Colombia ha dado grandes pasos en materia de educación sexual integral (ESI). Actualmente cuenta con la Ley General de Educación y el Proyecto de Educación para la Sexualidad y Construcción de Ciudadanía (PESC), que establece la obligatoriedad de formación en este tema en la educación media y básica. No obstante, en la práctica, estas directrices siguen siendo insuficientes.
Entre los múltiples desafíos, se encuentra una implementación limitada, desactualizada y carente de seguimiento. El programa vigente del Ministerio de Educación que data de 2007, evidencia la resistencia institucional para hablar del tema.
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Adicionalmente, persisten barreras culturales y sociales que dificultan la aceptación de la ESI. En muchos casos, el rechazo se basa en la desinformación y en creencias erróneas, influenciadas principalmente por discursos ideológicos. Por ejemplo, se difunden ideas falsas como que esta educación promueve la promiscuidad o refuerza discursos discriminatorios hacia la población LGBTIQ+.
Ante estos desafíos, educadoras y educadores de toda la región, que impulsan desde sus países estrategias para fortalecer la ESI, están reunidos en Bogotá para llevar a cabo el primer Encuentro Latinoamericano de Educación Integral en Sexualidad.
La cumbre, que empezó el pasado jueves 19 de junio y que finalizará el 22 de junio, tiene como objetivo generar un espacio de diálogo y colaboración para el desarrollo de herramientas que promuevan una formación inclusiva, integral y con enfoque de derechos humanos, considerando dimensiones como género, raza, etnia y discapacidad.
Durante este encuentro, se destacó que se está respondiendo a un contexto complejo en torno a este tema. Según datos del informe Welbin de 2022, el 70 % de las instituciones educativas en Colombia no han capacitado a su personal docente en temas relacionados con derechos sexuales y reproductivos. Ante esto, resaltan la necesidad de fortalecer alianzas entre docentes y profesionales que enfrentan cotidianamente escenarios educativos en los que estos derechos son vulnerados.
“Ante la falta de herramientas pedagógicas adecuadas, el trabajo colectivo se convierte en una forma de resistencia”, resalta Mariana Sanz de Santa María, una de las organizadoras del evento y directora de Poderosas Colombia, una fundación enfocada en hablar sobre educación sexual en entrevista con El Espectador.
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El encuentro también surge como respuesta a un contexto regional marcado por tensiones en torno a los derechos sexuales y reproductivos. América Latina ocupa el segundo lugar en el mundo en tasas de embarazo adolescente, según UNFPA, evidenciando las brechas en la implementación de políticas de educación sexual integral.
“Es un momento clave para crear espacios de articulación y resistencia frente a los intentos de censura que avanzan en distintos países de América Latina. El contexto lo exige”, señala Gabriela Ferreiro, codirectora de la organización Libertate en Argentina, en entrevista con este diario. También explica que Colombia fue elegida como sede por sus avances normativos, entre ellos el reconocimiento del derecho a la interrupción voluntaria del embarazo.
Desde su experiencia en la región, señala que estas resistencias no son nuevas. Se enmarcan en una historia de control sobre los cuerpos. En este sentido, afirma que “ la ESI busca recuperar la autonomía en múltiples niveles: corporal, emocional, espiritual, físico y comunitario”.
¿Qué cambios propone hoy la educación sexual integral?
Entre los principales retos, según las expertas, está dejar atrás los enfoques biologicistas y moralistas que han marcado históricamente la educación sexual, y avanzar hacia una enseñanza basada en derechos humanos, que reconozca la diversidad de contextos y experiencias.
Si bien problemáticas como la violencia sexual, la discriminación y el embarazo adolescente siguen vigentes, hoy se intentan abordar desde nuevas perspectivas. “Lo que antes nos preocupaba, hoy todavía lo hace, pero de otras maneras, porque ahora se suma la preocupación por abordar la sexualidad en entornos digitales, con herramientas que permitan interpretar y responder con criterio ante los riesgos que niñas, niños y adolescentes enfrentan en línea”.
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Ante este panorama, se destaca la cantidad de estímulos a los que las primeras infancias y adolescencias están expuestas, atravesados por las redes sociales y tecnologías digitales. “Esta sobreexposición ocurre muchas veces sin el acompañamiento necesario, lo que puede traducirse en riesgos como la violencia sexual en línea o el acceso a información falsa sobre sexualidad”, explicó Santa María.
Las expertas también resaltaron que uno de los nuevos aportes de la educación sexual integral es su capacidad para cuestionar certezas arraigadas en estereotipos, mitos y prejuicios. A su juicio, el primer paso de la ESI es justamente poner en circulación preguntas, no con respuestas impuestas desde una mirada adultocéntrica, sino promoviendo una búsqueda colectiva entre infancias, juventudes y personas adultas.
Desde esa perspectiva, plantean la necesidad de “ponerse los lentes de la ESI” al momento de enseñar o facilitar espacios educativos, tanto formales como no formales. Ferreiro subraya que “esa mirada sienta las bases para planificar actividades que permitan a niñas, niños y adolescentes conectarse con su cuerpo, su sexualidad y acceder a información acorde a sus necesidades, sin miedo”.
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Por Luisa Lara
