Hay algo sorprendente y paradójico en la historia reciente de Piedad Córdoba. Cuando estaba en uno de los períodos más áridos de su carrera, su mayor enemigo político, Álvaro Uribe, terminó catapultándola a escenarios internacionales de primera línea. Fue un inexplicable regalo que el Presidente le dio y que, al parecer, no le pudo quitar cuando decidió suspenderle su autorización para facilitar el acuerdo humanitario con las Farc, al lado de Hugo Chávez.
De hecho, ella es hoy la parlamentaria colombiana más conocida en el exterior. Ni siquiera el selecto grupo de los presidenciables, hasta hace poco mucho más importantes que ella, tienen, como Piedad, un acceso casi ilimitado a los despachos de los jefes de Estado de América Latina y de algunos países europeos. Para no ir más lejos, la semana pasada llegó a su correo una invitación de James McGovern, poderoso miembro del Congreso de Estados Unidos, para que fuera a Washington a reunirse con él y con varios de sus colegas del Partido Demócrata. Quieren oír sus opiniones sobre el intercambio. La aparición de las pruebas de supervivencia, aun interceptadas por el Gobierno, respaldó la palabra que les había empeñado: allí estaban las imágenes de los tres militares norteamericanos cautivos de la guerrilla.
Lo extraño es que tampoco entró en una nueva etapa de ostracismo, porque ha sido recibida con respeto por más de tres presidentes en los últimos días. En contraste, la mayoría de los colombianos la critica, casi con fiereza. Es el precio de pertenecer a una corriente minoritaria hoy mal vista, que prefiere las soluciones negociadas a las de la fuerza militar.
Piedad lo sabe, y está dispuesta, como ella misma dice, "a jugársela" contra lo que la prudencia aconseja. Sólo el tiempo dirá si perdió la apuesta, o si por primera vez tendrá el apoyo de la gran masa de votantes.
Cecilia Orozco Tascón.- ¿Chávez le reclamó alguna vez por haberle pasado el celular cuando usted hablaba con el general Montoya?
Piedad Córdoba.- En ese momento no me reclamó. Pero la semana pasada, después de asistir a la posesión de la presidenta Cristina Fernández en Buenos Aires, y cuando veníamos en pleno vuelo, sí soltó una frase que parecía una queja. Como a las tres de la mañana, Chávez nos mandó a buscar al canciller Maduro y a mí, que veníamos en la parte de atrás del avión. Cuando estuve frente a él, me dijo: "Y ahora... ¿qué llamada me vas a pasar?". Me quedé helada. De inmediato sonrió y me dijo: "Tranquila, negra, eso lo iba a hacer Uribe porque sí, o porque no". Después, habló sin parar de lo que había sucedido. Entre otras cosas, está muy herido porque algunos sectores de la izquierda colombiana no lo defendieron "por miedo", según afirmó, y aseguró que tampoco habían sido capaces de jugársela con el acuerdo humanitario porque estaban más preocupados por las encuestas que por la gente.
C.O.T.- Hay gente que se pregunta quién financiaba sus viajes, porque usted no le pidió viáticos al Gobierno.
P.C.- Es cierto, Nunca le pedí plata al Gobierno. Tampoco a las Farc, si es lo que pretenden sugerir. Varios periodistas me dijeron que el Alto Comisionado les insinuó que me preguntaran por ese tema. Le contesto: financié varios pasajes con el plan de millas de Avianca. Pueden preguntarlo. Pagué otros gastos con mi tarjeta de crédito. También puede preguntar en el banco. El gobierno venezolano cumplió con su palabra de facilitar todo lo necesario para realizar la labor de mediación.
C.O.T.- Después de la ruptura, Chávez y usted siguieron actuando. ¿Cómo y para qué?
P.C.- Seguimos trabajando para mantener el tema del intercambio en la opinión. En estos momentos se está difundiendo una campaña mediática en toda América Latina y Europa para promover la liberación de los secuestrados. Programamos conciertos en el continente: en Venezuela se realiza este fin de semana. En enero, el presidente Evo Morales hará "el concierto de la paz por Colombia en La Paz". Hablamos con el presidente Lula para que nos ayude a realizarlo en Río de Janeiro. La presidenta Cristina Fernández ya nos dijo que lo promovería en Buenos Aires. Y estamos empezando a mandar cien mil tarjetas de Navidad. En el sobre va un CD con los videos de los secuestrados.
C.O.T.- ¿Esa doble actuación, por un lado Chávez y usted, y por el otro el Gobierno, no termina siendo peligrosa?
P.C.- Todo lo contrario. Buscamos el mismo fin, es decir, la liberación de los secuestrados. Pretendemos intervenir hasta cuando los liberen.
C.O.T.- Me parece que con la "botada" de Uribe a usted se le irá acabando el aire político internacional.
P.C.- No crea. Primero, los presidentes que han hablado conmigo están sinceramente decididos a ayudar y apoyan a Chávez en su empeño de convencer a las Farc. Segundo, el "aire internacional", como usted lo llama, sigue vigente. La semana entrante voy a reunirme en Estados Unidos con varios congresistas demócratas que me invitaron. Hay gente que todavía cree que somos importantes para lograr el acuerdo.
C.O.T.- Perdóneme la franqueza, pero Uribe parecía tener razones para desconfiar de Chávez, por su presunta relación con la guerrilla. Y de usted, por su amistad con él...
P.C.- Esos son prejuicios alimentados por mucha gente en este país, entre ellos el ministro de Agricultura, y el de Defensa que mantiene una estrecha relación con los golpistas de Caracas y que trabajan de la mano con el Alto Comisionado. A Chávez no le interesaban, ni a mí tampoco, los dobles juegos, porque podíamos dañar las posibilidades de un acuerdo. Suficiente trabajo nos había costado empezar a mover el tema.
C.O.T.- Mucha gente criticó sus fotos con Trinidad y con Sonia; y la más comentada: con una boina de la guerrilla.
P.C.- Las fotos que me tomé con ellos estaban orientadas a que las Farc adquirieran confianza. No era una ligereza mía. En cuanto a la foto con Márquez y la boina, llegamos a ese punto porque acabábamos de tener una reunión muy tensa. Él y yo nos habíamos enfrentado por el tema del secuestro. Hubo un momento en que me paré disgustada y seria. Él me pidió que nos tranquilizáramos. Cuando salimos al sitio de las fotos, todavía el ambiente era cortante. De pronto él llegó con un ramo de flores y me lo entregó. Se lo agradecí y le dije que estaba ahí para ayudar, no para crear más dificultades. Él tenía la boina en la mano y yo me la puse, en un gesto de distensión, y nos tomamos la foto. Todo terminó de una forma amigable.
C.O.T.- Está visto que el gesto fue mal recibido. ¿Se arrepiente?
P.C.- Para nada. La foto era un mensaje de confianza. Si estuviera ocultando algo, no me habría dejado tomar la foto y menos hubiera permitido que se publicara. Sabía que ese gesto me podía costar mucho políticamente. Creo en la necesidad de tender lazos, en el perdón y en la reconciliación.
C.O.T.- ¿Qué relación tiene usted con Chávez? Sus críticos dicen que es ‘muy' personal.
P.C.- Es una buena relación por varios motivos. Primero, somos afrodescendientes y somos gente de pueblo hechos a pulso. Aquí, las mediaciones y las facilitaciones siempre han sido con personas del estrato seis y de raza blanca. Segundo, creo en un proyecto común latinoamericano, y tercero, ahora no voy a criticar a Chávez. Si hay algo que me caracteriza, es que soy leal con mis amigos y con el proyecto político.
C.O.T.- Con todo respeto, hubo personas que sugirieron algo más para indicar que eso afectaba su neutralidad...
P.C.- Si tuviera alguna relación amorosa con el presidente Chávez, no tendría por qué esconderlo. Soy libre y autónoma y él también. Contrario a lo que me sucede en Colombia, él me trata con el respeto que corresponde una dirigente política. Es aquí donde no quieren reconocer lo que soy, porque no provengo de ningún tipo de establecimiento. Lo digo de frente: no he hecho mi carrera con favores sexuales. Tampoco dependo de favores económicos ni uso a la gente para trepar.
C.O.T.- Tal vez usted ha dado pie porque fue a Venezuela a hacer campaña por Chávez.
P.C.- Es cierto, pero también hice campaña por Evo Morales en Bolivia, por Correa en Ecuador, por Cristina Fernández en Argentina e incluso, por Torrijos en Panamá. Por eso ¿soy novia de todos ellos?
C.O.T.- Según usted, ¿las pruebas de supervivencia que interceptó el Gobierno eran las que les habían prometido las Farc?
P.C.- Categóricamente, sí. Esas eran las pruebas que nos habían prometido.
C.O.T.- ¿Por qué mandaron pruebas de tan pocas personas?
P.C.- Venían dos grupos de pruebas: las que interceptaron y un segundo paquete, que se quedó en el camino por la detención de los tres mensajeros. Allí venían pruebas de Clara con el niño, de Consuelo Perdomo, de Alan Jara y de otros soldados.
C.O.T.- ¿Conoce a los mensajeros de las Farc?
P.C.- A una de las dos muchachas la conocí antes. Ahora no me voy a desentender del problema, porque sé que eran sólo mensajeros. Voy a hacerme cargo de la defensa jurídica de ellos, porque me siento obligada moralmente a hacerlo.
C.O.T.- ¿Va a ejercer como abogada de ellos?
P.C.- No personalmente. Estoy consiguiéndoles el abogado. Si no lo hiciera, no estaría tranquila con mi conciencia.