
Escucha este artículo
Audio generado con IA de Google
0:00
/
0:00
En el corazón del barrio Olaya Herrera, uno de los sectores más estigmatizados de Cartagena, Ruby Flórez decidió que el arte podía ser mucho más que entretenimiento: podía ser un puente hacia la integración, la inclusión y la reconciliación. Allí, donde durante décadas faltaron bibliotecas, casas de cultura o espacios seguros para la niñez, esta artista escénica convirtió su hogar en un refugio creativo que hoy acompaña a más de 450 niños, niñas y adolescentes de distintos puntos de Bolívar.
Docente, actriz y gestora cultural con más de 14 años de experiencia, Ruby fundó hace ocho años la corporación Ruleli “Caimaneros 100%”, una iniciativa que nació de manera sencilla pero poderosa: la necesidad de devolverle algo a su comunidad. Lo que comenzó con seis niños en una sala improvisada se transformó en un proyecto que hoy llega a comunidades urbanas y rurales afectadas por violencia intrafamiliar, de género y sexual, así como por la falta de oportunidades educativas y culturales.
A través del teatro —su pilar—, la danza tradicional, la música y las artes plásticas, Ruleli aborda problemáticas sociales profundas: derechos sexuales y reproductivos, inclusión, diversidad, salud mental, xenofobia, homofobia, bullying y cuidado del medio ambiente. Sus metodologías integran prácticas sostenibles, como el uso de materiales reciclados para escenografías y manualidades, apostándole a un modelo de educación artística con conciencia ambiental.
Pero quizá el sello más distintivo del proyecto es su trabajo con niños, niñas y jóvenes con discapacidad. Ruby lidera un proceso que promueve la independencia y la autonomía, acompañando a las familias para que confíen en las capacidades reales de sus hijos. A través del arte, los participantes aprenden habilidades prácticas, desarrollan seguridad en sí mismos y fortalecen su autoestima. “El amor más puro que tengo en mi vida es ellos”, dice Ruby. “En ellos no hay maldad, no hay rencor ni envidia. Un abrazo de ellos te recarga el alma aunque tengas el día más difícil”.
La visión de Ruby también resignifica el término “caimaneros”, antes usado para estigmatizar a los jóvenes del sector. Hoy, bajo su liderazgo, esa palabra es símbolo de orgullo, identidad y resistencia. Gracias al proceso, muchos de sus egresados son hoy comunicadores audiovisuales, diseñadores gráficos, artistas escénicos e ingenieros, demostrando que la periferia también puede ser cuna de talento y transformación.
El impacto de Ruleli trasciende las fronteras del barrio. Niños de apenas seis o siete años han sido nominados en festivales internacionales por sus cortometrajes; obras de teatro creadas en la comunidad han viajado a distintos escenarios; y las puestas en escena se han convertido en espacios de diálogo social y sanación colectiva.
Cuando Ruby escuchó su nombre como ganadora de Titanes Caracol 2025 en la categoría Integración, Inclusión y Reconciliación, no pudo contener las lágrimas. “Yo no me la creía”, recuerda. “Todos los finalistas tenían proyectos increíbles. Pero ver que el foco se centraba en mi barrio, un lugar tan estigmatizado incluso por los mismos cartageneros, fue una bendición”.
Ser Titán para ella es la confirmación de que el arte —ese lenguaje que permite decir lo que a veces la vida cotidiana no deja expresar— puede transformar barrios, sanar heridas y unir a las personas alrededor de un propósito común. Ruby lo demuestra cada día, escena tras escena, abrazo tras abrazo, con la convicción de que la cultura no es un lujo, sino un derecho y una herramienta de futuro para las comunidades más olvidadas.