Estamos de acuerdo en que en todo el mundo la población no solo ha ido aumentando a ritmos acelerados, sino que adicionalmente se ha envejecido, esto como resultado de una combinación de factores: por un lado, el avance de la ciencia que hace que la esperanza de vida sea mayor, y por el otro, la decisión de las generaciones presentes de tener menos hijos, lo que conlleva a que las proyecciones para los próximos 50 años muestren una distribución por edades más homogénea.
Un fenómeno que no es ajeno en Colombia. En 1970 la población mayor de 60 años era el 4,8 % sobre los 21′480.000 habitantes que tenía el país, en 2020 esta población conforma el 13,1 % sobre los 50′882.000 habitantes y las proyecciones para el año 2070 indican que el 36,5 % de 53′812.000 serán personas mayores de 60 años. Partiendo de esa hipótesis, el censo de 2018 del DANE indica que con relación al año 2005, hay una creciente tendencia a familias de uno o máximo dos personas, reuniendo este segmento el 39,8 % de los hogares en Colombia.
Sin embargo, la pirámide etaria natural no es lo único que ha venido cambiando. En el país, y de manera general en el mundo, hoy las personas envejecen con otros gustos y otras necesidades que garantizan su bienestar. Una de ellas es la conciencia de que un ambiente digno les permite crecer física, mental y emocionalmente, siendo la vivienda el espacio vital para su tranquilidad.
De acuerdo con la Organización Panamericana de la Salud (OPS), “la vivienda es el espacio físico donde los seres humanos transcurren gran parte de su vida, reponen sus fuerzas y donde se dan actividades y momentos importantes que estrechan relaciones afectivas y fortalecen el núcleo familiar. Por su influencia en la salud de las personas, la vivienda debe brindar seguridad, intimidad, descanso y bienestar, en función de las condiciones del medioambiente y de la conducta que asumen sus ocupantes”.
Por esto, las constructoras son conscientes de ello, y un ejemplo es el proyecto Santa Ana, que se construye al norte de Bogotá. En palabras de Santiago Medina, gerente del proyecto de la empresa Promotora Equilátero, “lo que buscamos es reunir los dos mundos: las necesidades de nuestro público objetivo, un adulto mayor independiente, activo y funcional, y el buen vivir como oferta de valor disruptivo. Por eso, el proyecto va más allá de un producto inmobiliario. Ofrece un servicio habitacional integral, que contempla alimentación, salud, prevención, entretenimiento, sociabilidad, entre otros, todo en torno a una construcción de comunidad e integración”.
Se trata de una especie de hotel en la casa, pues el proyecto cuenta con 91 unidades de vivienda, en su mayoría entre 55 y 60 metros, con zonas comunes que incluyen biblioteca, oratorio, piano bar, gimnasio, peluquería, spa y restaurante, así como servicios personales complementarios: aseo en los apartamentos, room-service, lavandería, clases, talleres, valet parking, enfermería 24 horas, conserjería, entre otros servicios.
Una muestra de que más allá de un proyecto de vivienda hoy las firmas lo que buscan es el bienestar de los residentes, teniendo como fundamento la comodidad y la comunidad.
Otro proyecto inmobiliario a destacar es Seniors Club San Lucas, ubicado en Medellín, de la Promotora Senior. Un proyecto que refleja en un producto habitacional todas las necesidades no satisfechas de las personas activas e independientes mayores de 50 años. En operación desde 2007, y localizado en el barrio de El Poblado en Medellín, este les permite a sus residentes compartir con amigos y familiares en ambientes como cafetería, restaurante, gimnasio y zonas húmedas, salones de juego, salas de cine y salones de manualidades.
Los adultos mayores cambiaron sus prioridades y la oferta del mercado se ha ido adaptando a esta nueva demanda. Querer adquirir vivienda es pensar en el bienestar personal y colectivo, y en un acto de generosidad con la salud mental y física para esa edad en la vida, en donde lo que prima es la tranquilidad.