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Colombia enfrenta una de sus mayores crisis energéticas. Al depender en un 68,32% de la hidroelectricidad, resulta alarmante que los embalses hayan alcanzado mínimos históricos en 2024, con solo un 49,75% de su capacidad. Esta situación crítica se agrava por el aumento en la demanda energética, la lentitud burocrática, la falta de financiamiento para proyectos de energías alternativas y otros factores que han generado preocupación entre los líderes del sector.
Según la Asociación Nacional de Empresas Generadoras (Andeg), entre 2027 y 2028 se proyecta un déficit de energía firme entre el 4% y el 6%, lo que equivale a 4.000 o 5.000 gigavatios anuales, es decir, entre 1.500 y 2.000 megavatios de nueva capacidad necesaria. De no tomarse medidas urgentes, el país podría enfrentar apagones generalizados.
Ante este escenario, ya no es suficiente que las organizaciones públicas y privadas impulsen cambios en la política energética. Es momento de que los colombianos adopten un rol activo, convirtiéndose en “prosumidores”: consumidores que también participan en la generación o mejora de los recursos que utilizan.
Daniel Giraldo, CEO de Solenium, startup especializada en el desarrollo de proyectos de energía solar y tecnologías del sector, asegura que, en un contexto donde el cambio climático y la transición energética son una prioridad, la adopción de energías renovables en los hogares colombianos ha cobrado un papel cada vez más relevante. Esta tendencia no solo contribuye a reducir la huella de carbono, sino que también ofrece beneficios económicos significativos.
“Desde la parte ambiental, claramente hay una disminución de la huella de carbono de los hogares debido al uso de energías y tecnologías más limpias y eficientes”, señala Giraldo, quien además resalta la necesidad de activar planes de eficiencia energética.
Sin embargo, el directivo advierte que el mayor desafío para instalar estas tecnologías fotovoltaicas y desarrollar este tipo de planes es la falta de conocimiento. “Es muy difícil en estos momentos, pues los usuarios cuentan con poca información sobre sus hábitos energéticos”, concluye.
No obstante, la urgencia de actuar en este frente es innegable. Esto llevó a que, el año pasado, el Ministerio de Minas y Energía, el Ministerio de Vivienda, Ciudad y Territorio y el Fondo Nacional del Ahorro firmaran un memorando de entendimiento para facilitar la financiación de mejoras en viviendas con soluciones de energía renovable, especialmente tecnologías fotovoltaicas.
El acuerdo tiene como objetivo que los hogares de estratos 1, 2 y 3 puedan acceder a energías limpias, mejorar su infraestructura y reducir sus facturas de energía, tanto a corto como a largo plazo. Además, establece que los créditos para mejoramiento de vivienda tendrán un rango de inversión entre 10 y 20 millones de pesos, disponibles tanto para afiliados con cesantías como para aquellos con ahorros voluntarios, ampliando así las posibilidades de acceso.
Para garantizar equidad, las tasas de interés serán más favorables para las familias de menores ingresos, partiendo desde un 10% efectivo anual en hogares con ingresos de hasta dos Salarios Mínimos Legales Vigentes (SMLV).
Frente a esta desinformación sobre los hábitos de consumo energético, una de las soluciones clave podría ser la implementación de sistemas de medición inteligente, como Quoía, desarrollado por Solenium. Este tipo de herramientas permite conocer en detalle el comportamiento energético de los hogares y tomar decisiones más eficientes.
Otro de los grandes retos para impulsar esta nueva etapa es la disponibilidad de espacio para la instalación de sistemas fotovoltaicos, especialmente en zonas urbanas densamente pobladas. Para mitigar este obstáculo, esta startup viene desarrollando diferentes proyectos de minigranjas solares, que permiten a comunidades enteras beneficiarse de la energía renovable sin necesidad de instalar paneles en cada vivienda.
“Imagine un conjunto residencial donde 100 familias comparten una planta solar cercana. Así democratizamos el acceso”, explica Giraldo. Este modelo, respaldado por la Resolución 030 de 2018, incluso permite vender los excedentes de energía a la red eléctrica.
Colombia avanza hacia un futuro energético más sostenible mediante iniciativas como las comunidades energéticas y la generación distribuida, que están haciendo las energías renovables cada vez más accesibles para la población. Esta transición hacia un modelo más eficiente y sustentable ya está en marcha, y los hogares colombianos se han convertido en actores fundamentales de este cambio.