Hablar de planificación familiar suele evocar la idea de que se trata de métodos anticonceptivos y decisiones sobre maternidad o paternidad, pero rara vez se piensa en las familias LGBTIQ+. Para miles de personas con orientaciones sexuales e identidades de género diversas, planificar también significa ejercer su derecho a decidir si quieren o no gestar, adoptar o preservar su fertilidad. La creencia de que “no pueden tener hijos de forma biológica” ha servido como excusa para excluirlas de los servicios de salud sexual y reproductiva.
Durante décadas, la planificación familiar fue pensada desde un modelo heterosexual y reproductivo que dejaba fuera a las personas LGBTIQ+. Por eso, en su definición más amplia, la planificación familiar implica el derecho a decidir libre y responsablemente el número de hijos o hijas, el momento de tenerlos y el tiempo entre cada nacimiento, reconociendo todas las formas posibles de reproducción y crianza.
De acuerdo Eugenia López Uribe, directora regional de la Federación Internacional de Planificación de la Familia (IPPF) en las Américas y el Caribe, en conversación con El Espectador, “regularmente se confunde la planificación familiar con el uso de anticonceptivos, pero el concepto es mucho más amplio porque incluye la información y la educación sobre sexualidad, sobre la capacidad reproductiva, sobre salud, sobre los procesos transformadores de género”. En ese sentido, también abarca los caminos para quienes buscan embarazarse, acceder a tratamientos de fertilidad o de interrupción voluntaria del embarazo.
La experta explica que, para ofrecer estos servicios de forma integral, es necesario que los prestadores de salud dejen de asumir la heterosexualidad como norma y que la planificación familiar sea transversal en todas las ramas de la medicina. Pues sin esa mirada, se excluyen preguntas esenciales que deberían formularse de manera diferenciada a las personas LGBTIQ+ para identificar sus necesidades en salud sexual y reproductiva.
De hecho, López destaca que una de las primeras preguntas en este tipo de atención debe ser sobre los deseos reproductivos de las personas. Señala que este aspecto resulta especialmente relevante en el caso de las personas trans que deciden iniciar un proceso de reafirmación de género. “A veces el personal de salud no les pregunta primero si quieren o no tener hijos. Y, en caso de que sí quieran tenerlos, se necesita asegurar que, antes de empezar el proceso, por ejemplo, se pueda congelar óvulos o espermas que después pueden ser usados”, comenta López.
La fertilidad en personas que se someten a procedimientos quirúrgicos de afirmación de género o inician tratamientos hormonales varía en cada caso. Factores como el tipo de procedimiento, el tiempo transcurrido y las características individuales pueden influir de forma diferente. Por eso se recomienda que, antes de comenzar cualquier tratamiento, se planifiquen las opciones reproductivas disponibles de acuerdo con los deseos y necesidades de cada persona.
Por eso, clínicas y organismos internacionales como la Organización Mundial de la Salud (OMS) recomiendan revisar los protocolos de atención para garantizar que las preguntas, los formularios y la información incluya todas las identidades y formas de vivir la sexualidad. De esta manera, se podrán ofrecer las opciones disponibles para la conformación de familias LGBTIQ+ en el futuro.
A continuación, le contamos las opciones de planificación familiar que existen y cómo pueden variar según las características de cada cuerpo y los proyectos de vida de las personas LGBTIQ+:
Métodos para personas con útero
Incluye a mujeres cisgénero, es decir, a quienes se identifican con el mismo género que les fue asignado al nacer, así como a personas trans y personas no binarias con capacidad de gestar:
- Inseminación intrauterina (IIU): consiste en colocar esperma en el útero durante la ovulación. Es un método común para parejas de mujeres o personas solteras que desean gestar.
- Fertilización in vitro (FIV): se extraen los óvulos, se fertilizan en laboratorio y luego se implantan en el útero. Se recomienda cuando existen dificultades de fertilidad o se busca una mayor tasa de éxito.
- Método ROPA (Recepción de Óvulos de la Pareja): una persona aporta los óvulos y la otra gesta el embarazo. Permite compartir el proceso biológico entre ambas.
- Preservación de la fertilidad: antes de iniciar tratamientos hormonales o cirugías de afirmación de género, es posible congelar óvulos para usarlos en el futuro.
Métodos para personas sin útero
Incluye a hombres cisgénero, personas trans y personas no binarias sin capacidad de gestar:
- Gestación subrogada: una persona gesta un embrión concebido con el esperma de uno o ambos padres y un óvulo donado. Suele implicar altos costos, restricciones legales y críticas relacionadas con la explotación y mercantilización del cuerpo de la persona gestante.
- Adopción: una opción posible en algunos países, aunque los procesos pueden ser largos y variables según la legislación local.
- Preservación de la fertilidad: quienes producen esperma pueden congelarlo antes de un tratamiento hormonal o médico que pueda afectar su capacidad reproductiva.
Barreras para acceder a la planificación familiar en población LGBTIQ+
Para López las principales dificultades que enfrentan las personas LGBTIQ+ para acceder a los servicios de planificación familiar están relacionadas con la discriminación, que puede ser sutil o evidente, e incluso derivar en actos de violencia dentro de los servicios de salud. La falta de entornos seguros y de una atención libre de prejuicios sigue siendo una de las principales barreras que impiden el ejercicio de los derechos sexuales y reproductivos de la población diversa.
Además, el reconocimiento legal de los derechos LGBTIQ+ influye directamente en el acceso a la planificación familiar. Aunque el número de países que permiten el matrimonio igualitario y, por extensión, la adopción ha aumentado, sólo diez países de América Latina cuentan con estas garantías. En el resto, la ausencia de marcos legales que reconozcan las uniones entre personas del mismo sexo limita el ejercicio pleno de estos derechos.
Por último, la experta añade que las barreras económicas también influyen en el acceso. “Sabemos que una de las barreras más fuertes para que las personas puedan acceder a los servicios son las económicas. Esa parte también debe ser parte de la integralidad de la atención”, concluye.
En el caso de Colombia, se estima que el costo de la maternidad subrogada oscila entre 16 y 41 millones de pesos, la fertilización in vitro ronda los 25 millones, y la inseminación intrauterina de baja complejidad tiene un valor aproximado desde cuatro millones de pesos. En cuanto a la preservación de la fertilidad, congelar óvulos en el país puede costar entre 24 y 33 millones de pesos por ciclo, mientras que congelar esperma varía entre uno y dos millones de pesos, dependiendo de la clínica y los servicios incluidos.
Estas cifras solo contemplan los costos iniciales del procedimiento y no incluyen los medicamentos ni el mantenimiento anual de preservación, que representan un gasto adicional significativo.
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