Gastronomía y recetas
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Mendoza y sus blancos de montaña

Aunque ya existen algunos vinos provenientes de zonas frías y elevadas, sus volúmenes son bajos y, por tanto, de trascendencia reducida.

Hugo Sabogal
12 de marzo de 2023 - 02:00 a. m.
Para Tapia, zonas como Gualtallary y ahora La Carrera representan arriba, en la alta montaña, un nuevo paraíso de vinos blancos.
Para Tapia, zonas como Gualtallary y ahora La Carrera representan arriba, en la alta montaña, un nuevo paraíso de vinos blancos.
Foto: Cortesía

Cuando los consumidores piensan en Mendoza, su mirada tiende a enfocarse en variedades tintas como Malbec, Cabernet Sauvignon y Bonarda.

Poca atención les prestan a los vinos hechos con uvas blancas, porque suelen sentirlos ausentes de carácter y de sensaciones diferenciadas.

El problema es que la climatología reinante es de naturaleza continental, abundante en radiación solar, y, por ende, en temperaturas poco o nada favorables para el desarrollo de variedades blancas de impacto perdurable.

Aunque ya existen algunos vinos provenientes de zonas frías y elevadas, sus volúmenes son bajos y, por tanto, de trascendencia reducida.

Sin embargo, los más recientes hallazgos indican que Mendoza finalmente está consiguiendo llamar la atención con una pléyade de blancos que ya se disputan con los tintos las altas puntuaciones otorgadas por los conocedores y la crítica.

Este sorprendente fenómeno es el resultado de exploraciones emprendidas por audaces enólogos, que se han abierto paso en zonas de alturas máximas, que oscilan entre los 1.700 y los 2.200 metros sobre el nivel del mar, algo insospechado hace 10 años. Son territorios donde la actividad agrícola es extrema.

En su reciente informe Argentina 2023, el crítico chileno Patricio Tapia, director de la Guía Descorchados, cita con entusiasmo el caso de La Carrera, la zona más alta de Mendoza, a 2.200 metros sobre el nivel del mar, donde antes reinaba el cultivo de la papa. Las uvas enfrentan allí temperaturas bajas y mayor oscilación térmica, factores que elevan la acidez y otorgan una identidad propia.

Para Tapia, zonas como Gualtallary y ahora La Carrera representan arriba, en la alta montaña, un nuevo paraíso de vinos blancos, con sensaciones que difieren notoriamente de aquellas contenidas en los excelentes ejemplares chilenos de zonas frescas o frías cercanas al Pacífico, como Casablanca, San Antonio y Leyda, actuales fortines australes del segmento.

“Por ponerlo de una forma simple, el mar parece dar una cierta generosidad aromática y gustativa a los blancos. Un Sauvignon Blanc de Casablanca, por definición, es exuberante en aromas y lleno de frutas en la boca, aunque siempre acompañado de la acidez refrescante. En el caso de los Sauvignon Blanc de montaña, los blancos de Gualtallary tienden a parecer mucho más austeros, mucho más filosos y lineales, más herbales que frutales. Los Sauvignon Blanc de La Carrera son lo mismo, pero potenciados aún más. Jugos nerviosos y herbales, dominados por una acidez que puede ser algo difícil para el bebedor desprevenido, pero a la vez llenos de carácter”.

La visión de Tapia es compartida por todo crítico y especialista que desfila hoy por Mendoza. Y seguramente será compartida por quienes no sentían en los blancos de la zona aquellos secretos que hacen memorables a los mejores del mundo.

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