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Desde 2010, el vino fue declarado en Argentina la bebida nacional y es, por lo mismo, el mayor emblema líquido del país austral.
Pero ojo: la ginebra y otros destilados han comenzado a pisarle los talones.
Participan en la fiesta bartenders, inversionistas privados, aficionados e, incluso, tradicionales bodegas de vinos y creativos enólogos.
Los tufos del enebro (corazón frutal de la bebida) corren de sur a norte y de este a oeste, arrastrando a su paso una inagotable cantidad de botánicos autóctonos, cuyo exclusivo propósito es darle al elixir final un carácter único: norteño, andino, atlántico o patagónico.
El potencial es enorme en un país con casi 2,8 millones de km2 de superficie y climas que van desde lo subtropical, en el norte, a lo frígido y estepario, en el sur.
Y es que producir ginebra artesanal resulta ser una tarea relativamente sencilla: se requiere de alcohol neutro (comprado a destilerías industriales o extraído de la destilación de frutos, granos o tubérculos previamente fermentados); luego infusionarlo o macerarlo con enebro (para poder llamarlo ginebra), junto con otras hierbas, cortezas, raíces y especias; posteriormente, volver a destilarlo hasta alcanzar un líquido transparente y limpio. Es clave utilizar un alambique pequeño (de menos de US$1000), y ya está. Un garaje es espacio suficiente para el proceso, lo que explica su auge.
Desde la aparición, en 2013, de Príncipe de los Apóstoles, la primera ginebra nacional de calidad, han surgido más de 200 marcas. Y el número crece sin pausa.
En su mayoría, se alejan deliberadamente del estilo clásico London Dry, dominado por enebro y complementado con cáscaras de cítricos y algunas especias dulces. En el caso de Argentina, los botánicos también incluyen yerba mate, raíz de lirio, flor de hibisco, flor de caléndula, clavo de olor y cascarilla de cacao, entre otros.
Si alguien se anima a visitar un bar especializado de Buenos Aires o de cualquier capital provincial, encontrará atractivas botellas de marcas consagradas como Príncipe de los Apóstoles, Buenos Aires Gin, Hilbing, Sur, Restinga y Heráclito. Entre las novedades figuran Gina, Bosque, Alma, Merle, Kalmar, Malaria y Alquimista.
En Mendoza, la bodega Mosquita Muerta, por ejemplo, está detrás de Terrier, y la bodega Manos Negras, de Argentina Wild Gin, macerada con flores de manzanilla silvestre de Mendoza, enebro patagónico, cítricos del norte y agua de deshielo de la cordillera. Y Juan Roby, enólogo de Bodega Lagarde, ha creado la destilería Espíritu Zorro, para elaborar Kunuk, ginebra hecha con alcohol de maíz, como tributo a la bebida tradicional de los huarpes, antiguos pobladores de Mendoza.
Y el conteo sigue, tanto en ginebras, como en coñac y grapa. Y los premios y altas puntuaciones también están a la orden del día.