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Sin género, genderless, unisex o neutra. No hay un único término con el que las diseñadoras y los diseñadores definen la moda que rompe la binariedad entre hombres y mujeres. Pero sí hay una intención común: que cualquier persona pueda entrar a una tienda que no esté dividida por sexos, y encuentre la prenda que le atrae, con la que se sienta cómoda e identificada. Dejar atrás la idea prejuiciosa de que ellas se visten ceñido y colorido, y que ellos lo hacen con tonos oscuros y holgados. Un ejercicio también de inclusión y sostenibilidad, según las experiencias que conocimos para esta publicación.
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La moda sin género no es nueva. Un artículo de Vogue dice que sus precursores se ubican desde los años ochenta y, de forma más reciente, ha sido incorporada por firmas como Gucci, Maison Margiela, Rick Owens, Louis Vuitton y Thom Browne. Otro análisis de la Escuela Superior del Diseño de Barcelona fija su origen en Grecia, donde hombres y mujeres vestían la túnica y un manto, pero luego, en el siglo XIX, la Revolución Industrial reforzó los roles de género. Las faldas se convirtieron, entonces, en una prenda que predominaba en los armarios de ellas, pese a que antes también eran usadas por ellos.
Las túnicas de la Grecia antigua son precisamente inspiración en la marca colombiana New Cross, para pensar en prendas sin rótulo de femenino o masculino, a través de ruanas, ponchos o kimonos. Agustín Nicolás Rivero, su director creativo y fundador, pretende generar preguntas con sus diseños: “Salir a la calle vestido o desvestido es un acto político, tiene una carga de la que no somos conscientes muchas veces. Ponerle falda a un hombre genera inquietudes, porque se atreve a romper paradigmas de un sistema”.
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Ese sistema binario que impone prejuicios sobre lo que debería llevar puesto una mujer o un hombre fue el mismo que, por años, ahuyentó a Daniel Uyazán del diseño de moda, pese a que era su sueño. Se burlaban de su meta, porque dedicarse a eso era un asunto “de mujeres”. Aún recuerda cuando se montaba a escondidas en los tacones de su mamá siendo niño, con el temor a ser regañado.
Pero ninguno de esos miedos prosperó y Daniel Uyazán hoy es diseñador industrial y el creador de Zandan, una marca enfocada al calzado y la marroquinería. Ahí se conciben los zapatos sin género, de la talla 34 a la 45. No existe un diseño para mujeres ni otro para hombres. Aunque Uyazán reconoce que Zandan fue pesada al comienzo como una oferta para las personas LGBTIQ+ (que históricamente han sido discriminadas también por cómo se visten), ahora cualquiera, independiente de su sexo, orientación sexual o identidad de género, puede elegir zapatos en esa marca.
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“Zandan es un lugar seguro sin discriminación, sin prejuicios, donde la gente puede encontrar su estilo e historia, porque todos usamos zapatos por lujo o necesidad. A las personas que hacen drags o las trans, por ejemplo, les cuesta mucho encontrar zapatos que se adapten a sus gustos. Sí hacemos la diferencia en un mercado patriarcal y conservador”, asegura Uyazán.
Zandan cree también que su apuesta es rentable porque diversifica la oferta y puede abarcar más en el mercado, especialmente a las nuevas generaciones. Un estudio del Grupo de Innovación en Estados Unidos reveló, por ejemplo, que quienes pertenecen a la generación Z se identifican cada vez con lo no binario y solo el 44% de los encuestados dijo que siempre compraba ropa diseñada para su propio género, frente al 54% de los millennials.
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Anamaría Nieto, cofundadora y CEO de Kupa, explica que, para una persona no binaria (que no se identifica como hombre ni como mujer), puede ser violento entrar a una tienda en la que hay una división por género. “Es obligarles a elegir. Deberíamos preguntarnos por qué existe esa división. Si ahora nos cuestionamos la alimentación y la rutina de trabajo, que antes eran ‘normales’, ¿por qué seguimos con la idea de que hay ropa solo para hombre y otra para mujer? No tiene sentido, qué lindo fue cuando las mujeres empezaron a usar pantalón, fue un acto político. Por eso, en Kupa es importante cuando un niño agarra la maleta rosada, porque el papá se cuestiona un montón de cosas, pero el niño no, él no tiene esos prejuicios”.
Los colores suelen estar asociados a los roles de género. De esa manera, según Nieto, cuando una persona llega a Kupa y pide ver los morrales para niños, está solicitando implícitamente los colores azules, verdes, cafés y negros, que están socialmente referenciados a lo masculino. Mientras que, cuando se pregunta por los accesorios para niñas, se está indagando por lo rosado y morado. La respuesta al cliente en Kupa es la misma: nuestros productos no tienen género y aquí no existe esa división.
Además de apostarle a la inclusión y la diversidad, la moda genderless se justifica en un factor ambiental. Quienes la diseñan explican que hacer prendas, sin pensar en un modelo para hombre y otro distinto para mujer, hace más sostenible la producción. Producir una prenda talla S para hombre y otra distinta en el mismo tallaje para mujer implica gastar más en materia prima. En Kupa, por ejemplo, se tienen siempre tienen dos prendas de la misma talla disponibles para venta. Así que diferenciar por género equivaldría a producir mínimo cuatro prendas, mientras que con la apuesta sin género solo se necesitan dos.
La moda genderless también apunta a trabajar con modelos más cuadrados y rectos, y eso permite ahorrar tela, pues cuando se hacen curvas se gasta más. “Entre la ropa sea más cuadrada, más se ahorra. La fabricación y el patronaje tienen en cuenta una morfología más amplia”, concluye Nieto.
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En eso coincide Andrea Mejía Fajardo, cocreadora de 7191. Tener una sola silueta de una camiseta, por ejemplo, le ha permitido a su marca reducir el consumo de inventarios y generar menos desechos textiles. También lo piensa Laura Acevedo, diseñadora y creadora de Papel de Punto, que trabaja con materiales de algodón reciclado y otras fibras sostenibles. Biológicamente, los cuerpos de mujeres y hombres tienen diferencias, pero ella explica que, a través del tallaje, las tallas intermedias (S-M / M-L) y las figuras rectas y holgadas, se puede brindar una buena oferta de ropa neutra.
Desde niña, Laura se preguntó por qué no podía usar los suéteres de su papá, quien vestía holgado. Los demás le decían que eso contrariaba su feminidad. Hoy, ya siendo una mujer adulta, ve su feminidad desde otro lugar alejado de las prendas “sensuales, sugestivas, pegadas al cuerpo, corticas y llenas de curvas”, como se suelen encasillar. Así que su marca ahora materializa esos interrogantes. “Siento que la moda genderless está en una constante búsqueda de lo que es la identidad individual de cada persona, sin que sea relevante el género”, concluye Acevedo.
