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Titanes Caracol 2025

Finalistas categoría Salud y bienestar

Estos son los cuatro finalistas de la categoría de Salud y bienestar de Titanes Caracol 2025.

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01 de diciembre de 2025 - 11:30 a. m.
Finalistas categoría Salud y bienestar.
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Foto: Cortesía
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En búsqueda de la autonomía

Aydée Montero habla de autonomía con la convicción de quien conoce, en carne propia, el peso que tiene decidir por sí misma. “Cada uno tiene el poder de tomar decisiones sobre su vida y para eso necesitamos ejercer ese derecho”, afirma. Ella, que también vive con una discapacidad, entendió desde muy joven que la independencia no debe ser un privilegio, sino una posibilidad real y digna para todas las personas. Ese fue el punto de partida para crear la Fundación Tobé. “Tobé” significa volar en japonés, y ese verbo condensa el propósito de la organización: acompañar a que más personas con discapacidad desplieguen alas propias y conquisten una vida autónoma. Para Aydée, la clave de ese vuelo está en una figura casi invisible para la sociedad, pero esencial: el asistente personal. “El asistente termina siendo nuestras manos y pies”, explica. A diferencia de los cuidadores, frecuentemente familiares que asumen decisiones por la persona, el asistente personal es un puente hacia la independencia. “El usuario decide todo, desde a qué hora comer, salir, estudiar o trabajar. El asistente es una extensión del cuerpo, no de la mente.”

Esa mirada, audaz y profundamente transformadora, llamó incluso la atención de Japón, donde la fundación fue invitada a presentar su modelo y ha recibido seguimiento por su innovación social. La organización opera sobre tres líneas centrales: la formación de asistentes personales capaces de brindar apoyos respetuosos y orientados a la autonomía; la sensibilización comunitaria para transformar la visión social sobre la discapacidad; y la divulgación de derechos, herramientas técnicas y tecnológicas que potencian la vida independiente. Aydée Montero busca demostrar que la autonomía no es un sueño excepcional, sino un derecho. Uno que, como el significado de Tobé, invita a volar.

El cáncer como punto de partida

En 2004, la vida de Yipsel Bello cambió para siempre. Ese año enfrentó una de las experiencias más dolorosas que puede vivir una madre: la muerte prematura de su hija, María José, a causa de un cáncer infantil. Lo que para muchos habría significado un cierre, para ella se convirtió en un punto de partida. Desde entonces, decidió dedicar su vida a mejorar las condiciones de niños, niñas y adolescentes diagnosticados con esta enfermedad, así como el acompañamiento que reciben sus familias. De esa convicción nació la Fundación María José, una organización que trabaja para que el diagnóstico temprano, la continuidad del tratamiento y la calidad de vida de los pacientes no dependan de la suerte ni de la posición social. Su objetivo es claro: derribar barreras de acceso y enfrentar las inequidades que todavía afectan la atención oncológica pediátrica en Colombia. Con un enfoque integral, la fundación articula programas de asesoría jurídica, acompañamiento psico-oncológico, apoyo complementario durante el tratamiento, grupos de apoyo para familias, actividades formativas y auxilios de movilidad. Cada servicio está diseñado para responder a necesidades reales que van desde la comprensión de trámites médicos hasta la contención emocional durante un proceso que impacta a todo el núcleo familiar. La labor de la Fundación María José no solo acompaña el presente de los pacientes; también busca transformar las condiciones del entorno para que más niños y niñas tengan oportunidades de diagnóstico oportuno y atención continua. En cada caso que acompaña, la organización reafirma la convicción que impulsó a Yipsel hace dos décadas: convertir el dolor en un puente hacia la esperanza y el cuidado digno.

La promesa de dignificar en todo momento

En Pasto, una ciudad marcada por montañas, tradiciones y resiliencia, María Ximena aprendió a caminar entre la incertidumbre que deja el cáncer infantil. Su historia no comenzó con una idea de liderazgo ni con el propósito de dirigir una organización: nació, más bien, del miedo y la fortaleza de una madre que debió enfrentar dos veces el diagnóstico de esta enfermedad en su propia familia. “Ser mamá de un niño en tratamiento es muy difícil”, repite cuando recuerda aquellos días donde la esperanza era un ejercicio diario y la soledad parecía inevitable. Fue justamente en esa soledad donde identificó una ausencia que dolía: no había apoyo suficiente para las familias que acompañaban a sus hijos en tratamientos oncológicos. Ni un lugar donde llorar sin ser juzgados, ni un espacio para preguntar sin miedo, ni alguien que ofreciera un abrazo a tiempo. Ese vacío —que conoció en carne propia— fue la chispa que años después la llevaría a transformar el dolor en acción. En junio de 2018, impulsada por la experiencia vivida durante el tratamiento de su hija, fundó Héroes del Día a Día, una organización que nació pequeña pero con un propósito inmenso: brindar atención integral a niñas, niños y adolescentes diagnosticados con cáncer en la región, y acompañar de manera cercana a sus familias. Desde entonces, María Ximena se convirtió en esa luz que muchas madres y padres necesitaban cuando el mundo parecía desmoronarse. Su labor ha ido más allá del acompañamiento emocional. La fundación ofrece apoyo médico y psicológico, organiza actividades de recreación para que la infancia no se desdibuje entre hospitales, y realiza brigadas de salud en comunidades de difícil acceso donde la detección temprana puede significar un futuro distinto. Cada intervención lleva una marca inconfundible: la calidez de quien ya recorrió ese camino y sabe exactamente dónde tiembla el corazón. Hoy, Héroes del Día a Día es una referencia en el sur del país, un hogar simbólico para quienes viven una de las experiencias más duras de la vida, y también un recordatorio de que el amor cuando se decide compartir puede convertirse en una poderosa fuerza de transformación. Y en medio de todo, María Ximena sigue allí firme, cercana, y guiando a otros con la misma luz que un día necesitó para sostenerse.

Una taza como refugio

Cuando José Guillermo Bolívar Tabares recuerda su infancia, lo hace a través del aroma dulce y cálido de una bebida sencilla, la aguapanela. “Mi mamá nos hacía una olla y era lo único que teníamos para pasar el resto del día”, cuenta. Hoy, ese recuerdo marcado por la escasez se transformó en el motor de una de las obras sociales más constantes y silenciosas de Medellín. Para muchos habitantes de calle, esa misma bebida se convierte en la única comida del día y, sobre todo, en un gesto de dignidad.

Así nació la Fundación Aguapaneleros de la Noche, creada el 15 de mayo de 1998 por José Bolívar y su esposa, Mary Luz Molina Pareja, inspirados por la caridad de San Vicente de Paúl. Lo que empezó como una acción espontánea, la de salir al centro de la ciudad con una olla de aguapanela para quienes dormían en las calles, con el tiempo se convirtió en un movimiento de amor que hoy reúne a más de 50 voluntarios.

Cada noche, las filas de hombres y mujeres en situación de calle se forman con la certeza de que recibirán algo más que una bebida caliente. José es capaz de ver “en los ojos de otros solo bondades”, dicen quienes lo acompañan, y ese es quizá el secreto que ha sostenido la obra durante más de dos décadas. El trabajo de la fundación no se queda en las noches. Paralelo a la entrega de aguapanela, tienen un programa para madres cabeza de hogar en condición de pobreza, a quienes se les entrega un mercado tres veces al mes y se les abren oportunidades para retomar sus estudios. La apuesta es simple y profunda: si las madres logran salir adelante, sus hijos tendrán menos riesgo de caer en malos pasos o en el consumo de drogas. Hoy la fundación atiende a 1.400 habitantes de calle y acompaña a 100 madres cabeza de familia durante el año. Su impacto no solo se mide en cifras, sino en el sentimiento colectivo que han despertado: el de una ciudad que, a pesar de sus sombras, sigue encontrando luz en la solidaridad. Su obra demuestra que un gesto sencillo, una simple taza de aguapanela, puede transformarse en un acto profundo de humanidad y en un puente de esperanza para quienes más lo necesitan.

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