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Vides y vidas extremas

Nuestro recorrido comienza en la árida estepa de Gualjaina, prosigue en el verdoso valle de Trevelin y termina en El Hoyo y lago Puelo, dos áreas rodeadas de lagos, ríos, montañas y valles, donde hace 15 años brotó un nuevo polo vitivinícola para el mundo, creado por el extinto bodeguero Bernard Weinert.

Hugo Sabogal
04 de junio de 2023 - 02:00 a. m.
A hoy, existen 24 bodegas en operación y más de 80 viticultores dedicados a la producción de uva.
A hoy, existen 24 bodegas en operación y más de 80 viticultores dedicados a la producción de uva.
Foto: Cortesía

Como derivación de mi visita a Patagonia Norte, en noviembre de 2022, acabo de regresar de Patagonia Sur, la extrema, la del litoral poblado de pingüinos, elefantes, lobos y leones marinos. La de su asombrosa riqueza paleontológica. La del misterio. La del ensueño. La del escritor porteño Gustavo Choren, tallada por mesetas inmensas, áridas y ventosas “hasta el extremo de lo inhabitable”.

Esta vez, el foco de atención es Chubut, la provincia central de la Patagonia argentina, ubicada entre los paralelos 42 y 46, donde cualquier forma de vida es extrema. En sus 224.000 kilómetros cuadrados de extensión (entre el océano Atlántico y la cordillera de los Andes, a poca distancia del Pacífico), la densidad poblacional de Chubut es de apenas 2,3 habitantes por kilómetro cuadrado.

Nuestro recorrido comienza en la árida estepa de Gualjaina, prosigue en el verdoso valle de Trevelin y termina en El Hoyo y lago Puelo, dos áreas rodeadas de lagos, ríos, montañas y valles, donde hace 15 años brotó un nuevo polo vitivinícola para el mundo, creado por el extinto bodeguero Bernard Weinert.

Chubut, eso sí, ya ostenta títulos de liderazgo en producción y exportación de hidrocarburos, aluminio, lana y cerezas.

Entre las ventajas de Chubut para la producción de vinos pueden mencionarse varias: su elevada latitud sur, su excelente luminosidad, su clima frío y seco, y una amplitud térmica entre el día y la noche que facilita el cultivo exitoso de cepajes de ciclo corto de maduración como Pinot Noir, Cabernet Franc de tierra fría, Sauvignon Blanc, Chardonnay, Riesling y Gewürztraminer, con notables incursiones en Merlot. O sea, un fino portafolio del que carecía Argentina. Y florece sobre suelos aluvionales, arcillosos, calcáreos, volcánicos y de ceniza.

Sin embargo, enólogos y emprendedores deben enfrentar devastadoras heladas y vientos huracanados, que no pocas veces doblegan las plantas y las aniquilan.

Sin embargo, vientos y heladas suman valor porque, para defenderse, las plantas engrosan hojas y frutos y así potencian color, aromas, sabores y estructura.

Son factores que definen la identidad patagónica, marcada por garbo, bajos niveles de alcohol, frescura, gran fuerza aromática y acidez natural elevada.

A hoy, existen 24 bodegas en operación y más de 80 viticultores dedicados a la producción de uva. Han constituido todo un ecosistema vitivinícola que trabaja bajo preceptos orgánicos y biodinámicos, con total respeto por el entorno. Un primer logro es la declaración formal de Trevelin como indicación geográfica.

Las producciones, por ahora, son bajas. Y las ventas se realizan, mayoritariamente, en los negocios enoturísticos de los bodegueros. Pocos vinos se comercializan en Buenos Aires y otros más se exportan a Europa, donde la crítica no deja de ponderarlos. Sin duda, esconden en su interior un lugar inimitable en el planeta.

*Mis agradecimientos al CFI, a la Coviar, a la Provincia de Chubut y a los resueltos y esforzados viñateros de El Rincón de los Leones y Cielos de Gualjaina y Mirador Huancache (en Gualjaina); Casa Yagüe, Viñas de Nant y Fall y Contracorriente (en Trevelin); Adamow, Ayestarán, Mamarelli y Patagonian Wines (en El Hoyo y lago Puelo).

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