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"La fiebre del ciclismo" en Bogotá

Reportaje callejero: 11.043 bicicletas para sólo 515 ciclistas con pase. 300 decomisadas hoy. El alquiler de bicicletas y los niños en vacaciones.

Gabriel García Márquez
27 de octubre de 2012 - 03:11 a. m.
El centro de Bogotá a mediados de 1955, durante el operativo de decomiso de bicicletas. / Fotos: Archivo  - El Espectador
El centro de Bogotá a mediados de 1955, durante el operativo de decomiso de bicicletas. / Fotos: Archivo - El Espectador

En todo tiempo hay accidentes de tránsito protagonizados por ciclistas. En Bogotá, y en general en Colombia, una persona que anda en bicicleta no es necesariamente un ciclista. Es un conductor improvisado, que ordinariamente no respeta los reglamentos del tránsito y se lanza por las vías arterias haciendo cabriolas. Un chofer de taxi opina que los ciclistas urbanos son audaces, porque saben —o esperan— que los conductores de vehículos automotores se cuiden de no atropellarlos. Un redactor de El Espectador recorrió diversos sectores de la ciudad en la mañana de hoy y pudo advertir un sinnúmero de irregularidades en el uso de la bicicleta. En primer término están los niños. En los alrededores de los parques, menores de edad atraviesan la vía pública en bicicleta. Y algunos, no mayores de cinco años y sin acompañante a la vista, se lanzan por entre los automóviles en triciclos. Algunas de esas bicicletas no tienen matrícula. La mayoría de sus conductores —incluso los niños de los triciclos— no tienen licencia para conducir. En el parque Oskar, del barrio Santa Fe, un niño sin licencia conducía un triciclo sin licencia, por la mitad de la calle. El vehículo no era de su propiedad; le había sido alquilado en una agencia a razón de treinta centavos por cada cuarto de hora.

La desenfrenada fiebre de ciclismo, y especialmente de ciclismo imprudente, que azota a la ciudad y que en los últimos días ha dado origen a lamentables y numerosos accidentes, se debe en especial a la Vuelta a Colombia. En distintos lugares de la ciudad —y especialmente en Chapinero— docenas de bicicletas se ven recostadas contra el andén, mientras sus conductores escuchan los pormenores de la Vuelta a Colombia en el almacén de la esquina. Al concluir la etapa, esos ciclistas urbanos, entusiasmados por las emocionantes narraciones radiales de la competencia, se lanzan a las calles convencidos de que son una segunda edición corregida y aumentada de Ramón Hoyos. En esas circunstancias —que es casi como conducir en estado de embriaguez— lo menos extraño que puede ocurrirles es un fatal accidente.

La Secretaría de Circulación y Tránsito de Bogotá, alarmada por la creciente ola de accidentes de bicicletas, ha iniciado una batida a fondo contra las irregularidades en el ciclismo. El alférez Alejandro Cerón y el motociclista primero Roberto Acosta no han hecho desde hace veinticuatro horas nada distinto de sancionar irregularidades de ciclistas. Han decomisado alrededor de 300 vehículos por las siguientes causas:

a) Bicicleta sin placa.

b) Conductor sin licencia.

c) Tránsito por la zona prohibida y sin licencia.

En la mayoría de los casos las dos primeras infracciones han coincidido. Se han presentado asimismo algunos casos de ciclistas detenidos por conducir imprudentemente, a excesiva velocidad, en la zona prohibida —que es la zona central de Bogotá—, donde sólo se permite el tránsito con licencia especial para profesionales y se ha descubierto que además de las infracciones anotadas, el conductor no tiene licencia ni la bicicleta está matriculada.

Los encargados de la batida contra los ciclistas irregulares están convencidos de que desde mañana se multiplicará su trabajo: hoy se clausuran las clases en los colegios. Mañana temprano los niños en vacaciones, exaltados ellos también por la Vuelta a Colombia, se dedicarán al peligroso deporte del ciclismo, especialmente en los barrios residenciales, donde es menor la vigilancia, pero en cambio no son considerablemente menores los riesgos.

Los estudiantes de escuelas primarias y bachillerato, en número apreciable, se dirigen a los planteles educativos en bicicleta. Normalmente no son un peligro alarmante. Pero en las vacaciones, aseguran los agentes del tránsito, parecen enloquecer con la libertad, y durante todo el día se dedican a organizar competencias ciclísticas en los barrios residenciales. Este año el fenómeno será más alarmante, porque las vacaciones han coincidido con la Vuelta a Colombia.

La mayoría de los niños que desde mañana andarán en bicicletas es propietaria del vehículo. Los otros acompañarán esa minoría en vehículos alquilados en los numerosos establecimientos que en Bogotá se dedican a ese negocio. Y son ésos los que constituyen el principal peligro. Los niños propietarios de bicicletas son, por lo general, expertos conductores. En cambio quienes disponen de una bicicleta alquilada no necesitan necesariamente saber conducir. En la vía pública se ven grupos de niños aprendiendo a manejar una bicicleta alquilada. Las hay de todos los tipos y de todas las marcas, y no se requiere ningún requisito distinto de la garantía para tomarlas en alquiler. La tarjeta postal o el carné de estudiante, o cualquier otro documento están considerados como respaldos aceptables para que un menor pueda retirar una bicicleta en alquiler.

No cabe duda de que la fuente más importante del ciclismo imprudente son las agencias de alquiler de bicicletas. Un redactor de El Espectador visitó ayer cuatro de ellas, en diferentes sectores de la ciudad, y en ninguna había una persona mayor encargada del negocio. Es una administración fácil, rutinaria, que ordinariamente está a cargo de un menor de edad. Se trata simplemente de recibir el dinero y la garantía, y controlar el tiempo. Sólo los domingos se duplica el personal administrativo, porque los domingos es mayor la demanda y, por consiguiente, mayores los ingresos y los peligros de robo o accidente. Se alquilan bicicletas de turismo al mismo precio de un triciclo: treinta centavos por cada cuarto de hora o un peso la hora. En muy pocos casos, y en muy pocos establecimientos, se exige al cliente la licencia de conductor.

Las bicicletas de carrera son un caso aparte: la mayoría de los establecimientos dedicados a ese negocio alquilan bicicletas de carreras. Pero los requisitos son especiales: una bicicleta de carreras vale más, es más fina y codiciada, y, por consiguiente, su tarifa es mayor y más delicada la garantía. Para alquilar una bicicleta de carrera es preciso prestar una caución de veinte pesos y pagar dos pesos por cada hora de uso. Ordinariamente no tienen mucha demanda las bicicletas de carreras. Pero desde cuando se inició la Vuelta a Colombia ha crecido considerablemente la clientela. Quien alquila una bicicleta de carrera no se propone otra cosa que desarrollar grandes velocidades. Sin embargo, tampoco para alquilar una bicicleta de carrera se tiene en cuenta la edad del cliente ni se le exige la licencia.

En la Secretaría de Circulación y Tránsito de Bogotá hay matriculadas 11.043 bicicletas. Los funcionarios de esa oficina consideran que ese es apenas el 15% del número de bicicletas en servicio que hay en Bogotá. Y hay todavía algo más alarmante: sólo hay expedidos y en vigencia 515 pases. La razón de ese desequilibrio es muy sencilla: para conceder matrícula a una bicicleta no se exige que el propietario tenga licencia. Y la irregularidad es todavía más inquietante si se piensa que cada bicicleta es utilizada ordinariamente por más de una persona. De manera que aunque existieran el mismo número de pases y de matrículas, aún existiría la posibilidad de capturar muchos conductores sin licencia. A no ser que haya en Bogotá bicicletas sin ciclistas.

Finalmente, resulta muy difícil —y casi inútil—, dentro de la actual organización, controlar la matrícula de una bicicleta. Para el traspaso de uno de esos vehículos tampoco se exige el pase de conductor ni al vendedor ni al comprador. Un ciclista sin licencia puede vender una bicicleta a otro en iguales circunstancias y ninguno de los dos está legalmente obligado a tener su pase de conductor. “Es inútil —se dice que argumentaba un director de tránsito del pasado—, pues de todos modos un padre compra una bicicleta para prestársela a todos sus hijos. Sería injusto exigirle a ese padre el pase de conductor para concederle la matrícula, si al fin y al cabo no será él quien utilice la bicicleta”.

En la Secretaría de Circulación y Tránsito de Bogotá se admite que en los actuales momentos es extraordinariamente defectuosa la reglamentación. El tránsito es tan problemático en Bogotá, que sus encargados no han distraído nunca su tiempo para controlar a los ciclistas. Ahora se trata de corregir las cosas. Y el principio es la batida que se viene adelantando y que continuará con varios decretos que se expedirán en los próximos días. Uno de esos decretos estará destinado a controlar el negocio de alquiler de bicicletas.

 

Por Gabriel García Márquez

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