Sincerín, un pueblo de Bolívar donde se respira béisbol, dio a Colombia el 19 de julio de 1985 al mejor relevista del país: Ernesto Frieri, un derecho de tez morena y una estatura de 1,87 metros, entregado a Dios y confiado 100% en sus grandes habilidades. Gracias a su empeño y dedicación se ha convertido en el baluarte del equipo de Grandes Ligas Los Ángeles Angels de Anaheim.
Frieri tiene una recta que llega a las 95 millas por hora (mph), la cual lo ha convertido en un lanzador intocable. Para no ir más lejos, la temporada pasada salvó más de 35 partidos, por primera vez en su carrera.
Todo este sueño nació en un joven que molía maíz todas las mañanas para ayudar a su mamá y a su abuela a hacer bollos de mazorca, que luego vendían por el pueblo de Sincerín.
Frieri comenzó a sentir interés por el juego de la pelota caliente gracias al hit de oro de Édgar Rentería que les dio a los Marlins de la Florida el título de la Serie Mundial. También por el gran desempeño de Orlando Cabrera con los Expos de Montreal.
“Mi sueño máximo cuando niño era ser beisbolista y nació viendo a mis ídolos: Édgar Rentería y Orlando Cabrera, que fueron grandes exponentes del béisbol colombiano en Grandes Ligas”, recuerda Frieri.
Poco a poco fue construyendo el sueño y comenzó a trabajar duro para hacerlo realidad. Tenía claro que lo que quería era llegar a las Grandes Ligas. “Siempre la tuve clara. Confiando en mí, en la gente que estuvo conmigo y conociendo que nada es imposible, que cuando uno se propone las cosas, todo se puede conseguir. Y gracias a todo esto y a estar disciplinado, pude conquistarlo y llegué al béisbol de las Grandes Ligas”.
Su camino tomó color en su pueblo cuando David Gómez y su familia le enseñaron lo que ellos sabían del deporte y lo llenaron de fundamentos. Esto hizo que al lanzador lo descubriera Marcial del Valle y lo invitara a su academia de béisbol en Cartagena (de los Padres de San Diego). A partir de ese momento comenzó a entrenar con él y a desarrollar su talento. Venezuela y República Dominicana se convirtieron en el primer escalón profesional de Frieri con su objetivo de llegar a Grandes Ligas.
Por esta razón, Frieri agradece a la gente que inicialmente lo apoyó en el sueño de conseguir ser uno de los mejores relevistas en la Gran Carpa: “Cuando estaba joven, en mi pueblito David Gómez y su familia, que era una de las que más sabían del deporte, siempre estuvieron pendientes de mí. Luego, cuando me fui a Cartagena, mi papá deportivamente hablando, Marcial del Valle, fue el que me dio todas las oportunidades del mundo, fue el que me abrió las puertas y gracias a él pude firmar con un equipo de Grandes Ligas y trabajar en esto. Él es la persona que se debe llevar todos los méritos”.
No obstante, una vez firmó con los Padres de San Diego y llegó a la Liga rookie en Arizona, el camino no fue fácil: “Las cosas simples no tienen el mismo sabor, fue muy difícil, tuve que empeñarme demasiado, sacrificio, tuve que apartar muchas cosas para poder concentrarme en lo mío, pero nunca bajé la cabeza. Me demoré siete años para poder llegar al béisbol de primer nivel y en ese tiempo pasaron cosas, tanto negativas como positivas, que son a las que más importancia debemos darles, porque gracias a lo que aprendí de ellas fue que pude llegar a donde estoy”.
Actualmente Ernesto Frieri es el cerrador de una de las franquicias más importantes de las Grandes Ligas y gracias a los 37 salvamentos que logró en 2013 se convirtió en el quinto lanzador de los Ángeles Angels de Anaheim en los últimos 20 años en superar la marca de 35 rescates en una temporada.
Con 28 años, Frieri apenas comienza a escribir su historia en la Gran Carpa y aunque el sueño de llegar al máximo nivel del béisbol ya se cumplió, ahora lo que quiere el lanzador de Sincerín es llegar a la Serie Mundial y ganarla. “Es el sueño de todo beisbolista. Es normal que juegues por los sueños personales, pero cuando lo haces en grupo, en ganar en una competencia de equipo, depende de todos los que hacen parte de éste y eso abarca una buena relación con tus compañeros, realizar una buena preparación y ayudarse el uno al otro. Ese es un triunfo grande, es compartido y muy satisfactorio”.