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Cuando las empresas hacen esa aportación activa al desarrollo económico, social y ambiental, valorando los impactos de su actividad desde la toma de decisiones hasta su ejecución, hablamos de la Responsabilidad Social Empresarial (RSE).
La RSE trasciende la filantropía y el apego al cumplimiento legal. Donaciones aisladas o aportes que buscan réditos publicitarios no pueden ser considerados como acciones auténticamente responsables. El ejercicio de la RSE parte de un planteamiento estratégico que involucra tanto la formulación como el desarrollo de iniciativas que agregan valor a los diferentes grupos de interés de la empresa. Así mismo incluye la implementación de buenas prácticas laborales que dignifiquen el trabajo y mejoren la calidad de vida de los colaboradores y sus familias en entornos sostenibles. Esto no solo impacta positivamente la productividad, sino que fortalece la imagen reputacional de la empresa, incrementando su atractivo tanto para los clientes de sus productos y servicios como para el talento humano que desea vincularse con ese tipo de organizaciones comprometidas con en bien común.
La RSE desempeña un rol fundamental en el desarrollo educativo de una sociedad. La educación no se limita a espacios institucionales, (virtuales, remotos o presenciales), sino que constituye un bien social, de intercambio de saberes y prácticas que permite la continuidad de la especie humana. Desde la construcción cotidiana de alternativas que nos diferencia de otras especies, hasta los procesos de transformación individual y colectiva en la interacción con diferentes culturas. La educación es el centro de nuestro progreso.
Las empresas pueden ejercer su responsabilidad social a partir de la educación, promoviendo el desarrollo de las habilidades de los estudiantes, por ejemplo, promoviendo programas de formación vocacional, brindando oportunidades de tutorías practicas (remunerándolas con justicia, no buscando con ellas reemplazar mano de obra a bajos costos) y estableciendo alianzas con instituciones educativas superiores, en las que se desarrollen verdaderos proyectos de investigación y aplicación que beneficien los procesos de innovación de la organización, al tiempo que esta retribuya con infraestructura y patrocinio material.
No obstante, la RSE puede -y debe- ir mucho más allá. Apoyar la reducción de desigualdades en la educación, brindando oportunidades de formación a su propia fuerza laboral, no solo en habilidades técnicas para el puesto, sino en competencias que permitan el desarrollo integral de las personas, es quizás uno de los más nobles aportes que actualmente una empresa puede hacer al desarrollo sostenible.
Educar es transformar, y cuando las empresas asumen esa tarea como parte de su compromiso social, contribuyen a un futuro más justo, más humano y sostenible.
*MBA DBA. Consultor Internacional. Máster en Gestión de Empresas de la Universidad Ramón Llull de Barcelona y estudios doctorales en administración. rgpconsultores@outlook.com