Gastronomía y recetas
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Nuevos trazos del vino chileno

Esta es la época del año cuando críticos y medios especializados pasan revista a las más recientes cosechas de los vinos suramericanos, principalmente los producidos en Argentina y Chile, dos orígenes que dominan la oferta en el mercado colombiano, con una participación del 80 % del total. Por tanto, resulta oportuno saber en qué andan las bodegas de esas zonas y qué rumbos nuevos brotan en el horizonte.

Hugo Sabogal
26 de marzo de 2023 - 02:00 a. m.
Tapia y Descorchados registran año a año el nacimiento o la consolidación de proyectos donde nadie antes se había atrevido a plantar vides.
Tapia y Descorchados registran año a año el nacimiento o la consolidación de proyectos donde nadie antes se había atrevido a plantar vides.
Foto: Cortesía

Sobre los nuevos desarrollos, recomiendo las opiniones del crítico chileno Patricio Tapia y el extenso cubrimiento de su Guía Descorchados, que, además de calificar los vinos de Argentina y Chile, también registra y comenta la producción de Uruguay, Brasil y, ahora, Perú y Bolivia. O sea, todas las enotrias del vecindario. Hablo de las enotrias porque tal fue el calificativo acuñado por los griegos para referirse a zonas de la península italiana, el bastión vitivinícola de la Antigüedad.

Tapia y Descorchados registran año a año el nacimiento o la consolidación de proyectos donde nadie antes se había atrevido a plantar vides. En mi columna de hace seis semanas, tomé como referencia las conclusiones de Tapia y Descorchados en su Informe Argentina 2023 sobre el fenómeno de los nuevos vinos blancos argentinos, cuyas plantas se cultivan a más de 2.700 metros de altura, algo impensable hace 10 años, dando origen a un Sauvignon Blanc filoso, crujiente y herbáceo, muy diferente del frutado y goloso de los valles bajos. Por el mismo camino van el Chardonnay y el Torrontés.

Ahora, en su Informe Chile 2023, Tapia da a conocer en Descorchados los sorprendentes resultados de zonas extremas del norte y sur del país. Es el caso de los Chardonnay producidos en el flanco norte, concretamente en el desierto de Atacama, el más soleado y seco del mundo, pero también el más mimado por las brisas frías del Pacífico, que contribuyen a prolongar la maduración de las uvas para transformarlas en brebajes frescos, chispeantes y de acidez firme.

Al ya reconocido Syrah de clima frío de la región costera de Casablanca se suman ahora otras variedades mediterráneas, demandantes de sol y calor, como Cariñena, Garnacha y Monastrel. Cerca al mar, irradian su lado crocante y floral.

Más abajo, en la región del Maule, surge una nueva versión del Cabernet Sauvignon chileno, muy diferente al sobrio y herbal Cabernet del Alto Maipo, santuario histórico del cepaje. El maulino ofrece intensidad y sabores más frutales.

El gran suceso lo representan, en el flanco sur, los nuevos viñedos de General Carrera, una estepa fría, en la Patagonia chilena. Según Tapia, es el origen más extremo que se ha visto en Chile en los últimos años. Falta por degustar y descubrir los Chardonnay, Sauvignon Blanc y Pinot Noir surgidos allí.

Estos son apenas algunos sucesos de lo que viene aportando Suramérica a la cultura milenaria del vino. Y lo que nos falta de cara al futuro.

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