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No me voy a ocupar de si es sensata o no la decisión de permitirles a los restaurantes abrir enteramente sus puertas, en momentos en que el virus todavía ronda irrefrenable. Pero, guardando las precauciones del caso, ahí están listos a acogernos en estas fechas de celebraciones familiares. Desde el reciente dictamen de reapertura, he descubierto deleitosas sorpresas en menús, insumos, servicio, disposición de salones y oferta de vinos y bebidas.
En este último rubro, siguen vigentes los orígenes de siempre: España, Francia, Italia, Argentina, Chile, Australia y California, para mencionar los más recurrentes. Pero eso sí, me han sorprendido la incorporación de cepajes ignorados y el destello de nuevos lugares, marcas y procesos. A medida que los exploro, no me resisto a la tentación de asociarlos a padres cuyos espíritus pueden hacerlos suyos.
Para padres con espíritus libres y artísticos: Perelada Brut Rosado Torre Galatea, Ampurdán y Cataluña. Aparte de su calidad y perdurable jugosidad, este evocativo vino se creó como homenaje al más reconocido cliente de la bodega, el pintor Salvador Dalí. Es un rosado chispeante y sensual. La tipografía de la etiqueta se extrajo de las múltiples cartas que se cruzaron Dalí y Miguel Mateu, dueño de Castillo de Perelada, mientras que otros elementos gráficos, como panes, huevos y hormigas, se tomaron de la obra del pintor. Muy buen aperitivo (The International Executive).
Para padres que persiguen sorpresas: el Zuccardi Emma Bonarda, Mendoza, Argentina, es, sin duda, el vino mejor logrado con esta variedad tinta, utilizada durante décadas como comodín de otros cepajes. En las manos de Sebastián Zuccardi, el enólogo del momento en el país austral, la Bonarda ha dado un gran salto. Este vino es el tributo de Sebastián Zuccardi a Emma, su abuela paterna. Cada sorbo se abre en una multiplicidad de capas, con recuerdos a hierbas aromáticas y frutos negros. Perfecto con chuletas de cordero, carnes ahumadas y preparaciones con tomate (DLK Importaciones).
Para padres que aman la vida al aire libre: Blanc Pescador. Este vino de aguja, con efervescencia ligera, se inspira en la vida marítima de las costas catalanas. Lo distingue una botella alta y espigada, con interesantes aportes gráficos en su etiqueta. En nariz y boca es aromático y cargado de una alta dosis de energía. Está hecho con las uvas clásicas del cava: Perellada, Macabeo y Xarel-lo. Haciéndole honor a su nombre, armoniza con pescados y mariscos. También es obra de Castillo de Perelada (The International Executive).
Para padres buscadores de nuevas fronteras: Bodega Garzón Tannat Reserva, localidad de Garzón, Uruguay. Este tinto se elabora con la variedad tinta adoptada por los uruguayos. El Atlántico sur se encuentra a poca distancia del viñedo, lo cual le otorga al vino una agradable sensación de frescura, combinada con la intensidad y potencia de esta original variedad tinta, originaria de Madirán, en el sudoeste francés. Ideal para cordero y también como acompañante de comida vegana (Zona K Importaciones).
Para padres clásicos pero aventureros: Bodega Matua, Sauvignon Blanc, Marlborough y Nueva Zelanda. Junto con Francia y Oregón, el lejano país de Nueva Zelanda es uno de los puntos terráqueos más auténticos para la producción de esta casta perenne de los blancos aromáticos de cuerpo ligero. Es un delicioso salpicón de frutas tropicales, cítricas y herbales, ideal para pescados y mariscos (Marpico Vinos).