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Dale Zaccaria llegó a Madrid hace dos años. Periodista, escritora, activista lesbiana nacida en Subiaco, un municipio en la provincia de Roma, no lo hizo por aventura ni por azar. Huyó. De su país, de las amenazas, de una cotidianidad marcada por el miedo y la discriminación. “Es evidente que en Italia no hay la libertad que hay en España (...), hay mucho sufrimiento en el mundo LGBTIQ+ italiano, y tengo amigos homosexuales que me dicen que me envidian porque me fui, mientras ellos siguen en Italia y viven su sexualidad de forma muy reprimida y oculta.”, comenta en entrevista con la agencia EFE.
Dice que Madrid le permitió algo que en Italia se volvió insostenible: existir sin esconderse. Nombrarse. Caminar sin que eso implique un riesgo. Su experiencia es la de muchas personas que han cruzado fronteras buscando libertad en ciudades como esta, convertidas en refugios.
Ese desplazamiento tiene un nombre. En los años noventa, el escritor y activista puertorriqueño Manuel Guzmán acuñó el término “sexilio” para describir el exilio de personas LGTBIQ+ que dejan sus países por razones vinculadas a su orientación sexual o identidad de género. Desde entonces, el concepto ha sido retomado por activistas, investigadoras y organizaciones como ILGA (Asociación Internacional de Lesbianas, Gais, Bisexuales, Trans e Intersex) para explicar lo que no siempre se cuenta en cifras migratorias: que para algunas personas migrar es la única opción.
En el caso de Zaccaria, su decisión coincidió con el ascenso de la actual coalición de gobierno italiana, en la que tiene un papel central el partido Fratelli d’Italia, liderado por Giorgia Meloni. El partido tiene sus orígenes en Alleanza Nazionale, heredero directo del movimiento neofascista italiano. Desde esa plataforma, Meloni ha sostenido discursos abiertamente hostiles hacia los derechos de la población diversa. En junio de 2022, durante un acto del partido español Vox, la primera ministra italiana se pronunció en contra de “los lobbies LGTBI” y “la identidad de género”.
Zaccaria cree que el clima social y político en su país natal se ha vuelto aún más hostil desde entonces. Sin embargo, no sólo es su impresión. La clasificación Rainbow Map 2025, elaborada por ILGA-Europe, ubica a Italia entre los países con menos avances legislativos en derechos LGBTIQ+ dentro del continente. Comparte posiciones con países como Hungría, donde el retroceso institucional ha sido ampliamente documentado.
En España, en cambio, la legislación permite derechos fundamentales: el matrimonio igualitario está reconocido desde 2005, existe una ley contra la homofobia y transfobia, y los servicios públicos ofrecen programas de protección y acompañamiento. No es casualidad que Madrid, además de acoger el Orgullo más multitudinario de Europa, se haya convertido en un destino para personas LGBTIQ+ latinoamericanas y europeas. Muchas de ellas, italianas.
Erik Zanon también vive en España. Es secretario del círculo madrileño Sandro Pertini, del Partido Democrático italiano. Llegó en 2018 para trabajar en iniciativas de inclusión, pero, como Zaccaria, también encontró en esta ciudad un contraste radical con lo que dejó atrás. “La percepción que tengo cuando estoy en Italia es que soy más vulnerable. Primero, porque no siento la protección del Estado, ya que no existe una ley contra la homotransfobia; y segundo, porque no gozo de los mismos derechos que una persona heterosexual”, comentó en entrevista con EFE.
Italia reconoce las uniones civiles entre personas del mismo sexo desde 2016, pero no las equipara al matrimonio. No otorgan los mismos derechos, especialmente en materia de adopción: las parejas del mismo sexo no pueden adoptar conjuntamente, salvo en el caso de hijas o hijos biológicos de uno de los miembros, y aun así, todo queda a criterio judicial. Esa inseguridad jurídica marca la vida cotidiana. La posibilidad de formar familia, acceder a beneficios sociales o simplemente vivir libremente.
Zanon lo confirma: “España es un país que te hace sentir bien”. Lo fue para él. Lo fue para Zaccaria, según su relato. Lo es para tantas otras personas que cruzaron la frontera sabiendo que, en su país, su vida no estaba garantizada.
*Con información de EFE
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