En un mundo marcado por la competencia desmedida, los discursos individualistas y la fragmentación social, la complejidad de los desafíos actuales exige formas más profundas de conocimiento y habilidades sociales más sólidas en los procesos de formación y aprendizaje, no solo de los individuos como estudiantes, sino también como ciudadanos. Estos desafíos abarcan desde los dilemas éticos relacionados con la inteligencia artificial hasta las implicaciones del colapso ambiental y la creciente intolerancia social frente al desarrollo económico. Aprender no puede seguir siendo una tarea individual verificada mediante exámenes, ni una simple transmisión unidireccional del conocimiento, del sabio al ignorante.
El aprendizaje colaborativo es una estrategia didáctica que surge como una propuesta para construir conocimiento colectivamente, de manera crítica, respetuosa y transformadora. Los participantes trabajan juntos compartiendo responsabilidades, debatiendo ideas y cimentando significados colectivos para lograr objetivos comunes. Se fomenta así la interdependencia positiva en donde el éxito individual está vinculado al del grupo, lo que exige el uso y fortalecimiento de habilidades como la escucha activa, la negociación, la autorregulación emocional y la argumentación fundamentada. No solo se aprende de otros, sino que se aprende a estar con otros: a escuchar diferentes perspectivas y a la toma de decisiones de forma compartida.
En un entorno colaborativo, los estudiantes no solo tienden a retener más información, resolver problemas de manera más creativa y desarrollar actitudes más propositivas, sino también a fortalecer su autoestima y mejorar sus relaciones interpersonales, a través del trabajo conjunto.
El rol del docente también cambia radicalmente: deja de ser un transmisor y evaluador, para convertirse en un facilitador y mediador. Su papel como tutor ya no consiste en controlar cada paso del proceso sino en diseñar y propiciar ambientes de aprendizaje desafiantes, formular preguntas abiertas y ayudar a sus estudiantes a reflexionar sobre sus propios procesos. Debe fomentar la autonomía sin abandonar el acompañamiento, y cultivar una cultura del error como oportunidad para el crecimiento conjunto.
En el contexto de la educación de posgrado o de la formación profesional, el aprendizaje colaborativo adquiere un valor especial, pues los estudiantes generalmente cuentan con experiencia laboral previa, lo que potencia la construcción colectiva de conocimiento al aportar visiones desde distintos sectores, disciplinas y trayectorias. Así, el aula, virtual o presencial, se transforma en un laboratorio social donde se comparten experiencias reales, se confrontan modelos de pensamiento y se fortalecen redes profesionales.
Frente a los retos del siglo XXI, la educación no puede seguir promoviendo sujetos aislados, competitivos y obedientes, sino ciudadanos reflexivos, cooperativos y creativos. Ello implica adoptar y desarrollar con mayor profundidad estrategias y métodos de aprendizaje colaborativo, lo que a su vez puede contribuir a consolidar culturas organizacionales más democráticas, innovadoras y sostenibles.
*MBA DBA. Consultor Internacional. Máster en Gestión de Empresas de la Universidad Ramón Llull de Barcelona y estudios doctorales en administración. rgpconsultores@outlook.com.