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Piedra sobre piedra

Entre Copas y Entre Mesas.

Hugo Sabogal
28 de agosto de 2022 - 02:00 a. m.
En 2017 llegó mi turno de visitar la sede de Pérez Cruz durante un tour organizado por Brand About Wine, una constructora de experiencias para especialistas en Chile.
En 2017 llegó mi turno de visitar la sede de Pérez Cruz durante un tour organizado por Brand About Wine, una constructora de experiencias para especialistas en Chile.
Foto: Archivo Particular

Jorge Mario Correa, médico anestesiólogo de Medellín e insaciable perseguidor de joyas líquidas, fue quien primero me indujo a descubrir la que hasta hace quince años era una desconocida bodega chilena en Colombia, cuya sede está en Maipo Andes, región central. Correa la había descubierto junto con Pedro López, otro enófilo cómplice, en una muestra comercial organizada en aquellos días por la oficina de ProChile, en Bogotá.

Correa, quien desde entonces había comenzado a prepararse como tendero de vinos para cuando llegara la jubilación –que inexorablemente llegó hace pocas semanas–, no la dejó escapar y no descansó hasta integrarla en su portafolio de Vinissimo, su local especializado en la calle 10B, de El Poblado. Hoy, la incansable importadora Fadia Badrán se encarga de no dejar secar el grifo.

Para Correa, Pérez Cruz es una de esas opciones de Maipo Andes y Alto Maipo que nunca defraudan y que siempre les hacen juego a los vinos de algunos de sus más reconocidos y costosos vecinos, como Don Melchor, Almaviva y Chadwick. Un Pérez Cruz Cabernet Sauvignon Pircas de Liguai –estandarte de la marca– cuesta hasta cuatro veces menos que sus rivales.

En 2017 llegó mi turno de visitar la sede de Pérez Cruz durante un tour organizado por Brand About Wine, una constructora de experiencias para especialistas en Chile. Y desde entonces empecé un diálogo –que aún no termina– con el enólogo Germán Lyon, el hacedor de cabecera.

“¿Cuál es aquí el secreto?”, le pregunté a Lyon. “Primero, todos nuestros viñedos están alrededor de la bodega, es decir, conforman una sola unidad de producción y la conocemos palmo a palmo”, dice. Además, el campo yace a los pies de la cordillera de los Andes y las vides crecen sobre suelos de piedra y grava, grava y piedra, producto del arrastre milenario causado por las nieves derretidas.

Lo que Lyon ha comprobado es que a la Cabernet Sauvignon le gustan los suelos pobres en la superficie, pero ricos en rocas y nutrientes minerales, bien drenados, bajo un clima de días soleados y noches frías. “Estas condiciones nos permiten obtener mostos de gran fuerza y fineza, distintos a los de otras zonas”, apunta. “Hemos llegado a concluir que, para el Cabernet Sauvignon somos, después de Burdeos, su segundo hogar”.

Pero el Cabernet Sauvignon no es el único afortunado. El mismo impacto se siente en el Carménère, el Syrah, el Côt (o Malbec) y el Petit Verdot. En la cata a ciegas de Expovinos 2022, el jurado le concedió medalla de oro al Syrah, y de plata, al Carménère de Pérez Cruz. Lyon vuelve a henchir el pecho y Correa, a despachar sus existencias (y a reforzar su jubilación). Y yo vuelvo a convencerme de que Maipo Andes y Alto Maipo nos lanzan un anzuelo secreto que agarra y no suelta.

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