A propósito del trágico fallecimiento de la residente de la especialización de cirugía de la Facultad de Medicina de la Universidad Javeriana, se han suscitado innumerables criticas, revelaciones y cuestionamientos, no solo a las condiciones y el ambiente laboral de los internistas de medicina en el país, sino a las actitudes de algunos de sus docentes que en aras de la “exigencia” académica, promueven y realizan acciones, que en vez de generar conocimiento en sus alumnos, se convierten en mecanismos de presión indebida sobre ellos.
El caso no puede ser tan ligeramente tratado, ni juzgado a partir de incompletos informes mediáticos que surgen de las entrevistas realizadas a diferentes personas afectadas o defensoras de las condiciones de larga tradición que han caracterizado a una determinada institución, o profesión. Es necesario revisar desde los estilos de formación, hasta como se conforman los ambientes académicos y la practica laboral que dejan pasar desapercibidas formas de maltrato hacia el estudiante, -so pretexto de la formación de un supuesto “carácter”-, y que parecen enfocarse en rememorar un prestigio basado más en el orgullo de un éxito técnico profesional, que en la integralidad como persona del profesional.
Si bien es cierto que las estadísticas demuestran que la tasa de suicidios en la comunidad médica es superior a la del promedio de otras profesiones, (que agrava el temor que sienten los jóvenes médicos y potenciales especialistas, de ser percibidos o señalados como “mentalmente débiles” si manifiestan sus inconformidades), el problema no se limita a los estudiantes de pregrado y posgrado de ciencias de la salud, pues en general, el suicidio juvenil en Colombia viene en incremento, para la población de 17 a 24 años, rango en el que se encuentran mayoritariamente los alumnos de educación superior.
Y es que además de las diversas dificultades sociales, económicas y personales que el estudiante arrastra, puede encontrarse con un prototipo de profesor ajeno a los grandes progresos metodológicos y de transferencia de conocimiento, que insiste en basar el aprendizaje en la recordación de datos, apoyado en sistemas punitivos de evaluación que finalmente priorizan la acumulación más de fatiga que de sabiduría, y que pueden dejar testimonio del esfuerzo aplicado pero no siempre de las competencias desarrolladas. (Quizás de aquellas que el docente omitió contribuir mediante el acompañamiento a sus pupilos, a los que contrariamente deleznó con frases despectivas y arrogantes, en su afán de figurar como el profesor “cuchilla” o “filtro” de la facultad)
La calamidad del suicidio estudiantil no puede ser mirada tan solo como una repercusión de los factores del entorno socioeconómico, sino que obliga a revisar responsabilidades por parte de las instituciones educativas y todos sus actores, desde los directivos, hasta los profesores y desde luego de los estudiantes, que deben activar mecanismos tempranos de alerta para con sus compañeros.
*MBA DBA. Consultor Internacional. Máster en Gestión de Empresas de la Universidad Ramón Llull de Barcelona y estudios doctorales en administración - rgpconsultores@outlook.com