El sitio web oficial del Monumento Nacional Stonewall, considerado uno de los espacios LGBTIQ+ de mayor relevancia histórica, fue modificado recientemente para eliminar casi todas las menciones a personas bisexuales. Esta actualización, realizada de manera discreta, se suma a una modificación previa en febrero, cuando se suprimieron referencias a personas trans. El hecho ha llevado a que activistas y defensores de derechos humanos califiquen estos cambios como un posible patrón de reescritura de la historia queer en los portales federales de Estados Unidos.
Para Lucía Mariño Puentes, doctora en ciencias sociales con enfoque en artes e investigadora feminista, “borrar palabras vinculadas a las disidencias sexuales no es una misión lingüística, sino simbólica, ya que reconfigura los marcos del reconocimiento de lo que existe. Esto no solo impacta en el lenguaje, sino que borra cuerpos, trayectorias y su capacidad de articularse políticamente”, afirmó en entrevista con El Espectador.
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En otras palabras, la experta explica que eliminar estos términos de los espacios oficiales, no es un simple ajuste de estilo o edición de textos. Es una forma de borrar a las personas que esas palabras nombran. No es solo el lenguaje lo que desaparece: también se eliminan las historias, luchas y la posibilidad de que las personas con estas identidades se organicen y reclamen sus derechos. Es un tema simbólico y de memoria colectiva.
Los cambios en el sitio web coinciden con el clima político instaurado desde la administración de Donald Trump, que presionó a agencias federales para reconocer únicamente los géneros masculino y femenino, así como con las acciones para excluir a las personas trans de los espacios deportivos o del servicio militar.
En conversaciones anteriores con este diario, Dora Barrancos, investigadora, historiadora y feminista argentina, advirtió que las medidas adoptadas en Estados Unidos para invisibilizar y borrar espacios de la población LGBTIQ+ forman parte de lo que denomina una “batalla cultural”: un conflicto ideológico entre visiones opuestas sobre los valores y narrativas aceptables en la sociedad actual, cuyo objetivo es revertir los avances sociales y los derechos conquistados.
En la misma línea, Mariño sostiene que “el poder opera no solo en el nivel explícito de las leyes, sino también en el orden de lo simbólico, lo cultural y lo discursivo”. Para la investigadora, el silenciamiento de palabras y símbolos ligados a las disidencias forma parte de un mismo ecosistema político que busca reinstalar jerarquías de género, sexualidad y raza.
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El sitio web en cuestión, pertenece al Servicio de Parques Nacionales de Estados Unidos y está dedicado al Monumento Nacional Stonewall, el primer espacio del sistema de parques consagrado a la historia y los derechos LGBTIQ+. El monumento abarca el bar Stonewall Inn, Christopher Park y calles de Greenwich Village, escenario en junio de 1969 de una redada policial que desató protestas y se convirtió en hito del movimiento por los derechos LGBTIQ+.
Toda esta eliminación de las palabras fue documentada por la periodista trans Erin Reed, quien señaló que previo a las modificaciones, la plataforma establecía explícitamente la siguiente frase:
“Antes de la década de 1960, casi todo lo relacionado con vivir abiertamente como lesbiana, gay, bisexual, transgénero o queer (LGBTQ+) era ilegal. El levantamiento de Stonewall del 28 de junio de 1969 es un hito en la búsqueda de los derechos civiles de las personas LGBTQ+ y dio impulso a un movimiento”.
U.S. National Park Service
Sin embargo, asegura que en la nueva versión de la página, el texto fue reducido a: “Antes de la década de 1960, casi todo lo relacionado con vivir auténticamente como persona gay o lesbiana era ilegal”. Con ello, se eliminaron por completo las letras “T” y “Q” y el símbolo “+” de la sigla “LGBTQ+”.
En una revisión posterior realizada por El Espectador, se comprobó que la palabra “bisexual” había sido reincorporada, aunque el término “trans” continúa ausente. Así mismo, ya no aparecen las siglas “LGBTQ+”, ahora solo se hace referencia al “movimiento”.
Mariño hace una lectura de este hecho, asegurando que el recorte de palabras es “una forma de colonización histórica que diluye el contenido político de los símbolos y priva a las comunidades disidentes de resignificar sus marcas, duelos y afectos, creados para contrarrestar la violencia sistemática de la no posibilidad de existir en sociedad. Borrar esas palabras es negar la disputa por el lenguaje y, con ello, la propia existencia cotidiana de los cuerpos disidentes”.
Con esto, la investigadora advierte que esta forma de controlar la memoria, limita cómo las comunidades pueden contar su propia historia. Para ella, esta eliminación borra no solo palabras, sino también las experiencias y la presencia cotidiana de quienes han resistido la violencia y la exclusión.
Los cambios en el sitio web no han sido los únicos gestos que han generado controversia. En junio, el Servicio de Parques Nacionales prohibió exhibir la bandera del Orgullo transgénero y la bandera del Orgullo Progresivo —que incorpora los colores de la bandera trans— como parte de la decoración del monumento o del cercano Christopher Park durante el Mes del Orgullo. Como respuesta, visitantes y activistas comenzaron a colocar banderas “no autorizadas” en el lugar, en un acto de protesta que buscaba visibilizar la exclusión.
La experta advierte que el borrado o dilución de referentes históricos afecta directamente a las nuevas generaciones, ya que les “impide anclar sus identidades, luchas y afectos en genealogías colectivas. Y en lugar de reconocer la potencia de la lucha encarnada en estas poblaciones, instala una narrativa vaciada y desactivada políticamente”.
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De acuerdo con Mariño, las personas jóvenes merecen encontrarse con relatos complejos, conflictivos y múltiples, que les permitan imaginar vivir dignamente en sociedad. Por eso subraya que “cuidar los nombres, los cuerpos y las palabras de quienes lucharon es también un acto de amor político hacia quienes habitarán este mundo más adelante. No reconocer a Stonewall y a quienes lo conformaron es un retroceso, es borrar una lucha histórica”.
El riesgo de institucionalizar la memoria
Ahora que Stonewall está administrado por una agencia federal, surgen dudas sobre cómo se cuenta su historia y cómo se representa la lucha, ya que su narrativa podría cambiar según las intenciones políticas de cada gobierno, tal como está sucediendo con Trump. La fuente consultada explica que, cuando un espacio así se institucionaliza, suele haber una “curaduría de la memoria”, es decir, una selección de qué se recuerda y cómo. En ese proceso, se aplican reglas y narrativas oficiales que buscan unificar el relato y adaptarlo a la representación política que cada gobierno quiere dar, borrando las partes disidentes que le daban fuerza.
Desde su perspectiva, un monumento que nace de una revuelta o de una irrupción en el orden normativo “porta desde sus orígenes la marca de la desobediencia”. Sin embargo, al ser absorbido por la gestión institucional, corre el riesgo de que esa memoria “se domestique” y que un gesto de insurrección se convierta en “un símbolo de inclusión controlada”.
“El monumento a veces puede dejar de ser un espacio de disputa para convertirse en un museo de la disidencia: algo para ser visto pero no vivido. El verdadero sentido de Stonewall debería mantenerse como un campo de batalla, no una reliquia; un espacio que, incluso dentro de lo institucional, pueda seguir siendo indisciplinado y desobediente”, señaló la experta.
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