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Como una espectadora, este fin de semana tuve la maravillosa oportunidad de asistir a un desfile de modas en el marco del New York Fashion Week, desfile que se llevó a cabo, gracias al gran trabajo conjunto de FDLA (Fashion Designer of Latin America) y la CCB (Cámara de Comercio de Bogotá). Un verdadero puente invisible: entre la Cra. Séptima y el Río Hudson.
Se trató de una pasarela maravillosa, en una edificación antigua el Starrett- Lehigh Building, de corte industrial, paredes blancas y techos blancos, con grandes ventanales con marcos de acero, que dejaban pasar la luz, y ofrecían una maravillosa vista sobre el río Hudson.
El ambiente era mágico, de expectativa, luces frías, modelos alistándose en el backstage, murmullos del público, la música, los diseñadores nerviosos antes de hacer su debut ante los medios, la prensa en un lugar al fondo preparando sus cámaras y micrófonos, y un ambiente de alegría y curiosidad, que presagiaba la puesta en escena, de una colección preparada para una de las mejores pasarelas del mundo. Todo parecía un sueño hecho realidad.
Era un domingo 14 de septiembre, a las 3:30 pm, y allí estaban ellos, 8 diseñadores cuyos sueños y colecciones habían traído en sus maletas, sus ilusiones y las de toda su gente, y que viajaron desde las calles de San Victorino y El Restrepo en Bogotá, para validar una historia de éxito colectiva. Y el evento, se convirtió en un verdadero eco de una propuesta colectiva de moda, digna de las mejores pasarelas del mundo, el cual demostró, que si se trabaja con constancia y tenacidad y de la mano de instituciones como la CCB, se puede llegar a otras latitudes para vender sus productos y creaciones, en una de las vitrinas más exigentes del planeta.
Hoy puedo escribir, que fue Bogotá y este grupo de empresarios, los que brillaron. Mis ojos se deslumbraron con los diseños, las texturas, las propuestas; mis oídos estuvieron felices al escuchar los flashes y los aplausos tan merecidos; y mi pluma hoy corrobora, que este es el reflejo puro del talento de un apasionado grupo de colombianos. Sus creaciones se han construido con los materiales, las vivencias y la disciplina, de un grupo de hombres y mujeres, verdaderos artesanos y creadores, que con sus propias manos, su ingenio y sus equipos de trabajo, convirtieron las telas, el cuero y los diversos materiales, en colecciones que cuentan la historia de dos barrios de Bogotá, que hoy salen de la periferia para ser epicentro de la creatividad y la moda.
Eran las prendas bogotanas, en un diálogo con el público extranjero, de diferentes partes del mundo, que contaban un relato de un país a través de sus tejidos y propuestas de moda. Y empezó el desfile: colecciones que traía a mi memoria las máquinas de coser y las manos de mujeres y hombres empoderados, que convirtieron las telas en innovadoras creaciones, y el cuero y materiales artesanales en arte hecho zapatos, botas y botines. Y es que era un hito, por primera vez, nuestros empresarios de San Victorino y El Restrepo, formaban parte del calendario de presentaciones de la Semana de la Moda en Nueva York.
Así como el Hudson fluía, lo hacía la moda colombiana, en un desfile sublime, el cual a través de las colecciones de Cannabis Tm, Divina Colletion, Grupo NK, Ismo, Plur Store, Seven7 Couture, UANA by Wanaawaa, Lisantiny, dieron a conocer a la Gran Manzana y al mundo, que la moda colombiana está en crecimiento, es innovadora, y que tenemos suficiente talento local para llegar al mercado global.
Yo me sentí emocionada de ser colombiana, del trabajo de este grupo de diseñadores, de la CCB y de la FDLA, que actuaron como verdaderos motores de transformación empresarial ayudando a prosperar las diferentes unidades de negocio, visibilizándolas y dándoles herramientas y voz, para darse a conocer a nivel internacional. Por un momento, me imaginé a todos aquellos que en los talleres de costura de Bogotá, habían dado vida a las prendas que admirábamos, a las madres cabeza de familia, a los jóvenes, a quienes han subsistido a través de los negocios de economía popular que representaban, y a la narrativa puesta en escena: una verdadera mezcla de sofisticación, vanguardia, resiliencia, transformación y realidad social.
El lunes 15 de septiembre, Times Square también fue un escenario donde se amplificaron la creatividad y versatilidad de las colecciones presentadas. En sus pantallas pasaron las imágenes de las creaciones de las diferentes empresas participantes, y los transeúntes que cruzaban las calles fueron testigos de la originalidad, la calidad de la moda colombiana, y por supuesto, de su futuro.
Sí se puede, la moda no es sólo estética, cuenta verdaderas historias de vida, es memoria e identidad local. Cada jean, camisa, vestido, cinturón, zapato, nacido en los talleres de San Victorino y El Restrepo, hicieron visible la creación de un grupo de empresarios de la economía popular colombiana, cuyos modelos de negocios ya están preparados para responder a la demanda internacional.
Hoy, un aprendiz de estos talleres puede soñar con cortar un vestido que puede ser vendido en otras latitudes. Porque después de lo vivido, estoy segura de que este será el comienzo de nuevas historias, de que los 8 diseñadores que vivieron esta experiencia, serán como semillas multiplicadoras que crecerán y darán fruto, que trasladarán sus experiencias a otros, que con el apoyo institucional de la CCB, también presentarán nuevas colecciones y llegarán a otros mercados internacionales como París o Dubai, para cerrar negocios exitosos. Porque la CCB se preocupa no sólo por la moda como industria creativa, sino también porque esta sea un motor de desarrollo económico y social para la ciudad.
Y es que la moda colombiana me hace sentir orgullosa, de mi país, de los talleres bogotanos, del talento, de la creatividad de mi gente, de lo nuestro. Esta semana, Bogotá cruzó orgullosa un puente invisible a Manhattan, y tengo la certeza de que en los próximos años, muchos empresarios lo cruzarán a otros lugares del mundo, de la mano de la CCB. ¡ YO ESTUVE ALLÍ, CON UNA GRAN FE EN LO NUESTRO! Que viva Bogotá, San Victorino y El Restrepo. Que viva Colombia.
Y por supuesto ahora, que ya regresé a Bogotá, ya quiero comprarme tres chaquetas de Divina Collection (Mi tienda, mi tierra como lo dice la marca), una de Café de Colombia, otra de Fósforos El Rey o de Chocolatina Jet, un verdadero homenaje a las tiendas de barrio, a los símbolos que pasan de generación en generación. También quiero un jean, o una falda de Seven 7 Couture, cuya pasarela con siluetas bien estructuradas, fue una hermosa mezcla entre la producción industrial y los detalles artesanales. O compraré, unos pantalones de Cannabis, para mis hijas, cuya línea Streetwear me gustó mucho, pues su propuesta está basada en la estética urbana y trabajan con materiales como el cáñamo (hemp) demostrando un gran compromiso ambiental (Amé el lema de su colección, la semilla del futuro).
Aún no me decido, todas las marcas son preciosas. ¿Y qué compraré del Grupo NK con una propuesta urbana con hermosos hoodies y joggers de algodón; de Ismo cuyas chaquetas y prendas en denim, y telas pesadas como el gobelino son innovadoras; o de Plur Store, elegante y femenino, cuidadoso de los detalles; o de UANA by Wanaawaa futurista y arriesgado: o de Lisantiny con una propuesta innovadora en calzado? Aún no me decido, no puedo comprarlo todo. Pero estoy y están mis hijas, bien antojadas. Espero nos alcance el presupuesto $$$.