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Carolyn Bertozzi: la Nobel de química abiertamente lesbiana

La científica se convirtió en la octava mujer en recibir el galardón gracias a su trabajo en el desarrollo de la llamada química bioortogonal. Esta es su trayectoria.

Mariana Escobar Bernoske
06 de octubre de 2022 - 05:12 p. m.
Carolyn Bertozzi es una de los tres ganadores del Premio Nobel de Química 2022.
Carolyn Bertozzi es una de los tres ganadores del Premio Nobel de Química 2022.
Foto: EFE - LINDA A. CICERO / STANFORD NEWS

Carolyn Ruth Bertozzi es una química estadounidense reconocida por su trabajo que abarca tanto la química como la biología. Ella es pionera de la química bioortogonal, una clase de reacciones químicas que se utilizan para explorar las células y permiten la obtención de imágenes moleculares para, entre otras cosas, mejorar la orientación de los productos farmacéuticos. En palabras simples, son moléculas que pueden entrar en el cuerpo para cumplir con una “tarea” con mucha precisión. (Premio Nobel de Química 2022 a ingeniosa herramienta para construir moléculas)

Este 5 de octubre de 2022 el jurado de La Real Academia de las Ciencias de Suecia anunció que Bertozzi, junto con Morten Meldal y Barry Sharpless, ganaron el Premio Nobel de Química por su trabajo en este campo. Bertozzi, al conocer que era una de las ganadoras, aseguró que esta “es una oportunidad para reconocer todo el trabajo que tantos aprendices de mi laboratorio han realizado durante los últimos 25 años y reflexionar sobre lo afortunada que he sido y compartir la celebración con ellos”.

Este año ella también ganó el Premio Wolf de química, considerado el segundo más prestigioso después del Nobel, por “sus logros en interés de la humanidad (…) sin distinguir nacionalidad, raza, color, religión, sexo o tendencias políticas”. A lo largo de su trayectoria como científica abiertamente LGBTIQ+ se ha caracterizado por su activismo en la búsqueda de reducir las brechas de acceso para mujeres y visibilizar la diversidad en la ciencia. (¿Cuántas mujeres lideran en el mundo y quiénes son?)

Creció rodeada por la ciencia, su padre era físico nuclear en el Massachusetts Institute of Technology (MIT), donde asistió desde muy pequeña a cursos vacacionales. Aun así, consideró una carrera en la música pues también es pianista, sin embargo, sus inclinaciones hacia las matemáticas y la ciencia ganaron. Inició su pregrado en biología en la Universidad de Harvard, pero al encontrar su pasión por la química orgánica cambió de campo.

En varias ocasiones se ha pronunciado contra la homofobia y el sexismo, tildando de “ridícula” la exclusión que experimentó como estudiante de pregrado y posgrado a finales de los 80 y principios de los 90. “En la universidad fui consciente de que era lesbiana. En ese momento había mucha homofobia, era el auge de la crisis del SIDA”, comentó en un artículo para ACS Central Science, revista de la cual también es editora en jefe. Precisamente, ella es admirada por salir del clóset durante una época en la que su orientación sexual pudo haber destruido su carrera profesional. (Frases que agreden a las personas LGBTIQ+ y tal vez no sabías)

En 1993, se mudó a San Francisco, California. Allí muchos de sus amigos se encontraban enfermos o habían muerto a causa del SIDA. Como relata Fernando Gomollón, en un artículo ilustrado para la revista Principia, ella “pasaba las mañanas en el laboratorio y las tardes visitando a sus amigos. Una noche que no podía dormir encontró uno de los medicamentos que estaba tomando su amigo enfermo: zidovudina. Algo hizo clic en su cabeza. Ahí nació la química bioortogonal”.

Su investigación postdoctoral en la Universidad de Berkeley se tornó hacia el campo de la inmunología. A los 32 años, en 1999, ganó el premio MacArthur, también conocido como el premio para genios por “demostrar méritos excepcionales y prometer un continuo y mejorado trabajo creativo”. Desde ese momento, la han conocido por su dedicación a la química y a la formación de una nueva generación de científicos y científicas.

En abril de este año, durante una entrevista con el medio especializado en química e ingeniería C&EN, recordó que a principios de los 2000 hizo parte de un artículo de “un día en la vida de” junto con otras dos compañeras investigadoras. Bertozzi cuenta cómo, aunque las tres tuvieran parejas, los maridos de ellas tuvieron la oportunidad de hablar sobre lo que era estar casado con una académica, mientras que su pareja con la que llevaba una década, no. (Dime que eres Lgbtiqfóbico sin decirme que lo eres | La Disidencia)

“Mi esposa no fue entrevistada y ni siquiera fue incluida en la nota. Sé que la escritora tenía la intención de incluirnos, pero por desgracia en el momento era juzgado como demasiado ‘atrevido’”, relata la ahora Nobel. De igual forma, en sus conferencia y redes sociales ha afirmado que parte de su activismo se debe a que en su experiencia en el mundo de la ciencia “ser mujer era y sigue siendo peor que ser lesbiana”.

De esta faceta como científica y activista hay que destacar su trabajo en la Sociedad Química Estadounidense. Ahí fue una de las primeras en crear comunidades de apoyo y trabajo para personas con orientaciones sexuales e identidades de género diversas. Su trayectoria profesional es un ejemplo de tratar a todas las personas con dignidad, respeto, inclusión y equidad.

Las técnicas desarrolladas por Bertozzi son utilizadas hoy en la industria biofarmacéutica para generar fármacos anticuerpos, especialmente contra el cáncer. Paralelo a su trabajo como académica e investigadora, ha ayudado en el diseño y lanzamiento de “startups” o emprendimientos relacionados con sus estudios, por ejemplo, el desarrollo de herramientas de diagnóstico para enfermedades como la tuberculosis o el cáncer de ovario.

Carolyn Bertozzi recibirá el próximo 10 de diciembre el premio Nobel de Química en Estocolmo.

Mariana Escobar Bernoske

Por Mariana Escobar Bernoske

Comunicadora social con énfasis en periodismo y producción sonora/radiofónica. Ha participado en investigaciones sobre Derechos Humanos desde una perspectiva feminista y de género. Tiene estudios en el Centro Latinoamericano de Derechos Humanos y la Universidad de Strathclyde.mescobarb@elespectador.com

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