambiente.
En resumen, Bogotá enfrenta desafíos ambientales significativos que requieren acciones inmediatas y sostenibles. Las estrategias planteadas por la Secretaría de Ambiente, como la restauración de los cerros orientales, la sustitución de especies exóticas, y la mejora de las cuencas que abastecen los embalses, buscan mitigar los efectos del cambio climático mientras protegen los ecosistemas de la capital.
Estos esfuerzos no solo contribuirán a garantizar un suministro de agua más estable y de mejor calidad, sino que también fortalecen la resiliencia de la ciudad frente a fenómenos extremos como incendios forestales, sequías y lluvias intensas.
Si desea revivir la conversación y conocer más sobre los retos y soluciones que plantea el Distrito para enfrentar la variabilidad y las consecuencias del cambio climático, puede volver a ver el conversatorio que El Espectador realizó con la secretaria de Ambiente, Adriana Soto, haciendo clic en el siguiente enlace:
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