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Pingus, el No. 1 de España

Entre Copas y Entre Mesas

Hugo Sabogal
14 de noviembre de 2021 - 02:00 a. m.
El potencial de guarda de Pingus supera los 35 años. Así, la afamada cosecha 2014 seguirá impecable en el año 2049.
El potencial de guarda de Pingus supera los 35 años. Así, la afamada cosecha 2014 seguirá impecable en el año 2049.
Foto: Archivo

Cuesta trabajo admitir que un enólogo de origen nórdico, establecido en España desde los años noventa, se haya convertido en autor del vino que actualmente encabeza la lista de los cien mejores de la vitivinicultura ibérica en toda su historia, por encima de reconocidas marcas como Castillo Ygay, Marqués de Riscal, Viña El Pisón, Viña Tondonia y Vega Sicilia Único, entre otros legendarios baluartes de estirpe.

A esta sorprendente conclusión llegó TastingBook, plataforma de degustación y análisis de vinos del mundo, alimentada por los más reconocidos críticos internacionales.

La pregunta es: ¿Cómo se metió este danés, reflexivo y calculador, en un exclusivo club de bodegueros donde predomina el ardiente espíritu mediterráneo?

Peter Sisseck, creador y hacedor de Pingus, no improvisó su aterrizaje en España. Convencido de que el territorio peninsular poseía una historia vitivinícola de más dos mil años, tuvo la corazonada de descubrir en dicho lugar un tesoro escondido.

Su primer encuentro con el país ibérico se produjo en 1990, al aceptar la dirección enológica de Hacienda Monasterio, bodega de Ribera del Duero, en la provincia de Castilla y León, en el noroeste del país. Eso sí, traía en sus alforjas una educación envidiable.

Su primer y más influyente maestro fue el revolucionario enólogo danés Peter Vinding Diers, su tío, responsable de transformar los vinos blancos de Burdeos. Su primo y cómplice de juventud, Hans Vinding Diers, fue quien le inyectó al Malbec argentino la más alta dosis de perfección y elegancia. Lo hizo desde Noemía, una pequeña y lejana bodega construida en la Patagonia. Sin más, tres exploradores unidos por su sed de excelencia.

Durante su desempeño como enólogo de Hacienda Monasterio, Sisseck compró un pequeño terreno de cuatro hectáreas en La Horra, también en Ribera del Duero, plantado con vides de Tempranillo de más de setenta años. De esta manera, dio vida a su bodega Dominio de Pingus, hoy establecida en Quintanilla de Onésimo, en Valladolid.

Desde allí impulsó su peculiar manera de hacer vinos, muy distinta a la utilizada por las factorías de tipo masivo, que producen millones de botellas de una misma añada.

Convencido de los valores holísticos y éticos de la biodinámica, sus plantas no se fertilizan ni se tratan con pesticidas. Sisseck tampoco trabaja en función de volúmenes, sino que explora el carácter único de cada grano.

Para Luis Gutiérrez, crítico de vinos españoles y suramericanos del Wine Advocate, Sisseck sabe que cuando brotan uvas perfectas, casi no hay que complementarle nada al vino.

Al comparar el rendimiento por hectárea de su viñedo con los de afamados cultivos tipo Grand Cru de Borgoña, su cosecha ni siquiera llega a la mitad del total elaborado por sus colegas franceses. Por eso no envasa más de 4.800 botellas por cosecha.

De esta manera, Sisseck eleva a Pingus al pedestal de ‘vino de culto’, con una desventaja: resulta toda una odisea comprarlo. El precio actual, registrado en el portal Wine-Searcher, es de $5 millones por cada botella de 750 ml, o sea, $30 millones por la caja de seis.

Otro factor es el período de tres años o más de crianza, dependiendo de si usa barricas nuevas o de segundo uso. Sin más, son vinos lentos, siempre tapados con los mejores corchos de la industria, para asegurarles larga vida.

El potencial de guarda de Pingus supera los 35 años. Así, la afamada cosecha 2014 seguirá impecable en el año 2049.

La suma de todos estos componentes es la que ha puesto a Pingus en la cima.

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