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Mampuján: un museo donde los sabores también narran historias

Esta iniciativa cultural, situada en el departamento de Bolívar, busca promover la memoria, la justicia y, a través del arte, recordar cómo el conflicto marcó a la región y a su gente. La gastronomía tuvo un papel crucial; los fogones mantuvieron vivas las raíces, y se transformaron en una herramienta económica que le dio a la comunidad una segunda oportunidad.

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Tatiana Gómez Fuentes
20 de marzo de 2025 - 01:00 a. m.
Comida típica del Caribe colombiano.
Comida típica del Caribe colombiano.
Foto: Juan Pablo Tettay
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La tierra de Mampuján, en el departamento de Bolívar, se asocia con una rica variedad de sabores: salados, agrios, dulces y hasta picantes. Cada uno de ellos ha sido un narrador fiel, durante décadas, de las historias vividas antes y después del 10 de marzo del año 2000, cuando el Bloque Héroes de los Montes de María de las AUC desplazó a más de 300 familias, lo que equivalía a cerca de 1.500 personas. En este contexto, incluso los cultivos que les proveían de alimento quedaron a “su suerte”, en un pueblo donde la comida, más que una simple necesidad, se convirtió en un símbolo profundo de respeto, arraigo y un medio para comprender las raíces y la identidad de su gente.

Han pasado 25 años desde entonces, y ha sido su comunidad quien ha logrado salir adelante a pesar de las difíciles circunstancias sociales. Aunque algunos no logran entender completamente lo sucedido, otros han sabido convertir esas adversidades en un impulso para ver resurgir su territorio. Un ejemplo claro de esto es el Museo de Arte y Memoria de Mampuján, un espacio abierto que “contribuye a la reparación colectiva, a través de exposiciones que, mediante la narración, el arte y el patrimonio, permiten recordar con profunda reflexión” los hechos que dieron origen a diálogos abiertos e iniciativas que ponen en evidencia la capacidad de adaptación y la fortaleza de la región.

Las mujeres tejedoras han sido las encargadas de plasmar piezas que nacen de la creatividad y desde lo más profundo de sus saberes, reflejando las vivencias de su pueblo. El museo cuenta con tres salas de exposición que narran la vida antes del desplazamiento, la cotidianidad de sus habitantes y una sala que lleva el mensaje “Somos porque lo logramos”, un rincón que ilustra cómo el liderazgo ha sido clave para la unión de su gente, en procesos que fueron respaldados más tarde por una sentencia que obligaba al Estado a “restituir, reparar, indemnizar y ofrecer garantías de no repetición a las familias” de Mampuján.

La gastronomía como herramienta de tejido social

Pese al conflicto armado, la gastronomía ha emergido como facilitadora de la reconciliación y la construcción de comunidad. En esta región en particular, la comida se ha ido transformando en un medio para revivir tradiciones, fomentar la unión y entender la identidad que los viste desde otras perspectivas en relación con su territorio. A través de la cocina y la cultura local, las comunidades han encontrado una forma de sanar colectivamente, promoviendo recetas y sabores que son símbolos de esperanza y fortaleza, mientras se crean nuevas conexiones y se solidifican actividades económicas campesinas con el propósito de mostrar avance territorial.

Juana Alicia Ruiz, directora del Museo de Arte y Memoria de Mampuján, afirma que “la gastronomía se ha convertido en un eje fundamental no solo de las dinámicas sociales, sino también de los procesos sanadores y de resiliencia. Los alimentos no solo nos han aportado nutrientes esenciales, sino que además, estos contienen elementos que, al ser ingeridos, van más allá del simple acto de comer. No se trata solo de disfrutar de un sabor delicioso, sino de cómo nos nutren tanto el cuerpo como el alma y cómo estos nos ha ayudado a escribir nuestra propia historia”.

En las mesas de Mampuján, la carimañola, la típica arepa de huevo rellena también con carne molida, el machucado de ají picante, característico de la región de Montes de María, los huevos criollos, el jugo de mora con corozo, el patacón con queso y el ñame, han sido cruciales para tejer y construir la paz, según cuenta Ruiz. Los portadores de tradición se han encargado de narrar acontecimientos que dan cuenta de épocas de dificultad, construyendo lazos y reforzando las tradiciones que siguen cultivando factores de pertenencia, siempre desde el respeto por lo que les provee la tierra.

“Mampuján ahora es diferente, aprendimos a exigir nuestros derechos a través de la palabra, reunidos en una mesa, compartiendo, saboreando el territorio, utilizando estrategias culturales para llamar la atención y tocar los corazones de diferentes organismos. Esas uniones nos han permitido servir la justicia como plato principal en nuestra tierra”, asegura la también tejedora.

Sabores que generan paz

Desde la famosa taza de café, la nevera o la tinaja, los platos y cucharas de totuma hasta la hornilla o estufa de barro, se ha servido la resistencia frente a desafíos como la pobreza y la falta de acceso a alimentos frescos, situaciones que dejaron ver consecuencias palpables que dejó el desplazamiento en Mampuján y la ola de violencia que se dio en los Montes de María, y que impactaron directamente en la forma de comer de sus pueblos.

Por aquella época existía en el ambiente un miedo constante de ir al monte a conseguir sus alimentos, razón por la que fueron desapareciendo de sus ollas sabores tradicionales de la comunidad que con el paso del tiempo renacieron gracias a la añoranza por esos “olores que salían de las ollas y calderos al ser destapados y que propiciaron que las mujeres del territorio trabajaran en la recuperación de las cocinas tradicionales”, para que los mampujaneros comprendieran desde los bocados la relevancia de los mensajes alrededor de la comida que también son generadores de paz.

De ahí que en Cartagena los patios se hayan volcado a una revelación de la cotidianidad de las comunidades locales. Jardines pequeños se convierten en huertos urbanos que nacen en estos hogares y que son un reflejo de la conexión que hay entre la tierra, las tradiciones y la naturaleza. Las hierbas, frutas, flores y verduras son las protagonistas y son ellas mismas las encargadas de promover la autosuficiencia y poner en el trampolín la agricultura urbana que no solo muestra matices económicos, sino que también reafirma el papel de la sostenibilidad en sus materias primas a través de lo social.

Estos lugares pueden entenderse como encuentros generacionales que utilizan la agricultura como pedagogía y narradora de historias de raíces culturales que son epicentros que albergan fogones donde la misma comunidad cuenta “ha pasado de todo”. Arroces, bollos, ñame, yuca, plátano, pescado, dulces y una variedad importante de animales de monte hicieron parte de las cocinas del Viejo Mampuján, donde el pilón y el meneador fueron las herramientas para mantener vivos legados de sabor hasta hoy.

“Mientras que se preparaban los alimentos, las mujeres hablaban de todo lo que pasaba, alrededor del fuego se construía la memoria de lo cotidiano, de la vida de la casa, de los vecinos, del pueblo”, así se leen las frases que están impresas en las paredes de un museo que revaloriza y rescata lo propio. Aquí yacen también recetarios que después de una exhaustiva investigación, dieron cuenta de que las regiones son lo que comen, aunque suene a una frase común.

Si te gusta la cocina y eres de los que crea recetas en busca de nuevos sabores, escríbenos al correo de Tatiana Gómez Fuentes (tgomez@elespectador.com) o al de Edwin Bohórquez Aya (ebohorquez@elespectador.com) para conocer tu propuesta gastronómica. 😊🥦🥩🥧

Tatiana Gómez Fuentes

Por Tatiana Gómez Fuentes

Comunicadora Social - periodista de la Universidad Pontificia Bolivariana de Bucaramanga, con maestría en gestión y dirección comercial con énfasis en comunicación, publicidad y ecommerce de la Universidad Complutense de Madrid.@tagy_petustgomez@elespectador.com

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